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Militares y hombres de mar: fragata 'Numancia'

Valor y humildad de una familia castrense que lidera el comandante, quien conjuga la ciencia marina de surcar los mares con la operatividad militar del zafarrancho de combate

Actualizada 04:30

La Armada española es una de las más gloriosas de la humanidad. Sus gestas en las antiguas epopeyas griegas o en el actual cine norteamericano serían leyenda. Pero la Marina de guerra del Reino de España no tendría su lugar en la historia de no ser por quienes la forjan: sus marinos, consagradas sus existencias no a un trabajo sino a una doble vocación de amor a la patria y a los glaucos océanos. Dos amores del marino fundidos en una doble donación que es, como soldados, heroica, y como hombres de mar, modélica. Así, en nuestra fragata F-83 'Numancia' conjugan la preparación castrense con la ciencia de los océanos, la operatividad ante las amenazas humanas con las asechanzas de la naturaleza, los cuidados de la maquinaria, sistemas y artillería del barco con los embates de olas y vientos, la melancolía por el lejano feliz retorno al hogar con interminables singladuras en el infinito océano.

Como soldados poseen la virtud esencial que estimó Von Clausewitz en su clásico tratado 'Vom Kriege (De la guerra)': el valor, que el general prusiano radicaba en la vida interior, espiritual y religiosa del guerrero. Y como hombres de mar albergan sus corazones otra virtud, la humildad, la cual, como afirmó Aristóteles en su «Magna moralia», conduce por la sabiduría a la admiración; y por la admiración, al Creador. Surcar los océanos te hace humilde y, según afirma una tablilla debajo de la imagen de la Virgen del Carmen que preside los puentes de nuestros barcos: «el que no sepa rezar que vaya por esos mares, verás qué pronto lo aprende sin enseñárselo nadie». Y claro que se ora cuando la tempestad con gigantescas olas engulle el puente de mando y la proa machetea lomos de espuma, salitre y agua; sollados, pasillos y cámaras se transmutan en locas batidoras con el material sin trincar rodando por los suelos, mientras chocan hombres y enseres con las escotillas o los mamparos; se abren fondos abisales y vientos huracanados estremecen las amuras hasta convertir el mejor barco en un juguete en lid mortal con la naturaleza. Sí, entonces la dotación reza al Señor de la Calma y de la Tempestad con la plegaria de cada ocaso: «Tú que dispones de Cielo y Mar, haces la calma y la tempestad, ten de nosotros, Señor, piedad; piedad, Señor; Señor, piedad».

Valor y humildad de una familia castrense que lidera el comandante, quien conjuga la ciencia marina de surcar los mares con la operatividad militar del zafarrancho de combate, la voz del hombre al agua y las alertas rojas aéreas o de superficie por ataques enemigos. Y, además, atiende como un padre de familia a la dotación a él encomendada. Bajo su tutela, organizados por el segundo comandante y los oficiales, se rigen los cuatro servicios de la fragata. El primero, el sistema de combate que vela por el éxito militar de la misión proporcionando vigilancia y seguridad aérea y de superficie con sus cinco destinos de guerra: artilleros, dirección de tiro, armas submarinas, CIC (centro de información y combate) coordinado con el puente, y electrónica.

Escribió Napoleón que las guerras se vencen por la logística, y el servicio de aprovisionamiento, con sus destinos de alojamiento, víveres, habitabilidad y habilitación, mantiene la calidad de vida de las más de doscientas almas de la tripulación, incluyendo el cuidado y limpieza de reposterías, sollados, baños, cámaras y comedores, así como la gestión por el detall de los asuntos administrativos tanto del personal como los generales del barco. Otro servicio, el control del buque, se encarga de la navegación de la fragata, además de las comunicaciones con tierra y con otros barcos. Y un último servicio es máquinas, con energía y propulsión, distribuido en destinos de electricidad, seguridad interior y equipos auxiliares como bombas contraincendios, osmotizadores de agua potable y reciclaje de desechos y basuras.

Una familia marina en la que cada miembro cumple sus responsabilidades mientras favorece la convivencia en las distintas cámaras y sollados del comandante, jefes, oficiales, suboficiales y cabos primeros y marinería; o en la privacidad del catre, único refugio de intimidad donde, tras las cortinillas, el marinero habla con su familia, lee, reposa o duerme. Nadie indispensable, pero todos necesarios, desde el comandante hasta el marinero, role sanitario, capellán, maniobras y máquinas, reposteros, cocineros, lavandería, el panadero que amasa de madrugada, artilleros, infantes de marina y de operaciones especiales para la seguridad interna y externa, los radio con internet y whatsapp, o la unidad aérea embarcada con el helicóptero y el dron. Todos, dotación y comisionados, como militares y hombres de mar surcamos el océano Índico en nuestra fragata 'Numancia' entregados como marinos a la defensa de la paz, prosperidad, justicia y libertad de España en los mares del orbe.

  • Alberto Gatón Lasheras es capellán castrense y teniente coronel en la fragata 'Numancia'
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