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24 de abril de 2024

editorial

Sánchez arrastra la imagen de España en el mundo

El bochorno de Marruecos no es una anécdota, sino la confirmación de la decadencia diplomática de España, inducida por un Gobierno caótico

Actualizada 19:09

La desastrosa Reunión de Alto Nivel entre España y Marruecos, saldada con un catálogo de acuerdos genéricos o menores y un plantón estruendoso de Mohamed VI a Pedro Sánchez, no es más que la culminación de una política exterior débil, caótica y además opaca que el Gobierno pretende disimular, desde hace años, con fuegos artificiales y la tediosa promoción doméstica del presidente.
Empezando por el encuentro, es lamentable que a las inquietantes concesiones previas de Sánchez, resumidas en la insólita cesión de la posición española en el Sáhara sin ninguna explicación coherente ni refrendo del Congreso ni de Felipe VI; se le añada ahora el desprecio público de Mohamed VI, de vacaciones en Gabón.
A este respecto, las aclaraciones del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, solo pueden ser calificadas de ridículas: no es cierto, como dijo, que el Rey alauí se hubiera ausentado de otras citas similares, pues si bien es verdad que no participa personalmente en las cumbres bilaterales, siempre organiza una recepción oficial que esta vez brilló por su ausencia.
Y en la misma senda, y esto es lo verdaderamente grave, tampoco es verdad lo que dijo Sánchez al respecto de un supuesto respeto recíproco a la soberanía de ambos países. En la resolución formal, que es lo que cuenta, solo aparece consolidada la entrega del Sáhara a Marruecos, por decisión personalísima del presidente español. Pero no hay mención alguna a la asunción marroquí de la españolidad de Ceuta, Meilla o las aguas de Canarias.
Y no la hay, por mucho que Sánchez se empeñe en ello en otro de sus discursos huecos, porque Rabat jamás aceptará algo así: el empeño del Gobierno en interpretar la renuncia de Marruecos a esa pretensión es tan vacuo como el que esgrime, en España, para sugerir el inexistente acatamiento del separatismo catalán o vasco del marco constitucional.
Lamentablemente, lo de la Reunión de Alto Nivel no es una anécdota, sino la confirmación de la deriva internacional de España hacia la irrelevancia, plagada de episodios: desde la ruptura con Argelia hasta la arrogancia de Gibraltar, que ha preferido posicionarse con unos narcotraficantes que con la Policía española que intentó reducirles en el Peñón; todo se escribe bajo la sombra de la decadencia.
Marruecos en el síntoma de una enfermedad mayor, que no se cura con despliegues de propaganda de Sánchez en cumbres de la OTAN sucedidas, en realidad, por otra imagen bochornosa: la de situar a España en el furgón de cola de los países en auxilio de Ucrania, con el chusco episodio del envío de tanques Leopard averiados como metáfora de ello.
La visita de una Comisión del Europarlamento a España, para comprobar el destino de los Fondos Next Generation, termina de retratar a un Gobierno dividido en dos facciones, intervenido por unos aliados desleales y percibido en el extranjero como un socio dudoso.
Si ni en casa es fiable, ¿cómo va a serlo ante las potencias de primer grado, caso de Estados Unidos, o ante las de tercer nivel, como Marruecos?
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