La incapacidad del ministro de Exteriores para dirigir nuestra política exterior es cada vez mayor. Ahora tiene el valor de acusar a la Casa del Rey y al Ministerio de Cultura de haberle ocultado la falta de representación de España en Notre Dame, asunto del que se venía hablando desde cuatro días antes de la ceremonia y en el que su Ministerio tendría que haber fijado posición desde que se recibió la invitación. Pueden seguir haciendo el ridículo diciendo que las invitaciones eran «nominales e intransferibles» e intentar explicarnos entonces si Francia había vetado al Rey Carlos III y designado al Príncipe de Gales. Siempre que en la gestión de una tormenta entra Albares, la cosa tiende a empeorar. Ahora lleva al Gobierno al choque abierto con el Rey.
Tras meses pidiendo ser llamado a declarar finalmente lo hará el 20 de diciembre, dos días después de la declaración ante el juez de Begoña Gómez. Como todas las relativas a este caso, que siempre han coincidido con situaciones procesales de casos judiciales que afectan a la familia y el entorno del presidente del Gobierno. La instrucción del caso por parte de la juez ha extendido innecesariamente un proceso que quizá debería haber sido archivado y puede resultar en una vulneración de derechos del artista.
La presidenta de la Comunidad de Madrid ha salido presta a denunciar la distorsión de la realidad que representa el que el Gobierno de la nación pretenda organizar cien actos para conmemorar los cincuenta años de la muerte del general Franco. (Se les olvida apostillar que en la cama, murió en la cama). Cuando Sánchez tiene un problema, el primer recurso es el «francomodín» para que todo el mundo hable de Franco y no de las acusaciones de corrupción que asolan a su familia y allegados. A ver si esta vez también tiene efecto.
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