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19 de abril de 2024

Tribunamanuel sánchez monge

El pensamiento catedral

Sí, es verdad que los políticos en general no ven más allá de las próximas elecciones. Pero a todos nos iría mejor si programásemos a 30 o 50 años vista. Si Gaudí no hubiera pensado a largo plazo no hubiera comenzado la construcción de la Sagrada Familia ni los romanos nos hubieran dejado el acueducto de Segovia

Actualizada 00:45

Vivimos inmersos en la prisa, tenemos la sensación de que no tenemos tiempo para atender los temas complejos de este mundo complicado. La tremenda rapidez para pasarnos información que nos proporcionan las nuevas tecnologías como el móvil, la mensajería digital, internet, las redes sociales y la globalización de la vida diaria nos sumergen en un cortoplacismo que nos impide pensar en el futuro.
El filósofo social Roman Krznaric (Sidney, Australia 1971) ha publicado un libro con el título muy revelador, El buen antepasado. Cómo pensar a largo plazo en un mundo cortoplacista (Capitán Swing). En él expone el núcleo de lo que él llama el 'pensamiento catedral'. Hay que hacer proyectos de largo alcance, con décadas o siglos por delante. Así procedían los que construyeron nuestras famosas catedrales: comenzaban la construcción aun estando seguros de que no las verían terminadas. Si legamos a las futuras generaciones un mundo en mejores condiciones que lo encontramos, seremos de verdad 'buenos antepasados'. Si no tenemos en cuenta los derechos de las generaciones venideras, padecerán las consecuencias de nuestras decisiones basadas en un cortoplacismo frenético. Reconozcamos que vivimos presos de la inmediatez y la velocidad.
Sí, es verdad que los políticos en general no ven más allá de las próximas elecciones. Pero a todos nos iría mejor si programásemos a 30 o 50 años vista. Si Gaudí no hubiera pensado a largo plazo no hubiera comenzado la construcción de la Sagrada Familia ni los romanos nos hubieran dejado en herencia el acueducto de Segovia. Por otra parte, en España todavía perdura la cultura del agua de los árabes y convendría reivindicarla.
¿Por qué es importante el futuro y el pensamiento catedral? Porque hay muchos temas que rebasan nuestro ciclo vital y las decisiones que tomamos ahora pueden complicar seriamente la vida de las generaciones futuras. Convertirnos en mejores pensadores a largo plazo nos ayudará a abordar de diferente manera problemas como la crisis climática, los riesgos de la inteligencia artificial y hasta la injusticia racial que se transmite de generación en generación.
El libro de Krznaric originalmente titulado Empathy: A Handbook for Revolution, toma el concepto psicológico de empatía establecido desde hace mucho tiempo y revela cómo puede ser una fuerza para la transformación social y política. Nuestro pensador distingue entre la empatía afectiva (empatía como respuesta emocional compartida) y la empatía cognitiva (empatía como capacidad de ponerse en la piel de los demás y comprender su visión del mundo), argumentando que esta última tiene un papel particularmente importante que desempeñar en el cambio social.
Nos asalta una pregunta: ¿podemos pensar a largo plazo cuando hay gente que bastante tiene con pensar en comer cada día? Es difícil pensar en el futuro cuando cuesta llegar a fin de mes, pero no son los más ricos los que más piensan en la herencia que van a dejar a las generaciones futuras. Replantear el debate público pensando en nuestra aportación a las futuras generaciones puede inspirarnos a encontrar nuevas fórmulas de colaboración y solidaridad humana, porque el rumbo que llevamos no parece ser el correcto.
Los discípulos de Jesús de Nazaret encontramos en el evangelio una buena ayuda para pensar en el futuro sin descuidar el presente. A cada día le basta su afán, se nos dice, pero también se nos recuerda al rico que amplió sus almacenes para guardar la extraordinaria cosecha y no pensar más que en gozar y divertirse: «Si mañana tienes que entregar tu vida, tus bienes ¿de quién serán?».
  • Manuel Sánchez Monge es obispo de Santander
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