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26 de abril de 2024

TribunaIsabel María de los Mozos y Touya

Debate necesario, irrenunciable

Lo que está en juego es cerrar filas sobre el derecho a la vida, sobre la familia tradicional como base de la sociedad, sobre la igualdad jurídica de todos ante la ley, y sobre la libertad profesional y educativa

Actualizada 10:32

El dirigente del principal partido de la oposición está como en una escalera pública, pero no se percibe bien si sube o baja… Y va dejando caer algunas cosas, y aplazando cuestiones muy fundamentales, dando por supuesto el consenso de la «gente de bien» que suele votar a su partido. Esa gente que no pretende molestar a nadie (imponiendo leyes generales para supuestos excepcionales, con fines deformantes de ingeniería social totalitaria), gente que quiere la prosperidad de todos en España y fuera de nuestra patria, que pretende mirar al futuro para superar el pasado, sin rencores heredados, y que no admite la invasión pública de la privacidad, en perjuicio de la libertad… Sin embargo, el nuevo dirigente del noroeste, como medida preventiva, trata de aplazar el necesario debate ideológico real, sin cuya clarificación meridiana, su llegada a la Moncloa parece más bien incierta. Y es que, con todo respeto, no se puede poner el carro delante de los bueyes, como le mal aconsejan algunos, seguramente. Por imprescindible que sea el carro del que tirar, debe quedar muy claro cuáles son las prioridades irrenunciables, las condiciones ineludibles y a dónde dirigir ese carro, al servicio de sus votantes y del resto de la sociedad española. De lo contrario, incertus an, incertus quando.
Recientemente, ha quedado patente que el mundo occidental tiene que cambiar algunas cosas, porque estamos en horas cruciales. Y no se puede permitir que venga a darnos lecciones de ética pública un invasor infame, criminal de guerra, procedente del KGB, que se le da muy bien envenenar a sus enemigos y encarcelar a sus adversarios políticos, que viene amenazando al mundo con utilizar su arsenal nuclear (anunciando ahora que abandona unilateralmente el tratado de reducción de armas nucleares con USA) y que, el otro día, mientras exaltaba de forma grandilocuente el valor de la familia formada sobre el matrimonio de un hombre y una mujer, sus aviones lanzaban bombas sobre objetivos civiles, un montón de gente que esperaba en una parada de autobús, miembros de familias ucranianas…
¿Puede alguien así dar alguna lección moral a nadie? Sin embargo, hay gente que aplaude a este personaje, sólo por lo que dice defender en materia de familia que, como realidad natural y espontánea, es de lo poco que sigue en pie en esa maltratada parte del mundo, a pesar de sus autoridades…
Este es el contexto. La política decente exige una respuesta moral, aunque sólo sea ese mínimo ético que representan los bienes jurídicos a los que sirven los distintos tipos delictivos y que, en último término, están ya en nuestra propia Constitución vigente. Por eso, muchos votantes del Partido Popular le pedimos a su presidente un compromiso público y claro, principalmente: para regular el aborto, partiendo del respeto a la vida de cada individuo (sin plazos exculpatorios, sin más). Para revertir el matrimonio entre personas del mismo sexo, que sólo requeriría una ley ordinaria y bastaría con volver al matrimonio constituido por un hombre y una mujer, introduciendo un contrato «a modo de matrimonio» (lo cual superaría ese estrambote jurídico, avalado por el Tribunal Constitucional con el voto dirimente de su presidente). Para reformar la adopción de los matrimonios en sentido estricto, excluyendo la de personas no casadas (sin perjuicio de otras fórmulas ajenas a la filiación). Para exigir que, parafraseando a los «podemitas», la igualdad sea la igualdad, sin discriminaciones positivas injustificadas que agraven la situación jurídica de los ciudadanos que no formen parte de ninguna excepción minoritaria. Para dejar a los médicos y al resto de profesionales ejercer su propio oficio, sin injerencias públicas. Para garantizar la libertad educativa, de conciencia y de expresión, debidamente.
En definitiva, lo que está en juego es cerrar filas sobre el derecho a la vida, sobre la familia tradicional como base de la sociedad, sobre la igualdad jurídica de todos ante la ley, y sobre la libertad profesional y educativa, al menos. Si esto está claro, habrá certus an, certus quando (en las próximas elecciones, en primer lugar). Y tal vez, habría que recuperar aquel eslogan de: «Para seguir adelante».
  • Isabel María de los Mozos y Touya es profesora titular de Derecho Administrativo en la Universidad de Valladolid
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