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12 de septiembre de 2024

tribunaTomás alfaro

¡Son los mismos!

La estrategia de Gramsci suponía aceptar formalmente la democracia para destruirla desde dentro. ¿Cómo? Fomentando en las sociedades democráticas valores contrarios a los que han sustentado a Occidente y los que han hecho posible que florezcan las democracias

Actualizada 09:15

Estos días han pasado dos cosas: Primera: La ceremonia de apertura de los JJ.OO. de París 2024, con el bochornoso espectáculo que, además de la blasfemia, ha sido un monumento al mal gusto y una burla de los valores de nuestra civilización.

Segunda: Elecciones en Venezuela, donde Maduro ha instrumentado un pucherazo que le perpetuará en el poder.

Pregunta: ¿Tienen alguna relación estos dos acontecimientos?

Respuesta: No es que tengan alguna relación, es que los que los han perpetrado son los mismos.

El nexo de unión se llama Antonio Gramsci. Gramsci fue secretario general del Partido Comunista Italiano de 1924 al 27. En 1926, fue encarcelado por Mussolini, hasta su muerte en 1937. Durante esos años se dio cuenta de que la estrategia de la revolución armada para implantar el comunismo era absolutamente inviable en Europa. Además, escribió Los cuadernos de la cárcel. Son unas 5.000 páginas en las que se puede identificar su estrategia para implantar en comunismo. Los «cuadernos» pasaron desapercibidos durante decenios. Pero en 1976, Berlinguer, secretario general del PCI, los rescató del olvido y parió el Eurocomunismo.

La estrategia de Gramsci suponía aceptar formalmente la democracia para destruirla desde dentro. ¿Cómo? Fomentando en las sociedades democráticas valores contrarios a los que han sustentado a Occidente y los que han hecho posible que florezcan las democracias. Se trataría así de descomponer la sociedad y, en el río revuelto, hacerse con el poder aparentemente democrático pero despojado de sus atributos fundamentales, en especial la seguridad jurídica del Estado de derecho y la separación de poderes, y perpetuarse en él. Esto había que lograrlo con una estrategia de infiltración paulatina en todas las instituciones: Judicatura, escuelas y universidades, medios de comunicación, artistas, parlamento y, por supuesto, la Iglesia Católica, a la que Gramsci identificaba como el bastión de la cultura occidental. El objetivo era destruir a la Iglesia desde dentro. Por supuesto, jamás había que llevar esta infiltración de cara; siempre solapadamente. Para esta infiltración todos los medios eran válidos empezando, por supuesto, por el uso sistemático de la mentira sin el más mínimo rubor. Para el utópico fin de construir la sociedad sin clases, paradigma de la justicia y la felicidad, cualquier medio era válido.

Con todo, para el comunismo, ganar unas elecciones es muy difícil. Pero para la estrategia gramsciana eso no importa. Basta con tener una cierta representación en el parlamento. Cualquier diputado comunista gramsciano se presentará como un paladín de la democracia, al tiempo que intentará dañar las instituciones que configuran el Estado de derecho. Si, además, se consigue que un partido socialista colabore en esta función o, incluso, lleve la iniciativa, pues mejor que mejor. Si se puede llevar la infiltración gramsciana al interior de ese partido a través de uno de sus líderes, ¿se podría pedir más? Se trata de que el día que las ganen, en conjunto con ese partido socialista, no vuelva a haber elecciones libres nunca más.

La estrategia gramsciana está funcionando muy bien. Francia y España son buenas representantes. De España no voy a hablar por no caer en obviedades que se comentan todos los días. En Francia, la coalición de Mélenchon ha sido la más votada en las legislativas. Nunca había ocurrido algo así en Francia. Pero, de momento, en Europa no hemos llegado al punto de no retorno. En Venezuela sí. En Europa estamos todavía en la fase disolutiva. Los JJ.OO. se han utilizado así. ¡La cosa va por buen camino! Son los mismos y la pinza se va cerrando. Es posible que Thomas Jolly no sepa el juego que está jugando. Simplemente se deja querer por la pasta que da hacer este tipo de cosas. Pasta dada por Francia con los impuestos de los franceses, católicos incluidos. Simplemente, Jolly es uno de los infiltrados abducidos, en este caso por una pasta fácil que sería incapaz de ganar como auténtico artista.

Si a alguien no le basta con la conexión gramsciana, ahí va otra: Nuestro ex presidente Zapatero. Ahí está, de mamporrero de Maduro tras haber sembrado España de todo lo necesario para que la estrategia de Gramsci florezca. ¿Infiltrado de la estrategia gramsciana en el PSOE? Caben pocas dudas. Y, o mucho me equivoco, o cuando Sánchez deje de ser presidente, también lo veremos paseándose por allí. Ahora todavía no, porque no es bueno para ganar votos.

Quede claro. Maduro y Thomas Jolly son lo mismo. Y con ellos están Zapatero y Sánchez y nada me extrañaría que Macron.

  • Tomás Alfaro es profesor de ADE en la Universidad Francisco de Vitoria
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