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19 de septiembre de 2024

tribunaricardo gómez díaz

Auge y caída de los Mossos

Las culturas de cuerpos policiales basadas en ideas políticas acaban siempre en una cercanía con el poder que finalmente contamina las actuaciones técnicas

Actualizada 01:30

Hace justo ahora 30 años, en el verano de 1994, una ola de calor asoló Cataluña y más de 200 incendios se declararon: murieron varias personas y los 'payeses' de la zona central vieron sus masías devastadas por el fuego que duró más de un mes. Poco antes, en las comarcas del interior cercanas a Manresa y Berga, se habían desplegado por primera vez los Mossos d'Esquadra, la nueva Policía de la Generalitat.

Los campesinos de la zona expresaron, días después de los hechos, sus críticas hacia los nuevos policías, en teoría tan ansiados por los catalanes más nacionalistas: «¡Que vuelva la Guardia Civil!» decían a los periodistas que les preguntaban por lo sucedido. Al parecer, los Mossos habían aplicado un protocolo mucho más exigente y habían expulsado de sus casas incluso a los propietarios más alejados de los incendios, propiciando una mala gestión que complicó más las cosas en vez de facilitarlas.

Algo así vivimos esta semana en la concentración que pretendía acompañar a Puigdemont hasta el Parlament en su regreso a España tras casi 7 años fugado de la Justicia. En estos años de proces, distintos operativos montados con aparente espectacularidad y gran despliegue de medios (marca de la casa) obtuvieron igual resultado, exceptuando, si obviamos muchos detalles, los atentados de Barcelona y Cambrils. Recuerden el «bueno, pues muy bien, pues adiós» de Trapero a un periodista holandés.

Los peajes en el verano de 2012 estaban bloqueados para miles de automovilistas atrapados, como el jueves, en las carreteras catalanas; las calles de Barcelona ardieron en 2019 y los Mossos tuvieron que ser 'rescatados' en plaza Urquinaona y Vía Layetana por el Cuerpo Nacional de Policía; las urnas se colocaron en octubre de 2017 y los enfrentamientos acabaron siendo más con Policía y Guardia Civil que con los participantes en el referéndum ilegal (algunos mossos llegaron a transportar urnas).

¿Qué ha pasado con el cuerpo de Mossos d'Esquadra en todos estos años para, de ser la policía modelo que nos presentaba el pujolismo oficial, reciba hoy críticas tanto de independentistas como de constitucionalistas? ¿Qué ha ocurrido con la reputación de los Mossos, tanto desde el punto de vista de su vinculación política como de la falta de eficacia policial en la gestión de la seguridad ciudadana o el trato desigual en la 'represión' de manifestantes según sean de un color o de otro?

Las encuestas de percepción de los Mossos en Cataluña elaboradas por el CIS catalán (CEO) nos dicen que la opinión de la media de ciudadanos ha ido fluctuando en estos años con una nota siempre positiva pero un claro bajón durante los años más intensos del procés en los que, contrariamente, la valoración de la Policía y la Guardia Civil mejoró, llegando a superar a la del propio Gobierno de la Generalitat y únicamente un punto por debajo de los Mossos (6,24 y 5,24, respectivamente).

Sin embargo, escándalos de toda índole han debilitado la reputación de los mossos: desde las torturas en la comisaría de Les Corts en tiempos del tripartito y el conseller Saura que llevaron a la creación de un código ético, pasando por la polémica muerte de un empresario en 2013 en el Raval de Barcelona, el procesamiento del mayor Trapero que evitó la cárcel en el último minuto, o por los seguimientos a otros cuerpos policiales y dirigentes de partidos contrarios a la independencia durante el procés, así como la falta de actuación para atajar la corrupción del poder político al que servían.

Hay dos factores clave de la reputación, especialmente cuando hablamos de organizaciones hechas por personas que interactúan con otras personas, y un cuerpo policial si algo hace es tratar con ciudadanos: uno es la actitud, de la que derivamos una opinión acerca de una institución en su conjunto, como los Mossos. Cómo es el trato habitual y desde dónde te hablan o se relacionan contigo esas personas.

En esto siempre se ha acusado al cuerpo de una actitud a menudo prepotente a la hora de tratar con ciudadanos, periodistas, incluso con otros cuerpos policiales (las imágenes de mossos gritando a policías y guardias civiles han pasado ya a la historia de la videoteca del 1-O). Algo tiene que ver ese geist (espíritu) que Pujol reflejaba en sus discursos cada año cuando visitaba la Escuela de Policía de Mollet para la entrega de despachos y que le llevó incluso en 2011 a pedirles que hablasen menos en castellano.

Y un segundo factor son las expectativas, qué esperamos que haga, cómo lo haga y qué nos entregue cualquier organización o persona. En esto los hechos del pasado jueves, como los del 1-O, hablan por sí solos. Si algo no puede hacer una policía que no sea política o propia de un régimen no democrático es no obedecer estrictamente los mandatos de las autoridades, en especial las judiciales, sobre las que se fundamenta un Estado de derecho.

La cultura corporativa de los Mossos desde su recuperación como cuerpo en los años 80 siempre ha estado en la base del principal problema reputacional del cuerpo, en la medida en que se les ha imbuido de ese complejo de superioridad -basado en otro más real de inferioridad- que podemos ver en otras instituciones del nacionalismo catalán, incluso históricamente en el Barça. Las culturas de cuerpos policiales basadas en ideas políticas acaban siempre en una cercanía con el poder que finalmente contamina las actuaciones técnicas.

En esto son elocuentes muchas imágenes en estos años, pero ninguna de ellas como la de Trapero en la Costa Brava en casa de Rahola en Cadaqués tocando la guitarra mientras cantaba ‘Palabras de Amor’ de Serrat junto a Puigdemont, Laporta y otros dirigentes de Junts. Por cierto, Trapero iba ataviado con un sombrero de paja en esas fotos del verano de 2016, recomiendo recuperarlas en internet, exactamente igual que como hemos sabido este fin de semana que Puigdemont desapareció ante los ojos de los 300 mossos desplegados por el sucesor de Trapero, el comisario Sallent, al más puro estilo Houdini.

  • Ricardo Gómez Díez es Dircom especializado en Reputación
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