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Una misa celebrada por los monjes benedictinos del Valle de los Caídos

Una misa celebrada por los monjes benedictinos del Valle de los Caídos

Cada segundo comienzan entre cuatro y cinco misas en el mundo

Se calcula que alrededor de 8.500 eucaristías se celebran simultáneamente en algún rincón del planeta

«En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo». Esta fórmula, con la que da comienzo la misa, se repite cuatro o cinco veces cada segundo en algún lugar de la Tierra, pronunciada en centenares o miles de idiomas diferentes. La sorprendente cifra la ofrece el sacerdote estadounidense George W. Kosicki, CSB, en su libro Intercession: Moving Mountains by Living Eucharistically (Intercesión: mover montañas viviendo eucarísticamente), pero se ha viralizado ahora gracias a un mensaje publicado en la red social X por Jóvenes Católicos, una cuenta que acumula casi 200.000 seguidores.

Según este sacerdote y escritor –que posee varios títulos que se han convertido en auténticos fenómenos editoriales–, «hay entre 8.000 y 9.000 eucaristías celebrándose simultáneamente» en todo el planeta. «Es verdaderamente inspirador y sobrecogedor considerar que, en cualquier momento dado, se están celebrando miles de misas en todo el mundo, y el sacrificio infinitamente perfecto del Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesús se está ofreciendo amorosamente al Padre Eterno», añade el padre Kosicki en el citado libro.

Más de 405.000 sacerdotes

No es complicado llegar a las cifras que ofrece el sacerdote. La Iglesia católica cuenta con algo más de 405.000 presbíteros que deben celebrar la misa a diario. Además, muchos de ellos ofician varias más cada jornada, especialmente los domingos. Si un día tiene 86.400 segundos, basta con hacer la división para obtener una media de entre 4 y 5 eucaristías que dan comienzo cada segundo en el planeta. Además, si una misa dura, de media, en torno a los 30-35 minutos, se concluye que entre 8.000 y 9.000 se están celebrando simultáneamente.

El padre Kosicki, en su libro, explica que «siempre y en todas partes puedo ofrecer mi situación presente». «Nada es demasiado pequeño para ofrecer; nada es insignificante cuando se ofrece eucarísticamente, cuando se ofrece en unión con Jesús por la salvación de las almas para gloria del Padre. Se llama intercesión. Estamos llamados a ello», concluye.

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