Un pastor para nuestros días
Como pastor, León XIV sabe que su misión es confirmar a los hermanos en la fe, ser principio de unidad y guiar la misión evangelizadora. Como hombre de Dios, sabe que la fuerza de la Iglesia no está en el poder, sino en el servicio, en la humildad, en la caridad y en la fidelidad al Evangelio
La tarde del 8 de mayo de 2025 quedará grabada en la memoria de la Iglesia y del mundo. La Plaza de San Pedro, colmada de fieles de todos los continentes, vibró de emoción cuando la fumata blanca anunció la elección del nuevo sucesor de Pedro: el cardenal Robert Francis Prevost, ahora León XIV. Un hombre sencillo, humilde y cercano, cuya vida y palabras ya han comenzado a iluminar el horizonte de la Iglesia universal.
La misión del Papa hunde sus raíces en la misma voluntad de Jesucristo, quien confió a Pedro las llaves del Reino de los Cielos y el encargo de confirmar a los hermanos en la fe (cf. Lc 22,32), apacentar su rebaño (cf. Jn 21,15-17) y ser principio de unidad entre los discípulos. En un mundo marcado por la incertidumbre, la confusión y la búsqueda de sentido, el sucesor de Pedro es faro que orienta, testigo de la verdad y custodio de la fe recibida de los apóstoles. Su palabra, su testimonio y su magisterio son fuente de confianza y de esperanza para los creyentes, llamados a vivir y anunciar el Evangelio con alegría y valentía.
El Papa es también el principio visible de unidad y comunión en la Iglesia. En su persona, la diversidad de carismas, culturas y tradiciones encuentra un punto de encuentro y de reconciliación. Como nos recuerda el Concilio Vaticano II, la Iglesia es misterio de comunión y misión. El Papa, en su servicio humilde, es garante de esa unidad que no uniformiza, sino que integra y armoniza, haciendo de la Iglesia un signo de fraternidad universal. Finalmente, el Papa es el primero en la misión. «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos» (Mt 28,19). La Iglesia existe para evangelizar, para anunciar a Cristo y su Reino. El Papa, como primer misionero, anima, impulsa y orienta la acción evangelizadora, recordándonos que la misión es tarea de todos, que la caridad y la cercanía a los pobres son el corazón del Evangelio, y que el anuncio de Cristo resucitado es la razón de nuestra esperanza.
La elección de León XIV ha sorprendido y conmovido a la Iglesia. Su perfil sintetiza lo mejor de la eficacia organizativa estadounidense y la sensibilidad pastoral latinoamericana, fruto de casi dos décadas de servicio en Perú, en barrios humildes, como formador de sacerdotes y obispo de Chiclayo.
Nacido en Chicago, de raíces españolas por parte de madre, agustino de vocación y corazón, León XIV ha sido misionero, pastor y formador en América Latina. Su experiencia le ha permitido conocer de cerca el dolor de los migrantes, la pobreza estructural y la esperanza de los pueblos que luchan por la dignidad y la justicia.
Quienes le conocen destacan su humildad, su cercanía y su capacidad de escucha. No es un hombre de gestos grandilocuentes, sino de presencia serena, de palabra sencilla y de corazón abierto. Su paso por Perú, su vida entre los pobres, su opción por los últimos, lo han configurado como un pastor con «olor a oveja», cercano a la gente y atento a las heridas del mundo. León XIV es también un hombre de sólida formación intelectual: licenciado en Matemáticas y doctor en Derecho Canónico, con una tesis sobre el gobierno participativo en la tradición agustiniana. Como prefecto del Dicasterio para los Obispos, ha promovido criterios de sinodalidad, misericordia y opción por los pobres, en sintonía con el magisterio del Papa Francisco.
Su primer discurso, pronunciado desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, ha sido un mensaje de paz, de amor universal y de esperanza firme en Cristo resucitado: «¡La paz esté con todos vosotros! Queridísimos hermanos y hermanas, este es el primer saludo de Cristo Resucitado, el Buen Pastor que dio la vida por el rebaño de Dios. También yo quisiera que este saludo de paz entrara en sus corazones, llegara a sus familias, a todas las personas, dondequiera que estén, a todos los pueblos, a toda la tierra. ¡La paz esté con vosotros!».
Deseos de paz, de amor universal y de esperanza firme en Cristo resucitado, de confianza firme porque «Dios nos quiere bien, Dios los ama a todos, ¡y el mal no prevalecerá! Todos estamos en las manos de Dios. Por lo tanto, sin miedo, unidos mano a mano con Dios y entre nosotros, sigamos adelante. Somos discípulos de Cristo. Cristo nos precede».
También ha dejado claro que quiere «una iglesia misionera», que «tienda puentes», abierta «al diálogo y al amor». En un gesto de gratitud y continuidad, León XIV ha dado las gracias al Papa Francisco, cuya voz «débil y valiente» aún resuena en el corazón de la Iglesia, y ha reafirmado su deseo de caminar junto a todos, como Iglesia unida, fiel a Jesucristo y a los pobres.
Sus palabras han puesto de relieve tres grandes ejes:
- La paz como don y tarea, llamando a «una paz humilde y desarmada», invitando a construir puentes mediante el diálogo y la reconciliación, en un mundo desgarrado por la violencia y el enfrentamiento.
- El amor universal de Dios: «Dios nos quiere a todos», ha repetido, recordando que nadie queda fuera del abrazo misericordioso del Padre. La Iglesia está llamada a ser casa abierta, hospital de campaña, madre que acoge y acompaña.
- La victoria de Cristo resucitado: «El mal no prevalecerá», ha proclamado, reafirmando la esperanza cristiana en la resurrección y en la fuerza transformadora del Evangelio. «Queremos ser una Iglesia que camina y que busca siempre la paz, la caridad y que busca ser cercanos a todos los que sufren».
Estas palabras, pronunciadas por León XIV en su primer mensaje, resumen el programa de un pontificado que se anuncia como tiempo de renovación, de apertura y de fidelidad creativa al Evangelio. Una Iglesia en salida, sin miedo, humilde y desarmada, que camina junto a la humanidad, especialmente junto a los que sufren.
El nuevo Papa nos invita a ser una Iglesia sin fronteras, donde la comunión y la misión se entrelazan, donde la caridad es el criterio supremo y la cercanía a los pobres es el termómetro de la autenticidad evangélica. Nos llama a construir puentes, a derribar muros, a ser sembradores de paz y testigos de la esperanza que brota de Cristo resucitado. La elección de León XIV es signo de los tiempos: un Papa estadounidense, agustino, obispo en Perú, de raíces multiculturales y sensibilidad global. Su vida es testimonio de que la Iglesia es católica, es decir, universal, capaz de integrar la diversidad y de dialogar con el mundo desde la riqueza de sus tradiciones.
Como pastor, León XIV sabe que su misión es confirmar a los hermanos en la fe, ser principio de unidad y guiar la misión evangelizadora. Como hombre de Dios, sabe que la fuerza de la Iglesia no está en el poder, sino en el servicio, en la humildad, en la caridad y en la fidelidad al Evangelio.
Que María santísima, Madre de la Iglesia, acompañe al nuevo Papa y a todo el Pueblo de Dios en este camino de esperanza.
- Monseñor José Ángel Saiz Meneses es arzobispo de Sevilla.