¿Qué se necesita para ser obispo? Así es el curso en Roma que prepara a los 'novatos' para liderar la Iglesia
El bilbaíno Ramón Goyarrola, obispo de la diócesis finlandesa, que es más grande que Italia y donde apenas hay 20.000 católicos, lo tiene claro: «Servir, servir y servir»
En medio de los tiempos actuales, donde el mundo y la Iglesia atraviesan transformaciones, Roma se convierte nuevamente en el escenario de un encuentro clave: el curso anual para la formación de obispos recién ordenados. Organizado por el dicasterio para los obispos, este seminario representa una oportunidad para que los prelados recién consagrados en el último año profundicen en su misión pastoral, en un contexto donde la sinodalidad marca la hoja de ruta de la Iglesia.
Así, un año más, los obispos participantes, provenientes de todas partes del mundo, en total unos 200, de los cuales siete son españoles, se sumergen en un itinerario de reflexión y formación que comenzó el pasado domingo 15 de septiembre y se extenderá hasta el próximo sábado 21. El seminario ofrece a los participantes una valiosa oportunidad para conocer más de cerca el funcionamiento de las instituciones de la Iglesia, estableciendo lazos con los dicasterios y otras entidades vaticanas, así como fortalecer su comunión con el Sucesor de Pedro. Los obispos participan en celebraciones litúrgicas en algunas de las basílicas más emblemáticas de Roma y aprovechan la oportunidad del curso para dialogar sobre cuestiones prácticas que atañen a la administración diocesana, siempre con el objetivo de servir mejor a sus comunidades. Además, el próximo jueves 19, todos los participantes serán recibidos en audiencia por el Papa Francisco.
El curso de formación para obispos se desarrolla este año en el Pontificio Colegio San Pablo Apóstol, a excepción de los días 18 y 19 de septiembre el cual tendrá lugar en la Pontificia Universidad Urbaniana de Roma. Este programa, que antes duraba un mes, se ha reducido a seis días, lo que limita el tiempo para profundizar en tantos temas útiles para desarrollar la pastoral de un territorio. A pesar de esto, el enfoque es claro: fraternidad y amistad entre los obispos, quienes provienen de realidades y contextos muy diferentes. «Cada diócesis tiene sus retos», explica el obispo español de Helsinki, monseñor Ramón Goyarrola, participante en el curso de obispos. Estos tratan numerosos temas de la Iglesia, como de Derecho Canónico, además de cuestiones económicas y sociales que enfrentan en sus territorios: «Hay problemas en cada diócesis, cada uno tiene sus cosas: dificultades económicas, guerras, sacerdotes problemáticos...», añadió, destacando la importancia de la unión entre ellos en medio de sus realidades.
El curso está dirigido por el dicasterio para los obispos, aunque, en la práctica, todos los dicasterios de la Santa Sede participan, ya que cada uno se prepara alguna sesión informativa, con figuras destacadas como el cardenal Ghirlanda y monseñor Fisichella. Las jornadas empiezan temprano, a las 7 de la mañana con la misa y los laudes, seguidas del desayuno. A partir de las 9 comienzan las sesiones, con una primera clase, seguida de comentarios y preguntas, y luego una segunda sesión. «Sobre todo, lo más importante es encontrarse con los otros», comenta Goyarrola, subrayando cómo, a pesar de los problemas económicos o los conflictos sociales, siempre hay una esperanza que comparten entre ellos.
«Somos una familia pequeñita»
Finlandia tiene un único obispo para 20.000 católicos: es médico, español y del Athletic
La última palabra de Jesús fue «Finlandia»
Lo que más llama la atención sobre monseñor Ramón (Raimo, en finlandés) Goyarrola, es que es el único obispo en toda Finlandia, un país de más de 338.000 kilómetros cuadrados, donde apenas hay 20.000 católicos, es decir, el 1% de la población. Además, Goyarrola es médico, bilbaíno y miembro del Opus Dei, lo que añade aún más singularidad a su perfil. Con una sonrisa, Goyarrola también recordó una curiosidad sobre su vida: nació el mismo día y hora en que Neil Armstrong pisó la luna, un hecho que siempre le ha parecido significativo. «Yo también he llegado lejos», bromea, refiriéndose a su ubicación geográfica.
A pesar de los desafíos que enfrenta su diócesis –especialmente los económicos, ya que el Estado de Finlandia financia principalmente a la Iglesia luterana y aporta solo 6 euros por católico–, monseñor Goyarrola mantiene un mensaje esperanzador: «Soy optimista, quiero centrarme en la pastoral, no tanto en el dinero. Veo la diócesis como una familia, en la que tengo que encontrar el alimento para mis hijos».
El obispo también tiene grandes proyectos de apostolado para el futuro del país: «Queremos abrir un colegio católico, una residencia de ancianos, un campamento para jóvenes, y una casa para ejercicios espirituales», comentó con gran ilusión. Para él, no hay dificultades. Con humor, asegura que «la última palabra que Jesús dijo fue Finlandia», jugando con la frase bíblica «hasta el fin del mundo» y conectándola con la ubicación remota de Finlandia.
Además, subrayó el notable ecumenismo que se vive en el país: «Es una bendición de Dios, somos la misma familia». Cuenta, por ejemplo, cómo durante este año se ha organizado la primera procesión de la Virgen junto con los ortodoxos por las calles de Helsinki: «Los turistas alucinaban». El obispo también reflexiona sobre su propia misión y el sentido de servicio que guía su vida: «Servir, servir y servir. Cuando uno sirve no tiene tiempo para sí mismo. Consigues una paz interior increíble». Al hablar de su futuro y el de su comunidad, expresó con optimismo: «Tengo tantos sueños allí. Cuando uno se enamora, todo es posible. Yo, cuando llegué a Finlandia, me enamoré».
Al preguntarle si ha aprendido algo de sus compañeros obispos durante el curso, monseñor Goyarrola reflexionó sobre las dificultades que enfrentan muchos de ellos en sus respectivas diócesis: «He hablado con obispos que, por la violencia o las guerras en sus países, incluso deben cambiar de idioma para evitar ser controlados. Esto me ha hecho dar más gracias a Dios por estar en Finlandia, donde, a pesar de los desafíos, tenemos paz». A lo largo de estos días, ha subrayado la importancia de la gratitud y del sufrimiento compartido: «Escuchar a mis hermanos obispos, muchos de ellos sonrientes en medio de tantas dificultades, me ha hecho sentir que, en nuestra Iglesia, somos la esperanza y la sal del mundo».