Los frutos secos tienen la capacidad de aportar multitud de beneficios. Estos son productos vegetales que disponen de un porcentaje de agua inferior al 50 % y que, aunque no gocen de buena fama debido a su alto contenido en grasas, hay que destacar que estas son insaturadas y que ayudan a reducir los niveles de colesterol malo. También aportan nutrientes esenciales como fibra y potasio y una amplia gama de fitoquímicos que se han relacionado con la promoción de la salud y la capacidad antioxidante. Pero dentro de estos existe una amplia gama donde elegir. Una buena opción son las nueces de macadamia. Originarias de Australia e Indonesia, tienen una forma esférica y un color blanco crema. Están recubiertas por una cáscara marrón lisa y lo suficientemente dura como para que su apertura se haga con un martillo o unas tenazas. Su buen sabor y textura, junto a su escasa producción –principalmente en Hawái, Florida, California, Centroamérica, Brasil, Indonesia y África oriental– hacen que sean uno de los frutos secos más caros del mercado. Está compuesto en gran medida por grasas, que son saludables porque los ácidos grasos dominantes son monoinsaturados. Estos contribuyen a evitar problemas cerebrovasculares y a reducir los niveles de colesterol malo. Este alimento también contiene una generosa cantidad de fibra, que ayuda a regular el tránsito intestinal, y de calcio y fósforo, que fortalece los huesos y los dientes. Proporcionan proteínas, por lo que son un buen alimento para aquellas personas vegetarianas o veganas. Asimismo, son una fuente de hidratos de carbono, lo que hace que aporten mucha energía y sean perfectos para aquellos que practican deporte y ejercicio físico intenso. También son ricas en vitaminas C y E y en antioxidantes, que previenen enfermedades relacionadas con el envejecimiento y fortalecen el sistema inmunitario. Las nueces de macadamia suelen consumirse crudas, a modo de snack, como cualquier otro fruto seco. Su textura cremosa y su sabor similar al del coco las hace ideales a la hora de incluirlas en postres como magdalenas, bizcochos o galletas. De la misma forma, pueden freírse, garrapiñarse, tostarse o molerse. Es habitual encontrarlas también en elaboraciones saladas, como ensaladas o cremas de verduras. Igualmente, se incluyen en patés o quesos y combinan muy bien en un bol con cereales o fruta, aportando novedad, sabor y punto crujiente a desayunos, meriendas y postres.
