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16 de abril de 2024

Cerebro

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El estrés de la pandemia envejece físicamente el cerebro de los adolescentes

El estudio no estaba diseñado para observar el impacto de la COVID-19 en adolescentes, sino para comprobar a largo plazo los efectos de la depresión

La Universidad de Stanford, de Estados Unidos, ha publicado un estudio en la revista Biological Psychiatry: Global Open Science, que demuestra que los factores de estrés de los jóvenes sufridos durante la pandemia del coronavirus han alterado físicamente los cerebros de los adolescentes, haciendo que sus estructuras cerebrales parezcan varios años mayores que los cerebros de compañeros comparables antes de la pandemia.
Según apuntan, solo en el año 2020 los índices de ansiedad y depresión se aumentaron en más de un 20 % en comparación con años anteriores. Los nuevos estudios indican que los efectos podrían haber sido peores en los adolescentes.
«Ya sabemos, gracias a la investigación global, que la pandemia ha afectado negativamente a la salud mental de los jóvenes, pero no sabíamos qué estaba haciendo físicamente en sus cerebros, si es que estaba haciendo algo», destaca Ian Gotlib, profesor de Psicología David Starr Jordan en la Facultad de Humanidades y Ciencias, que es el primer autor del artículo.
Los cambios en la estructura del cerebro se producen de forma natural a medida que envejecemos, señala Gotlib. Durante los primeros años de la adolescencia y la pubertad el cuerpo de los adolescentes está en continuo cambio, por ello, se produce un aumento del hipocampo y la amígdala, áreas del cerebro que controlan el acceso a recuerdos y ayudan a modular las emociones. Además, los tejidos del córtex, una zona implicada en el funcionamiento ejecutivo, se vuelven más delgados.
Gotlib comparó las resonancias magnéticas de 163 niños y vio que el proceso de desarrollo se aceleró en los adolescentes al vivir bloqueos por coronavirus. Según publicó, este tipo de cambios solo se habían dado en niños que habían padecido una adversidad crónica como el abandono, problemas familiares o violencia, entre otros.
«Aunque estas experiencias están vinculadas a una mala salud mental más adelante, no está claro si los cambios en la estructura del cerebro observados por el equipo de Stanford están relacionados con cambios en la salud mental», detalla Gotlib.
«Tampoco está claro si los cambios son permanentes. Si su cerebro sigue siendo permanentemente mayor que su edad cronológica, no está claro cuáles serán los resultados en el futuro. En el caso de una persona de 70 u 80 años, cabría esperar algunos problemas cognitivos y de memoria basados en los cambios del cerebro, pero ¿qué significa para un joven de 16 años que su cerebro envejezca prematuramente?», puntualiza el director del Laboratorio de Neurodesarrollo, Afecto y Psicopatología (SNAP) de la Universidad de Stanford.
El estudio en un primer momento no estaba diseñado para observar el impacto dela COVID-19 en adolescentes, sino para comprobar a largo plazo los efectos de la depresión en este grupo de personas.
«En comparación con los adolescentes evaluados antes de la pandemia, los evaluados después de los cierres de la pandemia no solo tenían problemas de salud mental internalizantes más graves, sino que también tenían un menor grosor cortical, un mayor volumen del hipocampo y la amígdala, y una edad cerebral más avanzada».
Estos hallazgos podrían tener importantes implicaciones para otros estudios longitudinales que han abarcado la pandemia. Si los niños que experimentaron la pandemia muestran un desarrollo acelerado en sus cerebros, los científicos tendrán que tener en cuenta ese ritmo anormal de crecimiento en cualquier investigación futura que involucre a esta generación. «La pandemia es un fenómeno global: no hay nadie que no la haya experimentado», recuerda.
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