Copenhague tiene más de 300 proyectos en curso para protegerse de inundaciones
Tras unas lluvias torrenciales en julio de 2011 que dejaron 135,4 mm de agua en solo dos horas, causando graves daños, se puso en marcha una red de túneles subterráneos
Amenazada por el mar, los acuíferos y la intensificación de las lluvias, Copenhague se ha volcado en adaptarse a los desajustes climáticos. Con más de 300 proyectos en marcha, la ciudad trabaja activamente para protegerse de las inundaciones, un desafío crítico en un lugar que corre el riesgo constante de quedar bajo el agua.
Un ejemplo destacado es el parque Karens Minde. Este espacio, antes un terreno pantanoso, ha sido renovado y transformado en una innovadora zona de gestión de aguas pluviales.
Para la capital danesa, situada junto al estrecho de Øresund, el agua representa su mayor amenaza. El instituto meteorológico local predice un aumento de las precipitaciones del 30 al 70 % hacia el año 2100, lo que coloca a las lluvias como el primer factor de riesgo. A esto se suma la subida del nivel del mar, estimada en 42 cm en promedio para finales de siglo, y el impacto de los acuíferos en una ciudad construida sobre terreno drenado.
«Todo Copenhague está negociando con el ciclo del agua, porque es una zona húmeda que fue modificada para ser habitable», explica Anna Aslaug Lund, profesora de arquitectura en la Universidad de Copenhague.
En Karens Minde, un sistema de canalización recoge el agua de lluvia de los alrededores y la conduce hacia un lago artificial ubicado a pocos cientos de metros. «El agua pasa por un área de tratamiento en la zona de drenaje antes de almacenarse y, finalmente, se vierte en el puerto», detalla Ditte Reinholdt Jensen, portavoz de Hofor, la empresa que gestiona el suministro de agua y electricidad en la ciudad.
Este enfoque combina la gestión del agua con beneficios ecológicos. Alrededor del lago, la biodiversidad prospera. «Queremos crear sinergias entre el control de las aguas pluviales y otros objetivos, como mejorar la biodiversidad, combatir las islas de calor urbano y ofrecer espacios verdes a los ciudadanos», añade Jan Rasmussen, responsable de la adaptación climática de la ciudad.
Dinamarca: un modelo de prueba
Copenhague comenzó a identificar sus vulnerabilidades en 2008, con un enfoque pionero. «El mayor desafío es que no existe un manual para este tipo de adaptación», reconoce Rasmussen. Desde entonces, la ciudad ha transformado su topografía, tanto en la superficie como bajo tierra.
Tras unas lluvias torrenciales en julio de 2011 que dejaron 135,4 mm de agua en solo dos horas, causando graves daños, se puso en marcha una red de túneles subterráneos. Estas «autopistas de agua» redirigen la lluvia en áreas donde la urbanización dificulta su gestión superficial. «Cuando no hay espacio suficiente, utilizamos tuberías para evacuar el agua fuera de la ciudad», explica Rasmussen.
Entre las iniciativas destaca la construcción de una isla artificial, diseñada principalmente como barrera contra el aumento del nivel del mar. Aunque controvertido, este proyecto es parte de un esfuerzo más amplio que ha sido elogiado internacionalmente.
«Al menos hay acción. Realmente lo están intentando», señala Isabel Froes, investigadora de la Copenhagen Business School. Froes destaca la colaboración entre investigadores, instituciones y ciudadanos para crear conciencia y promover la participación pública en el desarrollo urbano.
Según Froes, el modelo de Copenhague tiene una particularidad clave: la confianza. «Llamo a Dinamarca el país prototipo porque aquí se pueden probar nuevas medidas, involucrar a la ciudadanía y avanzar gracias a una cultura basada en la confianza», concluye.