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Ejemplar de la estrella de mar común europea Asterias rubens con un brazo regenerador

Ejemplar de la estrella de mar común europea Asterias rubens con un brazo regeneradorEuropa Press

Identificada una bacteria responsable de diezmar las estrellas de mar

Ahora que se ha identificado al patógeno, el siguiente paso será comprender qué factores ambientales propician su propagación

Más de una década después del inicio de una devastadora epidemia que ha mermado drásticamente las poblaciones de estrellas de mar en la costa oeste de América del Norte, un equipo científico ha logrado identificar la causa del denominado síndrome del desgaste de las estrellas de mar. Se trata de una cepa bacteriana, Vibrio pectenicida, que ha sido señalada como responsable de esta enfermedad que afecta a más de 20 especies distintas desde Alaska hasta México.

El hallazgo, fruto de una investigación de cuatro años, ha sido publicado en la revista Nature Ecology & Evolution y supone un avance clave en la comprensión de lo que ya se considera la mayor epidemia marina documentada en la naturaleza. Desde 2013, miles de millones de ejemplares han sucumbido a esta enfermedad, cuyo impacto ha desencadenado desequilibrios ecológicos a gran escala.

La bacteria identificada, concretamente la cepa FHCF-3 de Vibrio pectenicida, provoca en las estrellas de mar un proceso degenerativo que comienza con lesiones visibles en el cuerpo y finaliza con la descomposición total de sus tejidos en un plazo aproximado de dos semanas. Los animales infectados presentan síntomas como deformaciones, pérdida de extremidades y finalmente la muerte. Esta cepa pertenece a un género bacteriano conocido por su agresividad, que ha causado daños significativos tanto en corales como en mariscos, e incluso enfermedades humanas como el cólera.

El equipo de investigación, dirigido por Melanie Prentice del Instituto Hakai y la Universidad de Columbia Británica, se centró en la especie Pycnopodia helianthoides, comúnmente conocida como estrella de mar girasol. Este invertebrado, que puede desarrollar hasta 24 brazos y alcanzar dimensiones notables, ha sido una de las principales víctimas de la epidemia. La enfermedad ha exterminado al 90 % de su población, lo que ha llevado a incluirla en la Lista Roja de especies en peligro crítico de extinción de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

La desaparición de la estrella de mar girasol ha tenido consecuencias ecológicas de gran envergadura. Como depredadora natural de los erizos de mar, su ausencia ha propiciado un aumento descontrolado de estas poblaciones, que a su vez ha derivado en la destrucción masiva de los bosques de algas marinas. Este colapso ecológico afecta no solo a otras especies marinas que dependen de dichos hábitats, sino también a las comunidades humanas que se sostienen en parte de estos ecosistemas costeros.

El estudio se basó en una serie de experimentos controlados con estrellas de mar tanto silvestres como criadas en condiciones de cuarentena. Estos ensayos descartaron la hipótesis de un agente viral como causa principal de la enfermedad. A través de técnicas de secuenciación genética, se compararon los perfiles microbianos de individuos sanos y enfermos, lo que permitió aislar a Vibrio pectenicida como el patógeno responsable. La exposición directa de ejemplares sanos a cultivos puros de la bacteria confirmó su efecto letal.

Cabe recordar que, en investigaciones anteriores, se había propuesto como posible agente causal un densovirus, hipótesis que con el tiempo fue desestimada debido a la falta de consistencia entre los resultados experimentales y la evidencia genética obtenida.

Ahora que se ha identificado al patógeno, el siguiente paso será comprender qué factores ambientales propician su propagación. Una de las líneas de investigación más prometedoras apunta al calentamiento de los océanos, ya que se ha observado que tanto la enfermedad como otras especies de Vibrio proliferan más fácilmente en aguas cálidas. Así lo señala Alyssa Gehman, quien subraya la necesidad de estudiar la relación entre el aumento de la temperatura marina y la virulencia de este tipo de patógenos.

Este avance en la investigación abre la puerta a nuevas estrategias para mitigar los efectos del síndrome del desgaste y proteger tanto a las especies afectadas como a los ecosistemas que dependen de ellas.

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