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Vergüenza ajena y algo más

Recuperación de la censura, transformación de España en una autocracia y resiliencia de un país en el que nunca jamás pensamos que pudiera ocurrir esto

Actualizada 05:00

Hace unos días nos encontramos con perplejidad y desconcierto una carga de surrealismo en forma de carta. En ella, el presidente del Gobierno entraba en stand by con una maniobra impropia de una democracia como la nuestra, en la que pasaba a deshojar una margarita creada exprofeso para alimentar el ego insaciable de un populista.
La carta en cuestión creo que no dejo indiferente a nadie. Al sensible y agradecido Almodóvar parece ser que le provocó un llanto compungido. Yo no llegue a tanto, pero sí tengo que reconocer que a punto estuvieron de escaparse lágrimas de rabia ante tanta hipocresía, cinismo y una maldad política cautivadora de sentimientos que cercan la dignidad y el sentido común para desembocar felizmente en el alivio de una simple vergüenza ajena.
Hablaba el presidente herido «de una campaña de acoso y derribo por tierra, mar y aire para intentar hacerle desfallecer en lo político y en lo humano atacando a su esposa». ¡Cuánta desfachatez, cuando él es el máximo exponente y el mejor adalid de lo que denuncia! Aún resuenan en el Congreso sus encendidos aplausos ante las mentiras vertidas contra la mujer de Feijóo.
Derecha y ultraderecha poco menos que golpistas, medios de comunicación fascistas y jueces corruptos contra un hombre enamorado. ¡Pero por Dios! ¿hay alguien en su sano juicio al que no se le ruborice hasta el tendón de Aquiles? En fin, el país de nunca jamás al que aludía en mi último artículo publicado. En el mismo, intentando establecer cierta correspondencia con la actualidad, mencionaba que a Fernando VII se le conocía como el Rey Felón porque «era una persona sin escrúpulos, vengativa y traicionera, que rodeado de una camarilla de aduladores, orientó su política hacia su propia supervivencia», según recogen ciertas fuentes historiográficas. Hoy reafirmo mi percepción, aunque se ha superado con creces el listón de la felonía con un victimismo embadurnado de pachuli que ha instalado en el éxtasis al ministro Puente para afirmar que Sánchez cuando sale de nuestro país es el «puto amo». Es guapo y sabe inglés, principales atributos que debe tener un buen gobernante.
Esto es lo que hay España querida y dolorida. España maltratada y ridiculizada por un presidente que transporta nuestra memoria a época de Cicerón para preguntarnos aquello de hasta cuándo abusará de nuestra paciencia. Utilizar a todo un país y a su jefe de Estado con una maniobra burda y torticera me hacen plantearme la pregunta, porque deseo entender que este país tiene los resortes necesarios para defender la verdad, la igualdad y nuestra libertad. El enorme respaldo social que el presidente falsamente se arroga con doce mil autobuseros de bocadillo, debe concretarse en un ¡basta ya! lanzado al viento por millones de gargantas y su correspondiente respuesta en las urnas. La otra opción pasa por asumir la tesis del ministro macarra, los chillidos de gallina clueca emitidos por la atracadora de Hacienda, el servilismo canino de la ministra Ribera («somos perros porque somos fieles y leales» dixit), y lo que es mucho peor, pasa por la corrosión de nuestra convivencia para arropar con la piel de toro la desnudez democrática de los charlatanes de Puebla.
Mientras tanto, en la cuarta economía de la zona euro los intereses políticos del PSOE abocan a incumplir la obligación constitucional de presentar Presupuestos, el Índice de Pobreza se ha disparado con el Gobierno social comunista dando veracidad a las palabras de Mariano Grondona: «Quieren tanto a los pobres que los multiplican»; la inflación castiga a las familias más vulnerables, el paro juvenil lanza a nuestros jóvenes al espacio exterior, los okupas de vivienda campan a sus anchas, la competitividad de nuestra economía hace aguas, la deuda pública se sitúa en la estratosfera y la nefasta gestión de los fondos europeos no sabemos las consecuencias que acarreará.
Petrus Imperator ha regresado de su exilio espiritual para intentar arrebatarnos el patrimonio de convivencia que hemos atesorado desde la Transición. Se retiró en sí mismo imitando al gran Marco Aurelio, pero el fruto de sus reflexiones se sitúa en las antípodas de lo que el romano nos dejó en su obra «Meditaciones». La idea de igualdad ante la ley, regida por la equidad y la libertad de expresión igual para todos, o el no dirigir la mirada a ninguna otra cosa más que a la razón, ni siquiera por poco tiempo, son buenos ejemplos de la peligrosa involución sanchista en el nada despreciable periodo de dos mil años.
Sánchez ha vuelto para ser más Sánchez. Ha vuelto para aplicar su particular Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Recuperación de la censura, transformación de España en una autocracia y resiliencia de un país en el que nunca jamás pensamos que pudiera ocurrir esto.
Hoy, uno de mayo de 2024, al escribir estas palabras me pregunto si al publicarlas alguien llamará a mi puerta.
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