La verónicaAdolfo Ariza

¿Le quedan dos telediarios a Occidente?

Actualizada 05:00

A fuer de pesimismo es posible que se nuble la más elemental capacidad crítica; pero también es cierto que sin capacidad crítica no se tendrá noticia del más provocador y purgativo pesimismo. De ahí que, trascendiendo optimismos o pesimismos, sea realista, al menos, poder llegar a formular el interrogante: -«¿Le quedan dos telediarios a Occidente?».
No pinta bien para Occidente cuando, habiendo salido de una Modernidad caracterizable por la búsqueda de un hombre sin Dios, se ha pasado a la pretendida posibilidad de la Posmodernidad de un hombre sin lo humano o tal vez sea que, más bien, se trata de aplastar lo humano transmutándonos en ciborg (tecnicismo), o en una pretendida vuelta a la naturaleza (ecologismo) o en una predicada disolución en Dios - y en eso consiste el fundamentalismo -. (cf. F. Hadjadj).
En este no pintar bien ya están los Lipovetsky de turno para recordarnos que debemos vivir con la exigencia de estar conformes con nosotros mismos, en concordancia con nuestra voluntad. En definitiva, La consagración de la autenticidad que es su último libro. Un ejemplo palpable, en este orden de las cosas, salta a la vista cuando lo que cuenta para determinar el género no es el sexo ni el cuerpo, sino la conciencia que tenemos. Es la «tendencia» de un «transhumanismo» que aspira a modelar el cuerpo a voluntad o transferir la conciencia a chips de silicio.
Tampoco pinta bien y augura un futuro de pocos telediarios para Occidente cuando, contra todo pronóstico y en plena fe «Woke», se duda de la posibilidad de un conocimiento objetivo. Así las cosas, se predica que la ciencia se hace siempre desde un determinado punto de vista, el del hombre blanco occidental. De ahí, por ejemplo, que la biología se rechace por «virilista» y «patriarcal», porque establece que hay dos sexos en la especie humana. Consecuentemente, la ciencia deja de ser un observador imparcial, deja de ser una búsqueda de la verdad, para dar paso a la política. En lo «Woke» se aspira a «deshacerse del individuo». Se ha de rechazar la razón en nombre de la experiencia vivida y el sentimiento. El modus operandi pasa por pisotear los valores de la universalidad, la búsqueda de la verdad y el respeto a la libertad académica.
Para este avejentado Occidente «tanto la simple alegría de vivir como la interioridad inmóvil se perciben como desgracias supremas – de ahí la destrucción de los trisómicos, por ejemplo, o la eutanasia de los paralíticos», ya que unos y otros «no pueden integrarse de manera lo suficientemente competente en la sobreexcitación general» (F. Hadjadj). Ya el mismísimo Pascal nos advertía que «si la angustia ante la muerte individual provoca la huida hacia la diversión», ¿hacia qué monstruosas diversiones va a empujarnos la angustia ante la muerte colectiva? Echemos un vistazo a nuestros jóvenes más lúcidos: «Por mucho que les hablemos de trabajo, de profesiones con futuro, de éxito social, todo eso no les dice ya nada. Nuestros bonitos proyectos burgueses ya no cobran sentido alguno ante sus ojos. Necesitan éxito fácil, dinero fácil, éxtasis fácil, bingo para lo ostentoso y las orgías… porque tienen la sensación de que ya no nos queda tiempo» (F. Hadjadj).
He guardado para el final un razonamiento – traca final - del filósofo italiano Gianni Vattimo (qepd.). El argumento habla por sí mismo y, consecuentemente, preocupa por sí mismo; luego estimo que no necesita más glosa ni comentario: «Si alguien quiere tirarse por la ventana, yo lo cojo, lo ato durante algunos días, lo acaricio, le hablo durante semanas; si tras este tratamiento él quiere arrojarse todavía por la ventana debo permitírselo, porque su libertad es más importante que su vitalidad inmediata y que su supervivencia. Sobre esto sería interesante discutir: ¿no es acaso violencia el autoritarismo que dice ‘tú debes pensar así y basta’? Y el cristianismo ¿no es un acto de amor más que una revelación de la verdad? ¡También puede ser un acto de amor dejar que alguien, en un determinado momento, se tire por la ventana!».
Si como no hace muchos días ha dicho Guilles Lipovetsky con respecto al Papa Francisco - «No creo que vaya a solucionar el problema de un planeta con 9.000 millones con una cruzada moral»; ¿qué nos queda? Puede que al menos empezar por un consuelo como el que brinda Chesterton: «Es fácil ser un loco o un hereje. Casi siempre es fácil dejarse arrastrar por la corriente de la época; lo difícil es no perder el rumbo. Siempre es fácil ser modernista, como lo es ser esnob» (Ortodoxia).
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