Toro de Osborne a pie de carretera, en el término municipal de Las Cabezas de San Juan (Sevilla)
Andalucía
El mapa de los toros de Osborne: Andalucía, refugio de un símbolo de las carreteras españolas
La comunidad andaluza conserva 24 de las 92 figuras que quedan en toda España
Aparecen de pronto en la carretera, alzándose sobre colinas y llanuras. Son negros, imponentes y completamente mudos, pero dicen mucho. Los toros de Osborne, aquellos colosos de chapa nacidos como estrategia publicitaria, se han convertido con el tiempo en un símbolo del paisaje español, y muy especialmente del andaluz. De los más de 500 que llegaron a instalarse en toda España, hoy solo 92 resisten, y 24 de ellos en Andalucía.
Todo comenzó en 1956, cuando el Grupo Osborne buscaba promocionar su brandy Veterano. La agencia Azor Publicidad recibió el encargo y confió el diseño al artista Manolo Prieto. Así nació una silueta sencilla, sin rostro ni color, pero llena de carácter. El toro fue concebido como una valla de carretera, pero su presencia terminó moldeando el imaginario colectivo de varias generaciones de conductores.
Los primeros ejemplares, fabricados en madera, aparecieron en 1958. Sin embargo, el clima forzó su reemplazo por versiones metálicas a partir de 1961. Así, y con una altura de hasta 14 metros, se alzaron pronto como gigantes en el paisaje. Además, lejos de ser un simple elemento decorativo, se integraron en la experiencia del viaje. De hecho, contar cuántos se veían durante el camino se convirtió en un juego habitual.
Pero el tiempo y las normativas no fueron amables con estos símbolos. La Ley de Carreteras de 1988 prohibió la publicidad en las vías estatales, y el Reglamento General de 1994 ordenó directamente la retirada de los toros. Esto provocó una oleada de protestas. Periodistas, artistas, políticos y ciudadanos de a pie alzaron su voz para defender la figura. El toro ya no era un anuncio, sino un emblema nacional.
Tal fue el impacto de estas manifestaciones que ese mismo año, en 1994, el Congreso de los Diputados declaró al toro de Osborne patrimonio cultural y artístico de los pueblos de España. A partir de entonces, su supervivencia se amparó en la ley, aunque no todos los ejemplares lograron sobrevivir. Algunos fueron vandalizados, y otros, retirados por falta de apoyo institucional.
De hecho, en regiones como Murcia, Cantabria o Cataluña ya no queda ninguno. El último en tierras catalanas fue derribado en el año 2007. Sin embargo, en Andalucía, la historia es diferente. Según el mapa elaborado por el arquitecto Francisco Gómez de Tejada, la comunidad andaluza conserva 24 toros, lo que la sitúa a la cabeza en todo el país.
Cádiz es la provincia más «toreada», con diez figuras negras vigilando el horizonte, cinco de ellas en la A-4, entre El Puerto de Santa María y Jerez de la Frontera. Sevilla mantiene seis; Málaga, tres, y Granada, dos. Córdoba, Jaén y Almería cuentan con un toro cada una. En Huelva, sin embargo, el paisaje quedó huérfano de este símbolo.
Los toros de Osborne ya no venden brandy, pero sí evocan memoria, orgullo e identidad. Son vestigios de un pasado que aún respira, firmemente anclados en Andalucía como un símbolo que el pueblo no está dispuesto a perder. Así, mientras haya un toro en pie, habrá una historia que contar desde la carretera.