Gancheros Peñalen
El arte ancestral que convirtió al Tajo en camino y leyenda
Entre troncos, corrientes y dulzainas, la Fiesta Ganchera recuerda en Peralejos de las Truchas la épica de un oficio que marcó la historia del río Tajo
El Tajo no siempre fue solo un río. Durante siglos fue un camino, un sendero líquido donde los troncos viajaban cientos de kilómetros y donde los gancheros, hombres recios y valientes, jugaban la vida para llevar la madera hasta Aranjuez. Hoy, esa historia regresa con fuerza en la Fiesta Ganchera del Alto Tajo, que este 29 y 30 de agosto convierte a Peralejos de las Truchas (Guadalajara) en escenario de una tradición épica y emocionante, reconocida como Bien de Interés Cultural en Castilla-La Mancha y como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
El río como camino
La escena parece sacada de otro tiempo: hombres sobre troncos que bajan por el río, guiando con ganchos de hierro la madera contra la corriente, luchando con piedras y remolinos. Era un trabajo de resistencia, precisión y hermandad.
«Conduciendo los troncos por el río, a veces pierdes la noción del tiempo —recuerda Abel Moreno Lorente, ganchero de Peralejos de las Truchas—. Pasan horas que parecen minutos. Lo más bonito es la confianza en el compañero, el saber que estás en sus manos y él en las tuyas».
Poveda de la Sierra
Equilibrio, fuerza, resistencia al agua helada y buen humor eran las armas de estos hombres que hicieron del río una autopista de madera.
La fiesta que revive la memoria
Hoy, la Fiesta Ganchera transforma el oficio en espectáculo vivo: recreación fluvial en el Tajo, exhibiciones de corte de troncos, juegos tradicionales, música de dulzainas y jotas castellanas.
El momento más esperado es la suelta de troncos al río, donde el público asiste con asombro a la lucha de los gancheros contra la corriente. «Esa parte gusta mucho porque es donde realmente se nos ve trabajar», dice Abel.
En Peralejos de las Truchas, la fiesta se amplía este año con una jornada de corta y pela de pinos, demostraciones de carpintería tradicional y un cierre único: el concierto de los Hermanos Cubero. Una forma de mostrar que la tradición no se ancla en el pasado, sino que respira con fuerza en el presente.
De la literatura al cine
La vida de los gancheros fue tan intensa que trascendió el folclore y se convirtió en arte. En 1961, José Luis Sampedro inmortalizó este oficio en su novela El río que nos lleva, una obra que narra con sensibilidad y realismo la dureza y el compañerismo de aquellos hombres y mujeres.
Años después, en 1989, Antonio del Real llevó la historia al cine con el mismo título, una película que mereció una mención de la UNESCO por sus valores ecológicos y culturales. La épica de los gancheros, así, quedó inscrita no solo en la memoria oral, sino también en la literatura y en la gran pantalla.
Patrimonio vivo: de padres a hijos
La Fiesta Ganchera es mucho más que una recreación folclórica: es un ritual de transmisión generacional. Muchos de los participantes de hoy son hijos de antiguos gancheros, hombres que, aunque ya no viven de este oficio, lo reviven con orgullo en homenaje a sus padres y lo enseñan a sus hijos.
Esa transmisión oral, de padres a hijos, de abuelos a nietos, fortalece un sentimiento de unidad, pertenencia al territorio y amor por el paisaje. En pueblos como Poveda de la Sierra, Priego o Cuenca se han levantado monumentos como reconocimiento a aquellos hombres que hicieron del río un camino y de la madera, un sustento.
Poveda de la Sierra (Guadalajara)
El trabajo de las familias y de las asociaciones culturales del Alto Tajo, junto con la literatura y el cine, ha sido clave para que este legado alcanzase reconocimiento oficial. Hoy, la tradición ganchera está declarada Bien de Interés Cultural con categoría de Bien Inmaterial en Castilla-La Mancha, un paso decisivo para su protección y difusión.
Patrimonio de la Humanidad
La importancia de los gancheros traspasa las fronteras de la Serranía. «La fiesta de los gancheros» formó parte de la candidatura «Timber Rafting, transporte fluvial de madera», junto a otras regiones españolas (Aragón, Cataluña, Navarra y Valencia) y países europeos como Austria, República Checa, Alemania, Letonia o Polonia.
El esfuerzo colectivo tuvo recompensa: el 1 de diciembre de 2022, la UNESCO reconoció esta tradición como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Una distinción que sitúa al Alto Tajo en el mapa mundial de las culturas vivas que merecen ser preservadas.
Identidad de una tierra
Para los pueblos del Alto Tajo, el arte ganchero no es un simple recuerdo, sino una seña de identidad. «Es parte indiscutible de nuestra cultura y de nuestra economía forestal —explica Abel—. No solo en Guadalajara, también en Teruel y Valencia este oficio formó parte de la vida durante siglos».
La declaración como Patrimonio Inmaterial, sumada al reconocimiento regional, ha multiplicado la visibilidad de la fiesta y ha asegurado que este arte no se pierda.
Peralejos de las Truchas: corazón del Tajo
El visitante que llegue este fin de semana a Peralejos de las Truchas descubrirá un pueblo escondido entre montañas y pinares infinitos, donde el rumor del río acompaña a cada paso. Allí, la Fiesta Ganchera no es solo un evento: es una experiencia que conecta con la naturaleza, la historia y la música de una tierra reacia a olvidar.
Quien asista no verá solo troncos flotando en el agua: sentirá el pulso de la hermandad, la épica de un oficio arriesgado y la alegría de un pueblo que revive su memoria colectiva.
Una hermandad que no se rompe
Los gancheros eran hombres de pocas palabras, pero su vida estaba marcada por un valor que aún hoy lo resume todo: hermandad. Esa palabra basta para entender por qué, generación tras generación, jóvenes y mayores siguen lanzándose al río con ganchos en las manos.
«Todo lo hacemos de manera voluntaria, poniendo incluso recursos propios —dice Abel—. Pero mientras los más jóvenes sigan incorporándose, la fiesta continuará».
Priego
Más que tradición, leyenda
En cada tronco que flota por el Tajo late la memoria de un tiempo que parecía perdido. La Fiesta Ganchera es más que una recreación: es un símbolo cultural, un canto al trabajo colectivo y al poder de la naturaleza.
El río sigue llevando agua, pero también historias. Y mientras haya gancheros que las revivan, ese arte ancestral seguirá siendo leyenda.