Fiesta de las Paces
200.000 cohetes en un minuto: la fiesta nacida de una guerra que ya es historia de Castilla-La Mancha
Una explosión de fe, pólvora y tradición que cada enero transforma a un pequeño pueblo de Ciudad Real y que ahora recibe el mayor reconocimiento al patrimonio inmaterial
La noche del fuego, el estruendo que nace del pecho del pueblo y el brillo que rompe la oscuridad de enero ya forman parte, oficialmente, del patrimonio de Castilla-La Mancha. El Consejo de Gobierno ha aprobado esta semana la declaración como Bien de Interés Cultural, en la categoría de Bien Inmaterial, de la Fiesta de las Paces de Villarta de San Juan (Ciudad Real). No es solo un reconocimiento institucional: es la certificación de una emoción colectiva que sobrevive desde hace siglos.
Lo ha anunciado la portavoz del Gobierno regional, Esther Padilla, subrayando que se trata de «una celebración popular y religiosa, profundamente arraigada, que mezcla devoción, tradición y pólvora desde hace siglos». Y esa mezcla, justamente, es la que convierte a esta fiesta en algo imposible de explicar sin verla.
La noche en la que el pueblo arde… de fe
Del 23 al 26 de enero, Villarta cambia de pulso. La calma manchega se transforma en un latido que avanza al ritmo de los pasos, las oraciones y las explosiones. Todo comienza la noche del 23 de enero junto a la ermita, alrededor de la hoguera. El fuego prende la espera. Es el aviso de que la Virgen está cerca.
Durante los días siguientes, el pueblo se echa a la calle para la ofrenda floral y la procesión en honor a la Virgen de la Paz. Hay emoción, promesas, recuerdos de los que ya no están. Pero hay también un sonido que lo envuelve todo. El estallido constante de los cohetes, lanzados no como ruido, sino como lenguaje: agradecimiento, petición, fe disparada al cielo.
200.000 cohetes para decir «gracias»
El momento más sobrecogedor llega cuando la procesión avanza entre una lluvia de pólvora. Una treintena de peñas lanzan cerca de 200.000 cohetes durante el recorrido. El aire tiembla. El suelo tiembla. El corazón también.
Y cuando la Virgen alcanza el mirador de la Iglesia de Santa María la Mayor, llega lo que los vecinos llaman sin grandilocuencia, pero con respeto absoluto, la «Operación 2.000»: dos mil docenas de cohetes en apenas un minuto. Sesenta segundos de estruendo que hacen que el cielo parezca romperse en mil pedazos de luz.
Es un instante difícil de olvidar. Hay quien cierra los ojos. Hay quien llora. Hay quien aprieta la mano del de al lado sin darse cuenta.
Una fiesta nacida de una guerra
La Fiesta de las Paces no es solo pólvora y emoción. Es historia viva. Sus orígenes se remontan al siglo XIV, tras la paz firmada entre Enrique de Trastámara y Pedro I el Cruel. Aquel acuerdo dio nombre a una celebración que, generación tras generación, fue tomando forma hasta convertirse en lo que hoy es: un ritual colectivo donde se mezclan fe, identidad y memoria.
Por eso este reconocimiento como Bien de Interés Cultural no es un título simbólico. Es una forma de proteger una tradición que no se entiende sin el compromiso de todo un pueblo.
Antes de este nuevo reconocimiento, la Fiesta de las Paces ya había sido declarada Fiesta de Interés Turístico Regional en 1994. Desde entonces, cada enero, Villarta recibe a cientos de visitantes que buscan algo más que una fiesta: buscan sentir lo que aquí se siente.
Porque la pólvora no es espectáculo. Es promesa. Es agradecimiento. Es la forma que tiene este pueblo manchego de hablar con su Virgen y consigo mismo.
Ahora, además, esa conversación forma parte del patrimonio protegido de toda Castilla-La Mancha.
Cuando la tradición se convierte en legado
La declaración como Bien de Interés Cultural en la categoría de Bien Inmaterial blindará la preservación de esta celebración única, garantizando que lo que hoy emociona pueda seguir emocionando dentro de cien años.
Villarta de San Juan seguirá encendiendo hogueras, lanzando cohetes al cielo y llenando de pólvora el aire frío de enero. Pero desde ahora lo hará con un título más. Con un reconocimiento que su gente, en realidad, llevaba siglos firmando cada noche de Paces.
Porque hay tradiciones que no se heredan solo con palabras. Se heredan con fuego, con fe… y con un estruendo que retumba en el alma.