Valladolid bate su vigésimo récord con la línea de tartas más larga del mundo

Las Fiestas y Ferias de la Virgen de San Lorenzo se vivieron este domingo en Valladolid con un aire especial, de esos que dejan huella. Y no era para menos: la ciudad consiguió su vigésimo récord mundial al repartir más de 4.500 raciones de pastel en la que ya es la línea de tartas más larga del planeta. Nada menos que 360 metros de dulce recorriendo el paseo central del Campo Grande, que los vecinos disfrutaron bocado a bocado, como si de una fiesta colectiva se tratara.

Lo cierto es que no era un reto sencillo. El récord lo tenía hasta ahora Malasia, y superarlo parecía complicado. Pero Juan Antonio Bermejo, presidente de la Coordinadora de Peñas, ya lo adelantaba con confianza: «Lo vamos a batir por unas 200 unidades». Y así fue. La ONG Official World Record (ORW) lo validó oficialmente, certificando que Valladolid volvía a inscribir su nombre en la lista de hitos festivos.

Detrás de la gesta, más que un récord, hubo un enorme trabajo en equipo. Una quincena de pastelerías, coordinadas por la Asociación de Confiteros de Valladolid, se remangaron y elaboraron casi una tonelada de tarta. Para hacerse una idea: 300 litros de leche, 120 kilos de azúcar, 2.400 huevos, 90 kilos de naranjas, 38 de chocolate, otros 38 de hojaldre, 75 planchas de bizcocho y 340 litros de nata. Una auténtica montaña de ingredientes convertida en un dulce que unió a toda la ciudad.

Este triunfo no llega solo. Valladolid ya acumula varios récords festivos: en 2010 logró reunir a más de 32.000 personas ondeando la bandera de España y, el año pasado, rindió un homenaje inolvidable a Concha Velasco con 2.500 asistentes luciendo chistera en recuerdo de ¡Mamá, quiero ser artista!.

En esta ocasión, la hazaña tuvo además un trasfondo especial. Según Bermejo, buscaba conmemorar los 25 años de las celebraciones en honor a la Virgen de San Lorenzo, patrona de Valladolid desde que en el año 2000 se decidió cambiar la festividad de San Mateo, el 21 de septiembre, por la del 8 de septiembre, mucho más amable en lo meteorológico. Y es que, al final, no se trataba solo de batir un récord: era una forma dulce, literal y figurada, de celebrar a lo grande la historia y la identidad de toda una ciudad.