Mario Cabré fue un poeta natural que se hizo torero. Un buen torero que invirtió lo ganado en los ruedos para ser actor y empresario teatral. Cabré fue muchas cosas, pero más que cualquiera, a su pesar y al de su figura, fue el galán que apareció junto a Ava Gardner en Pandora y el holandés errante, un hito que intentó aprovechar y aprovechó, pero que en realidad le consumió o le redujo a la categoría simple, cuando él era mucho más complejo, de amante del «animal más bello del mundo».
