Cartel promocional del acto de Toni SolerAteneu Barcelonès

Cataluña

Por qué Cataluña «no es una potencia mundial», según un tótem del separatismo: «Nos gustan los perdedores»

Toni Soler radiografía el complejo catalán con el poder

La pregunta flotaba en el aire del Ateneu Barcelonès como una provocación intelectual: ¿por qué Cataluña, con todo su potencial, jamás logró convertirse en una gran potencia mundial? La respuesta llegó de la mano de Toni Soler, productor de, entre otros, el longevo programa satírico de TV3 Polònia, y un referente con pedigrí en el nacionalismo catalán.

Con motivo de la Diada, Soler ofreció este miércoles un diagnóstico tan lúcido como implacable sobre las contradicciones del carácter catalán. «Nos gustan los perdedores», sentenció Soler ante una sala abarrotada.

Mientras figuras trágicas como Pau Claris, Lluís Companys o Josep Tarradellas presiden las grandes avenidas catalanas, el rey de Aragón Jaume I —el único gran conquistador de la historia catalana— «tiene que conformarse con una estación de metro de la línea amarilla». La ironía se vuelve más punzante cuando el conferenciante recuerda que este rey medieval «tuvo más hijos que Julio Iglesias».

Esta veneración por los fracasos épicos se remonta a episodios como el Compromiso de Caspe o la efímera República catalana de 1931, que duró exactamente tres días. «Por nuestra historia, tres días constituyen un récord mundial», bromeó arrancando carcajadas del público.

Geografía del «quítate de en medio»

Soler apunta a la posición geográfica de Cataluña como tierra de paso para explicar esta anomalía. «La palabra que más hemos escuchado los catalanes es 'Apártate'», reflexiona, trazando una línea que va desde los griegos que llegaron a Empúries hasta «los empresarios del sector hotelero» contemporáneos, pasando por Aníbal, Napoleón y Franco tras la batalla del Ebro.

El poder como asignatura pendiente

El análisis más incisivo llega al abordar la relación de los catalanes con la autoridad. Citando a Josep Pla, recuerda que «el único catalán que consiguió que todos los catalanes le obedecieran fue Pompeu Fabra» —precisamente por normalizar el idioma, no por ejercer poder político—.

El complejo se manifiesta hasta en los símbolos religiosos. La Moreneta de Montserrat muestra «la actitud de una monitora de tiempo libre enseñando petanca a un niño», muy lejos de la majestuosidad de otras advocaciones marianas europeas. Una humildad que se refleja en la respuesta típica catalana: «Tirando y ya está».

Paradójicamente, Cataluña ha demostrado notable capacidad para el enfrentamiento —las bullangas, las guerras carlistas, la Semana Trágica— pero persistente dificultad para canalizar esa energía hacia estructuras de poder duraderas. «Gestionar gente se nos da muy bien», admite Soler, pero el problema radica en confundir movilización con gobernanza. «El poder no es organizar manifestaciones», concluyó, dejando una reflexión que trasciende la anécdota histórica para tocar el nervio de la actualidad política catalana.