Un grupo de monjas clarisas
El convento catalán que se ha ganado un puesto en la Guía Repsol por sus deliciosos dulces
Las monjas clarisas del convento de Santa María de Jerusalén, en Barcelona, han logrado un Solete de la Guía Repsol gracias a sus dulces artesanos, convirtiéndose en uno de los pocos conventos de clausura de España distinguidos por una guía gastronómica de referencia
La Guía Repsol ha publicado este lunes su nueva lista de Soletes, en la que reconoce los restaurantes, bares, vinotecas y cafeterías más auténticos del país, incluyendo 45 locales catalanes por su propuesta tradicional y accesible. Por primera vez, 27 conventos de toda España reciben esta distinción, entre ellos el de Santa María de Jerusalén de Barcelona, valorando la calidad de los dulces que elaboran en los obradores de estos edificios históricos.
En el convento barcelonés, las monjas clarisas compaginan su vida de oración con la elaboración diaria de una amplia variedad de repostería conventual: turrones, panellets, masas hojaldradas, rosquillas, magdalenas y galletas con distintas formas, muchas de ellas bañadas en chocolate con leche y blanco. Estos dulces se venden al peso, con precios aproximados de entre 4 y 8 euros, y pueden adquirirse tanto en el propio convento como a través de su página web, que ofrece envíos gratuitos a partir de cierta cantidad de compra.
La comunidad clarisa cuenta con una larga presencia en Barcelona, reforzada a partir del siglo XVI con la llegada de religiosas procedentes de conventos valencianos, aunque su historia ha estado marcada por guerras, inestabilidad y traslados forzosos. La estabilidad definitiva no llegó hasta 1967, cuando se construyó el actual monasterio junto a la sierra de Collserola, donde hoy las religiosas mantienen una vida de clausura, oración y trabajo, fiel al carisma franciscano.
La elaboración de dulces forma parte del día a día de estas monjas, que dedican largas horas a preparar las masas, dar forma a las galletas y pastas, hornearlas y empaquetarlas con esmero, en un trabajo minucioso que contrasta con los ritmos de la industria alimentaria. Más allá del reconocimiento gastronómico, la venta de estos productos supone un apoyo esencial para la sostenibilidad económica del convento y, con ella, para la pervivencia de una forma de vida contemplativa que sigue siendo un referente silencioso en la ciudad.
La inclusión de Santa María de Jerusalén en la Guía Repsol subraya el valor de la repostería conventual como parte del patrimonio cultural y religioso de España, frente a la homogeneización de la oferta gastronómica urbana. Para muchos fieles y clientes, adquirir estos dulces no es solo una elección de sabor, sino también una forma concreta de apoyar a una comunidad que mantiene viva la tradición cristiana y el arraigo a la tierra a través del trabajo bien hecho.