Vista de la plaza del Rey, hacia 1842, por Ramón Alabern y Moles

Vista de la plaza del Rey, hacia 1842, por Ramón Alabern y MolesWikimedia

Historias de Cataluña

El verdugo médico que lloraba por sus víctimas y otras historias de la plaza del Rey de Barcelona

La vida de Mestre Diego es una de las muchas biografías ligadas a la céntrica plaza gótica de la Ciudad Condal

El turista que pasea por la Barcelona del Barrio Gótico tiene la obligación de visitar la Plaza del Rey. En los últimos 100 años, ha cambiado su fisonomía de este espacio: ha desaparecido una fuente y se han eliminado una serie de construcciones urbanísticas que delimitaban la zona y le hacían perder su carácter gótico.

También desapareció una columna romana, que fue desmontada y trasladada a la calle Paradís 10, sede del Centro Excursionista de Cataluña, añadiéndose a tres ya existentes. Este conjunto se conoce como las columnas del Tempo de Augusto.

En la Plaza del Rey se encuentra también el Palacio del Lugarteniente, que durante años conservó el Archivo de la Corona de Aragón, el Salón del Tinell, el Mirador del rey Martí y la Capilla de Santa Ágata. Al final de esta capilla se levantó una casa muy sencilla.

Adyacente a esta, había un bloque vecinal, que fue derivado en el 1930. La casualidad quiso que, debajo del subsuelo, se encontraran las ruinas de la primitiva Barcino romana. En el solar del bloque vecinal se levantó la casa Padellás. Esta, que originalmente estaba en la calle Mercaders, fue trasladada piedra a piedra hasta ahí, pues peligraba al construirse la Vía Layetana. Hoy en día todo este conjunto arquitectónico forma parte del Museo de Historia de Barcelona.

El verdugo de Barcelona

¿Quién vivía en esta casa? El verdugo de Barcelona. Esta figura fue una de las más odiadas en la historia de la ciudad. Nadie quería tenerlo como vecino. Nadie quería relacionarse con él. Era un apestado por ese oficio que pasaba de padres a hijos y que nadie estaba dispuesto a realizarlo.

En su día el Consell de Cent, la institución de autogobierno municipal de la ciudad de Barcelona, quiso solventar el problema. ¿Qué hizo? Construir esta vivienda en la Plaza del Rey. En su momento se decía que era la más pequeña de Barcelona.

La plaza del Rey, en la actualidad.

La plaza del Rey, en la actualidad.Wikimedia

Además, el lugar de la casa era el adecuado. Normalmente se ejecutaba a la gente en esta plaza. Con lo cual, el verdugo no tenía que desplazarse mucho. Salía de su casa, ejecutaba al reo y volvía a ella. Así no tenía que convivir con la gente de Barcelona.

La historia de Mestre Diego

A uno de los últimos verdugos de Barcelona lo llamaban Mestre Diego. No quería ese futuro para su vida y huyó a Montpellier, donde estudió medicina. Se convirtió en un reconocido médico. Al morir su padre la vacante quedó vacía.

Cierto día, un barcelonés que pasaba por la zona lo reconoció. Lo delató y las autoridades lo extraditaron a Barcelona, para que cumpliera con su oficio. Vivió amargado por aquel legado durante toda su vida. No se casó ni tuvo hijos. La historia cuenta que…

“En la antigua iglesia del Convento de Nuestra Señora del Carmen, derribada en el 1874, que estaba ubicada en la calle del mismo nombre, cada día ardían velas delante de la imagen de la Virgen. Cada día velas nuevas. Cada día el mismo ritual llevado a cabo por un carmelita descalzo. Velas para calmar una pena, para suplicar el perdón y para pedir que las almas del purgatorio, cuando se presentaran ante Dios, fueran perdonadas.

Mestre Diego, que era incapaz de matar un pájaro, después de la muerte de su padre tendría que conducir a la horca a un semejante suyo, estrangularle, subiendo sobre sus espaldas, y rematar a taconazos a la víctima palpitante en las últimas convulsiones de su agonía.

Mestre Diego fue proclamado por la Real Audiencia heredero y sucesor de sus antepasados, y obligado a ejecutar las sentencias dictadas por la justicia humana. Ahora bien, sus excelentes conocimientos de medicina le valieron, y era consultado por los ciudadanos de Barcelona. Los nobles, las comunidades religiosas y la gente del pueblo acudían a él en casos apurados sin reparar en que fuese el verdugo de Barcelona. Gracias a esto, Mestre Diego se convirtió en una personalidad importante en la Barcelona del siglo XIX.

Los días de ejecución se veía, ante la imagen de la Virgen del Carmen, a un hombre, vestido de luto, de rodillas, rodeado de velas, llorando, pidiendo a la Virgen que lo perdonara por la muerte que acababa de cometer. Cuando paseaba por Barcelona y la gente lo saludaba, siempre les contestaba «Dios os guarde de mis manos».

Si alguna vez encontraba en la calle a un niño, le besaba y con lágrimas en los ojos repetía este triste saludo. Mestre Diego murió sin descendencia. Nunca se casó y nunca quiso tener hijos, para que ellos no heredaran su triste destino. Después de su muerte, una mano piadosa continuó llevando velas a la Virgen del Carmen durante los días de ejecución y haciendo celebrar misa de agonía por el infeliz que moría en el patíbulo”.

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