La joven emprendedora catalana que evangeliza a través de sus joyas: «Todas están bendecidas por un sacerdote»

Las joyas que vende la emprendedora catalana Meritxell Abadia tienen algo especial, aunque no se ve: todas han sido bendecidas por un sacerdote. «Nuestras piezas las bendice siempre un sacerdote en lugares especiales, como Montserrat, Lourdes, Fátima, la catedral de Barcelona o el santuario de Meritxell», explica esta joven de 21 años en una entrevista para la Agencia Flama.

Nacida en la localidad barcelonesa de Calella, Abadia lanzó su marca, MeryDeMaria, en abril de este año. «Nos mueve lo sagrado, lo simbólico, lo eterno», advierten en la página web de este proyecto que combina el nombre de su creadora con el de la Virgen. «Creo que define a la perfección el proyecto», asegura.

Abadia comenzó a gestar esta firma de joyas bendecidas al fallecer su tío, que era joyero. «Antes de morir de cáncer, me ofreció sus joyas para vender en una feria de artesanía», explica la joven, que considera que ha heredado el espíritu emprendedor de su familia.

Dos años después nació MeryDeMaria, una marca que se jacta de ofrecer joyas «diseñadas en España, fabricadas aquí, con proveedores locales y artesanos que entienden lo que significa hacer las cosas bien, como antes, pero con mirada actual», insiste el manifiesto publicado en su web.

Todo ello, además, con una vena evangelizadora que la empresaria –que forma parte del consejo parroquial de la iglesia de Santa María y San Nicolás de Calella– no esconde, sino que reivindica: «La idea es que estas joyas puedan ser una forma actual y bonita de transmitir fe y valores, incluso cuando no lleven explícitamente una cruz», señala Abadia.

Y de vuelta a los santuarios: «Los visitamos y nos impregnamos de esta energía divina para llevarla a las joyas», señala, añadiendo que ella y su equipo son, simplemente, «mensajeros». Por ahora, el proyecto sale adelante, con paquetes enviados a clientes de toda España y más allá, enamorados de la propuesta clásica y serena de MeryDeMaria: «Lo bueno –concluyen– no pasa de moda».