El presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, junto al vicepresidente Segundo, Héctor Illueca.

El presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, junto al vicepresidente Segundo, Héctor IlluecaROBER SOLSONA/EP

Comunidad Valenciana  La dependencia de Puig hacia Podemos le impide frenar sus ataques a empresarios

El socialista necesita que los morados se movilicen, ya que si no alcanzasen el 5 % de los votos no tendrían escaños y dejaría casi imposible la reedición del tripartito

Por mucho que se suceden las semanas y los partidos van cogiendo músculo electoral, las encuestas siguen dibujando un escenario de igualdad absoluta en los comicios de la Comunidad Valenciana. Tan reñidos están que hasta el CIS de Tezanos también concibe un posible cambio de rumbo en la región.
Más allá de que los principales partidos logren movilizar el voto en estos periodos de campaña y precampaña y puedan rascar algún escaño extra, una de las claves radica en Unides Podem.
La formación fundada por Pablo Iglesias se encuentra actualmente en una situación de lo más tensa de cara a colmar sus aspiraciones electorales y, por consecuencia, las del propio tripartito de izquierdas.
Si el 28 de mayo los morados no alcanzasen el 5 % del voto en el conjunto de la Comunidad no obtendrían representación en las Cortes Valencianas.
Además del fracaso que sería para Unides Podem, también supondría un golpe casi definitivo para el PSPV-PSOE y Compromís, que verían cómo el bloque de centro-derecha de Partido Popular y Vox –a tenor de los sondeos– podrían llegar a un acuerdo y desalojarles del poder tras ocho años al frente de la Generalitat.

Illueca, un desconocido

Así, volver a activar a los simpatizantes 'podemitas' y convencerles de que acudan a las urnas se les ha convertido en la principal tarea.
Curiosamente, el problema para Unides Podem es –polémica por los efectos de la ley del 'solo sí es sí' aparte– su candidato. A pesar de ser el vicepresidente Segundo del Gobierno de Puig, Héctor Illueca apenas es conocido por la sociedad valenciana.
Con motivo del Día de la Comunidad, el Gabinete de Estudios Sociales y Opinión Pública (Gesop) publicó un informe sobre los principales líderes regionales. En él, Illueca quedaba a la cola en cuanto al grado de conocimiento.
Con un raquítico 17,6 %, el líder autonómico morado estaba muy lejos del 45,5 % del popular Carlos Mazón y del 98,2 % con el que cuenta Puig.
Incluso la vicepresidenta del Gobierno valenciano, Aitana Mas, con un 28,1 % superaba a Illueca. Este último dato es más que significativo. El 'podemita' no ha sabido capitalizar su cargo institucional y la palestra mediática que supone, mientras que la de Compromís llegó a la primera línea de la política en junio de 2022 de golpe y porrazo para suceder a Mónica Oltra.
Con la espada de Damocles que supone la cuenta atrás para enfrentarse a las urnas, en las últimas semanas el vicepresidente Segundo ha dejado a un lado su perfil bajo y ha retomado los postulados fundacionales de Podemos, basados en el señalamiento y en recetas económicas caducas y sin aval de haber creado prosperidad.
De este modo, la campaña de ataques sistematizados por parte de la ministra de Asuntos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, al presidente de Mercadona, Juan Roig, le está sirviendo a Illueca como un filón electoral.
Así, calificó como «una verdad» la definición de «capitalista despiadado» que la ministra hizo sobre el empresario valenciano, a quien responsabilizó de generar una situación «que está ahogando a millones de familias en nuestro país».
Tras unos días de descalificaciones, Illueca no ha cambiado de táctica pero sí de objetivo. En el punto de mira del dirigente morado ahora se encuentra el empresario naviero y presidente de la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE), Vicente Boluda.
A colación de la polémica por la ampliación del puerto de Valencia, el candidato de Unides Podem ha llamado «rarito y oscuro» al empresario.
Utilizando la típica retórica recomendada por Iglesias y los suyos, en una intervención incendiaria también le ha acusado de estar llevando a cabo «operaciones urbanísticas en las que predominan los intereses de una minoría».
No contento con eso, ha considerado a Boluda como la clase de empresarios «que están acostumbrados a que sus éxitos dependan de las subvenciones públicas y de seguir succionando recursos públicos». Eso sí, Illueca ha ignorado la pingüe cantidad de dirigentes de Podemos con nula o escasa experiencia laboral fuera de la política.
El empresario Vicente Boluda (izquierda), junto al presidente de Mercadona, Juan Roig.

El empresario Vicente Boluda (izquierda), junto al presidente de Mercadona, Juan Roig.JORGE GIL/EP

Si la simbología en la política es importante, para Podemos lo es todo. Por ello, detrás de la ofensiva contra Boluda también está su condición de expresidente del Real Madrid.
Los de Pablo Iglesias combaten todo lo que sea español y el club blanco es el máximo exponente de ello en el mundo del fútbol, al igual que Amancio Ortega, Roig o Boluda lo son en el de la empresa.
Frente a estos ataques, Ximo Puig y el PSPV-PSOE han adoptado la tibieza a la hora de responder a su vicepresidente segundo. En un primer momento, el jefe del Ejecutivo autonómico dijo de las palabras de Belarra e Illueca que eran «profundamente injustas» y pidió una «sociedad de respeto».
En cambio, el tiempo apremia y por eso la reacción de los socialistas valencianos a los ataques contra Boluda ha sido tan solo la de afirmar que el candidato de Podemos «es libre de emitir las opiniones que considere» a pesar de que ellos «nunca» van «a señalar a empresarios con el dedo».
Puig es consciente del panorama demoscópico que tiene a su izquierda: Compromís a la baja, un Sumar de Yolanda Díaz que no se presentará el 28 de mayo y un Unides Podem en el ojo del huracán por las consecuencias de la aplicación de la ley del 'solo sí es sí'.
Poco alentador si lo que se pretende es revalidar el tripartito. Más aún cuando el propio Puig está cercado por las informaciones que apuntan a su posible implicación en la trama Azud que investiga la supuesta financiación ilegal del PSPV-PSOE.
El socialista también sabe que depende de los 'podemitas', tanto para que alcancen la barrera del 5 % de las papeletas como porque gran parte del electorado morado jamás votará en clave socialista y optaría por la abstención.
No hay duda de que conforme avance la campaña la tensión va a ir en aumento. Soflamas y mantras como la «alerta antifascista» volverán al debate público y Puig se sumará encantado a ello. En otros asuntos, los que vea que son tan extremos como para causarle una merma de votos, hará como que no los ha oído.
La estrategia está clara: que Compromís, Unides Podem y el resto de radicales hagan y digan lo que quieran. Ya lo dijo Zapatero de tapadillo: «Nos conviene que haya tensión».
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