Así es el Roig Arena: la megaconstrucción que el presidente de Mercadona legará a Valencia

Hace cinco años, en octubre de 2019, los corredores que terminaron el medio maratón de Valencia guardaban fila para recoger un plátano y su medalla de finisher dejando a mano derecha un descampado. Sobre esa explanada de tierra, ubicada entre bloques de viviendas de gente común, altos como cirios, hoy emerge un edificio vanguardista. Se trata de una especie de huevo de Fabergé plateado que, como las creaciones del joyero ruso, lleva dentro lo mejor de sí mismo. Ese 'huevo' tiene nombre, pero sobre todo apellido: es el Roig Arena.

Este recinto, que aspira a competir con los grandes espacios multiusos de España y Europa, es hijo de su generación. Conoció la pandemia, la inflación de la guerra de Ucrania, el aumento del coste de las materias primas... pero 300 millones de euros después, salidos del patrimonio personal de Juan Roig, presidente de Mercadona, está a solo cuatro meses y unos días de iniciar su actividad.

El Roig Arena será la nueva casa del Valencia Basket, el equipo de la ciudad, que ahora mismo se aloja a unos metros de allí. Pero la finalidad de este recinto es mucho más ambiciosa, tanto en el fondo como en la forma.

Aforo récord

En el fondo pretende tener actividad todos los días del año gracias a la oferta de ocio que albergará, sobre todo restaurantes. El chef Miguel Martí liderará gran parte de los servicios de gastronomía del recinto, que contará con un restaurante de alta cocina y un catering premium, instalaciones que se beneficiarán de la amplísima terraza voladiza que se está construyendo.

En la forma, el Roig Arena habla por boca de los números. En «modo baloncesto», el recinto tendrá una capacidad máxima estimada de 15.600 espectadores. En modo concierto, el aforo máximo será de 20.000 personas, lo que supone sobre un 10 % más que cualquier otro recinto de España (véase el Movistar Arena o el Palau Sant Jordi).

La carcasa del recinto está compuesta por 8.600 lamas de cerámica, deseo personal de Juan Roig, que quería llevar este material emblemático de la Comunidad a la misma fachada. Pero tras ese guiño a la tradición todo lo demás es vanguardia: sin movernos de la cubierta del recinto, los espectadores se encontrarán una pantalla exterior LED de 300 m2 que han bautizado como «El ojo».

Una vez dentro, el videomarcador central tiene una superficie de más de 250 m2. Al fondo, hay otra pantalla LED de 520 m2 (76 metros de ancho) pensada dar una experiencia inmersiva a los conciertos. Y, por último, habrá otra pantalla de 100 m2 al fondo del escenario y un ribbon perimetral LED (un anillo) que da la vuelta al recinto como ocurre, por ejemplo, en el Estadio Bernabéu.

Construcción al milímetro

Esos son los números grandes, los que entran por los ojos, pero hay otros no tan llamativos que explican el esmero que se está poniendo en esta obra, pues no es fácil mezclar un recinto deportivo con una sala de conciertos: son espacios distintos con necesidades acústicas también distintas. La reverberación que desea el aficionado del baloncesto o el tenis es justo la que quiere evitar el cantante o el músico que va a tocar delante de 20.000 personas.

Para encontrar ese término medio, hay un dato que explica el equilibrismo que han realizado los autores de la obra, y es el cristal que recubre el restaurante principal del Roig Arena. Ese vidrio (quienes pasen por allí podrán notarlo) no está perpendicular al suelo, sino que se ha inclinado 5 grados justamente para evitar reverberaciones. El primero en comprobarlo será Camilo el 12 de septiembre.