Ejecutivos de Westinghouse y políticos de la Junta de Andalucía antes de la prueba

Ejecutivos de Westinghouse y políticos de la Junta de Andalucía antes de la prueba

El portalón de San Lorenzo

El helicóptero que no voló

No era, lógicamente, la solución para la fábrica y su amplia plantilla. Aún así se hicieron hasta camisetas de propaganda con el helicóptero de marras

Con la recién estrenada democracia, en unos años donde todavía coleaban los efectos de la crisis del petróleo, las grandes industrias presentes en Córdoba no fueron inmunes a los problemas que asolaban a todo el sector industrial español, entonces mucho más relevante que hoy día.

De esta forma, ya en 1978 los grandes jefes americanos que dirigían la fábrica cordobesa de Westinghouse desde Madrid habían pedido que se elaborase una lista 'low perfomance' de la plantilla. Para ello solicitaban que cada jefe asignara una valoración a cada uno de sus subordinados entre 0 y 5. El Departamento de Personal, de acuerdo con el expediente de faltas y absentismo, también les asignaría una puntuación de 0 a 5.

Valoración de la plantilla

Se pretendía que todos los trabajadores, incluidos los jefes, tuviesen su valoración. Así, sumando el informe «del jefe», que se consideraba confidencial, y el informe del Departamento de Personal, se obtendría una valoración media para clasificar «objetivamente» a todos los trabajadores.

A pesar de su aparente importancia, aquella lista se tomó por muchos como una broma, un capricho más de esos americanos tan dados a las fórmulas, por lo que algunos jefes la rellenaron como quien rellena una quiniela al tuntún. Otros, peor aún, trasladaron en ella sus odios y venganzas personales contra algunos de sus subordinados.

Vienen los americanos

El caso es que se rellenó como se pudo o se quiso y se metieron los datos en uno de aquellos viejos ordenadores para obtener al final una clasificación de toda la plantilla de menor a mayor puntuación. Los grandes jefes de Madrid ya tenían lo que querían, pero pasó el tiempo y no se supo más de la lista. Mientras, fueron ocurriendo diversos intentos por parte de Westinghouse para resolver el problema de exceso de plantilla, mediante suspensiones temporales, reducciones de jornada o bajas anticipadas. No tuvieron éxito.

Unos cinco años después, el día 28 de octubre de 1983, los americanos se presentaron en Córdoba por sorpresa con aquella dichosa lista en sus manos, que no era ni tan siquiera conocida por el Comité de Empresa. Vinieron para reunirse a puerta cerrada Mr. Besgtron, Mr. Pool, Mr. Scogie, Mr. Iglesias y Mr. Ericsson, así como el español Santos. Ya no se trataba de suspensiones temporales u otras medidas como se había hecho antes: ahora se trataba de bajas definitivas, del orden de 600 trabajadores para una plantilla de 1.300. Una barbaridad.

Una de las veces que salió de la importante reunión que mantenía con los americanos, el señor Santos, al que todo en mundo conocía como «El Cojo», soltó: «Ahí dentro están partiendo incluso a los tíos por la mitad para completar la lista de bajas». Aquella broma de mal gusto debió llegar a oídos del Comité, que al empezar la asamblea prevista para las once de la mañana en la puerta de la Dirección arengó a los trabajadores diciendo: "¡¡Compañeros, ahí están los americanos manejando unas listas para echar a 600 compañeros a la calle. Debemos actuar!!”

Cerca de 700 trabajadores pasaron, efectivamente, uno a uno, por el pasillo de Dirección, golpeando con estruendo los cristales y la puerta de la sala donde estaban reunidos. Hubo algunos que quizás se pasaron en sus voces amenazantes de «¡despidos no!». Terminado aquel ruidoso desfile, que duró cerca de una hora, salieron de inmediato los americanos, que se marcharon sin decir ni pío, totalmente lívidos y asustados.

Según nos pudimos enterar, ante la que se estaba liando le faltó tiempo al señor Ericsson para contactar con Stuart Simpson, presidente de Westinghouse España, relatándole el ambiente en el que estaban inmersos. El caso es que desde Madrid se comunicaron inmediatamente con la central de Pittsburgh, y desde allí se tomó la decisión de ordenar de inmediato al gabinete de Garrigues Walker presentar una suspensión de pagos, que al parecer tenían ya preparada por si acaso.

Nada más marcharse los americanos, el despacho de Director en Córdoba fue ocupado por Adolfo Plaza Alonso, un ejecutivo de la empresa que andaba casualmente por nuestra ciudad para resolver unos problemas de calidad que se habían planteado. Se consideró la máxima autoridad que había en esos momentos y le tocó lidiar con ese puesto. Junto a los señores Sánchez Cámara y Pepe Aja, de Madrid, se formó un «triunvirato» de poder que se hizo cargo de Westinghouse.

Nueva empresa: Aeroversa

Siguiendo con las complicaciones, la empresa Westinghouse fue comprada por Arbobyl al precio simbólico de una peseta. La sede de esta empresa estaba en las Islas Seychelles, y aseguraban que intentarían reflotar la situación. Para ello Arbobyl puso al frente como presidente a un tal Faccone, que contactó con la recién creada Junta de Andalucía para ver la posibilidad de explorar nuevas líneas de fabricación.

Así, el 9 de junio de 1986 los periódicos afines a los políticos que gobernaban entonces publicaban una nota como la siguiente de El País:

«Representantes de la Sociedad para la Promoción Económica de Andalucía (Soprea), empresa pública dependiente de la Junta, y de la división aeronáutica de la multinacional Westinghouse firmaron ayer en Sevilla la constitución de la empresa Aeronáutica Vertical, SA (Aeroversa), que se dedicará a la fabricación en Córdoba de aparatos de vuelo vertical: autogiros y helicópteros. Aeroversa utilizará las instalaciones de Westinghouse en Córdoba. La nueva empresa se ha constituido con un capital social de 30 millones de pesetas, de los que la división aeronáutica de Westinghouse ha aportado el 59,6% y la empresa pública Soprea el 40%».

Los helicópteros

Se creaba en Córdoba la empresa que se llamó Aeroversa, para fabricar un proyecto novedoso de helicóptero que un ingeniero italiano llamado Macchi, émulo de su paisano Colón, llevaba de un lado para otro buscando que alguien financiase una idea que, de antemano, ya presentaba evidentes dificultades de homologación.

Hay que decir que Westinghouse era una empresa líder en transformadores, y a sus técnicos y ejecutivos aquello de los helicópteros les sonaba poco menos que a chino. La instalación de Aeroversa se realizó en unas viejas instalaciones de la fábrica que en su tiempo fuera el Servicio de Expediciones, una nave muy sólida, donde el amigo Juan Moreno (de Producción) solía guardar el cobre de las reparaciones de los transformadores. Fue sacarse de la nave la chatarra del cobre y la voz se cundió, apareciendo por allí todos los días los amigos de lo ajeno.

Al frente se puso al perito Emilio Molina Dios, un hombre que se rodeó de un equipo, con perdón, algo flojo, pues salvo un par de voluntarios los demás era personal sobrante o «rebotado» de otros sitios, que acabaron allí como podían haber acabado en otro sitio. Incluso en el ambiente se comentaba que la dirección no creía demasiado en el proyecto y se dedicaban a segarle la hierba al «amigo» "Macchi, investigando con lupa todos sus movimientos anteriores. Y además a los ejecutivos de la fábrica tampoco les agradaba el «gran jefe», Faccone, pues era un personaje algo «fresco» cuya debilidad era ser un «play boy» muy italiano con cualquier secretaria que pasara por su lado. No se explicaban cómo la Junta de Andalucía podía darle trato de credibilidad a ese personaje.

Aunque aquello hubiese acabado bien, a pesar de tan malos augurios, la realidad es que tampoco era para tanto como jaleaban los políticos y la prensa adicta, pues en total el susodicho proyecto del helicóptero sólo ocuparía a veinte trabajadores. No era, lógicamente, la solución para la fábrica y su amplia plantilla. Aún así, se hicieron hasta camisetas de propaganda con el helicóptero de marras.

Utilización política

Y es que esta extraña historia del helicóptero era vista con otros ojos, más condescendientes, por los políticos. La Junta de Andalucía, entonces gobernada por el PSOE (y lo que quedaba), y los asesores del candidato a la alcaldía de Córdoba, el socialista José Miguel Salinas González, anterior vicepresidente de la Junta, pusieron todo su interés y se llegó a comentar que el candidato tenía previsto desplazarse a la fábrica en cualquier festivo anterior a las próximas elecciones municipales para hacerse un video-reportaje en las instalaciones de la fábrica haciéndose eco del apoyo de la Junta de Andalucía. Este video de propaganda electoral no se llegó a realizar, máxime cuando el Comité de Empresa estaba dominado por Comisiones Obrera, casi todos partidarios de Izquierda Unida, gran rival en la alcaldía.

A pesar de todo, durante un buen tiempo, todos los meses el jefe de Personal, señor Moreno del Rosal, se desplazaba a Sevilla a recoger de la Junta de Andalucía un talón con el que, según él mismo, se pagaban las nóminas.

Un fracaso a la vista de todos

Llegó el día D, el de la prueba de voladura, en una pista que se improvisó en terrenos de la fábrica. Un nutrido grupo de políticos y altos cargos observaban expectantes el evento. El helicóptero despegó, se movió en el aire un rato… y terminó estrellándose en el sembrado del cortijo de enfrente, por donde hoy cae la Quirón. Afortunadamente no le pasó nada al piloto, y afortunadamente también (aunque aquí podría haber distintos pareceres), no cayó sobre el grupo de políticos y jefes. Era el fin de aquel «experimento».

Quitando de en medio este «bluff» de Aeroversa, hay que reconocer que con Adolfo Plaza al cargo de la empresa ya se había levantado la suspensión de pagos el 15 de febrero de 1985, cuando se optó por volver al antiguo nombre de Cenemesa. Pero si el helicóptero falló en su vuelo de prueba también los ejecutivos de la nueva Cenemesa se equivocarían de «pé a pá» cuando imaginaron que al levantarse la suspensión de pagos se iban a hacer dueños del mercado de transformadores, pues su principal competidora, General Eléctrica Española, estaba en quiebra. Obviaban que en esta empresa estaba al cargo un tal Xabier de Irala Estévez y, aunque aparentemente en quiebra, tenía su almacenes repletos de materias primas con los que podían seguir fabricando transformadores «tirando los precios», como así hicieron.

Esta competencia imprevista, y otros problemas más con los que se encontró Cenemesa, dieron motivos para que Arbobyl adquiriese también General Eléctrica Española y formara un conjunto para discutir su posible venta a una de las multinacionales que se habían interesado por ellas en 1988. Así se haría cargo ABB de nuestra fábrica, pero esa ya es otra historia.

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