Bandera del Real Madrid

Bandera del Real Madrid

El portalón de San Lorenzo

Los héroes inesperados

No se esconden tras un carguillo: hay que luchar con las armas disponibles y luego Dios, Zeus o el azar, decidirá

La Real Academia de la Lengua Española tiene como acepción de la palabra héroe la de «persona ilustre y famosa por sus hazañas y virtudes». También, «campeón, valiente, paladín, ídolo, adalid, famoso». Y así, 'Los héroes inesperados' tituló un medio de información, con cierta mala leche, su crónica de la reciente clasificación en los penaltis del Real Madrid para semifinales de la Liga de Campeones, tras un partido agónico de 90 minutos con prórroga incluida de 30. Ganaba el equipo que tiene más Copas de Europa (aun descontando las cinco primeras que se las dieron, según parece, porque Franco mandaba en Europa) frente al Manchester City, el equipo que es la prolongación del poderío económico de los propietarios del gas y el petróleo del Golfo Pérsico, aquellos para los que en las misiones del Domund de los años de 1940-50 se pedía ayuda con huchas de barro.
A pesar de la clasificación (o precisamente por ella) arreciaron muchas críticas sobre el «mal juego» del Real Madrid, al que siempre le echa una mano su «suerte». El disgusto que pasaron los locutores de la emisora catalana RAC-1 era previsible, igual que sus comentarios estúpidos y absurdos, porque asocian al Real Madrid con España, con Franco, con la Inquisición, con Felipe V, con los toros, y con todo lo que se tercie, y un triunfo cualquiera suyo les corroe las entretelas. Además venían ya escaldados por la eliminación del Barça 'triomfant' por 1 a 4. Pero es que también se unieron a esta lamentable barahúnda periodistas de otros medios audiovisuales españoles, así como plumillas del Marca y el As, cuando les tendría que dar vergüenza que el grave asunto del caso Negreira lo estén investigando otros periodistas generalistas, mientras ellos no cumplen con lo que se espera de su profesión.
Quizás la explicación de estos comportamientos sea el temor de que se les está acabando el rollo, ya que un video compartido desde un simple móvil, sin tapujos y a las claras, ilustra sobre lo que ellos creían pontificar. Vale más la imagen inmediata que sus comentarios sobre ese fútbol que en época de Franco era como opio para 'atontar' al pueblo en el No-Do y los partidos televisados (gratis) que nos echaban todos los fines de semana. Mientras en los tiempos actuales que hay fútbol casi todos los días, eso ahora, es considerado como algo intelectual donde cualquier tontería o anécdota se eleva a los altares de la discusión y además es de pago. No nos extrañaría verlos a la mayoría de ellos vendiendo gafas para ciegos y peines para calvos, ya que el terreno publicitario es su único camino, para hacerse notar. Porque aunque viven de la 'sangre' o de soltar cualquier comentario técnico sobre el partido, dictando cátedra, viven en la comodidad de que, pase lo que pase en los partidos, ellos nunca pierden.
En este partido contra el todopoderoso Manchester City el Real Madrid supo manejar perfectamente sus exiguas cartas, las que tenía a mano. A esto no se le da apenas mérito, ni se reconoce su capacidad para adelantarse a los ingleses en su propio estadio con el gol de Rodrygo. Una vez con ventaja en el marcador, todo lo que hizo en el campo para evitar que le marcasen fue totalmente legal. Supo defenderse panza arriba hasta que le marcaron el gol del empate. Pero el equipo no se desmoronó, como les ocurriría a tantos, y llegó hasta los penaltis, en donde la suerte (que es inevitable en estas tandas) corrió de su parte. El Real Madrid se agarró a su mentalidad ganadora para ser semifinalista. Quizás el problema sea precisamente esto, que hoy día no se valora la fuerza de voluntad, particularmente ante las adversidades.

No siempre ganan las mejores cartas

Muchos de los que jugamos al fútbol y fuimos grandes aficionados desde niños sabíamos que para triunfar en el Madrid, como en la mayoría de los grandes equipos de entonces, había que ser insaciable, valiente e indestructible. Se podía ser un genio del balón, individual o colectivamente, pero sin fortaleza mental no se iba a ningún sitio.
Siempre recodaré en esto del juego a Manuel Rey Almoguera, El Chico Fortuna (1918-2006), al que sus amigos le aplicaron este apodo porque fue un aventajado portero de un antiguo equipo juvenil del Colegio Salesiano de Córdoba que se denominaba Fortuna. En el año 1936 el gobierno del Frente Popular quiso organizar en verano una Olimpiada en Barcelona denominada del Trabajo, como réplica a la oficial de Berlín con Hitler en el palco principal y Jesse Owens ganando medallas en la pista.
Para esta Olimpiada fue seleccionado en el equipo de fútbol El Chico Fortuna, así que se desplazó para Barcelona. Pero el estallido de la guerra civil impidió que comenzase el evento y todo quedó suspendido. En la Ciudad Condal le pilló el conflicto, fue movilizado a pesar de su juventud y luchó en el bando republicano. Cuando terminó la guerra se volvió, hambriento y sin un duro, a Córdoba, y se puso a vender tabaco al paso de los pocos coches que pasaban por el Arroyo de San Lorenzo.
Para salir adelante se dedicó a jugar a las cartas en tabernas y garitos habilitados (aunque oficialmente estaba prohibido), alquilando sus servicios a gente «bien» del centro que le daba el dinero para poder jugar y él iba a comisión según sus ganancias. Y se le dio muy bien. Con sus gruesas gafas de tremenda miopía adquirió fama por su frialdad y su mirada impenetrable. Ganó tanto que se instaló por su cuenta, porque ya tenía bastante ahorrado. Y siguió ganando, tanto que al final sólo jugaba de vez en cuando por matar el gusanillo, pues se contentaba con reunirse con sus amigos de la taberna.
Sus recuerdos y sus frases tajantes nos adentraron en la historia del juego en Córdoba, de la mentalidad de quienes participaban: «En cualquier juego lo importante es el resultado final, porque muchas veces jugando al póker y teniendo muy buenas cartas te lleva al huerto el que sabiendo esperar y otear el horizonte, con un simple farol, te hace que abandones. Por lo tanto, no siempre ganan las mejores cartas». Y otra más, reflejo de la formalidad natural que siempre demostró para defenderse en ese mundo del juego: «Al que en el juego intenta cualquier trampa lo mandan a la p… calle». Frases que se pueden aplicar todavía y a casi todos los ámbitos, también al fútbol.

Un país de concursantes sin héroes

La España actual es un país sin norte, gobernada según dicen algunos periódicos por un tipo sin escrúpulos políticos, consecuencia de una mentalidad asentada en muchos que no valora la palabra dada, el trabajo profesional o el esfuerzo. Un país que parece un escenario con concursantes en casi todas las televisiones esperando que les caiga un premio desde el cielo mientras el público aplaude de fondo como si fueran auténticos borregos a las instrucciones del regidor de turno. Un país donde cualquiera es actor, cantaor, tertuliano, periodista, o lo que sea, porque, lo haga como lo haga, bien o rematadamente mal, siempre se puede justificar diciendo que es un «nuevo estilo» o el mágico lema de que hay que respetar la «diversidad». Pero todo lo que sea el duro trabajo diario de cualquier fábrica que se lo queden los chinos.
La figura del héroe tiene antiguas resonancias. Está en el origen de nuestra cultura escrita con 'La Ilíada'. Se puede ganar, pero también perder. Ahí están Héctor y Aquiles. No son héroes por casualidad, aceptan su misión y la llevan a sus últimas consecuencias. No se esconden tras un carguillo: hay que luchar con las armas disponibles y luego Dios, Zeus o el azar, decidirá.
El fútbol es lo que es y tampoco se puede comparar, pero ya quisiera yo que el Córdoba CF de mis amores estuviera en disposición de demostrar su heroísmo en grandes batallas. Ahí sólo están los mejores y el Real Madrid ha demostrado que está entre ellos, mientras otros dan bandazos y retiran la estatua dedicada al 'Generalísimo' Franco que durante años presidía la zona más noble de su estadio, en atención a los detalles que tuvo el dictador con la recalificación de los terrenos anexos al viejo estadio de Las Corts. Y mientras, una corte de charlatanes subvencionados de feria con ínfulas sigue diciendo sus tonterías hablando de «héroes inesperados».
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