Decía Tatiana Kasatnika sobre Dostoievski que él pensaba que lo verdaderamente difícil del Evangelio es reconocerlo hoy. En un pequeño relato titulado el Árbol de navidad habla de un niño recién nacido que muere congelado en una ciudad rusa sin que ninguna persona le acogiera, aludiendo a la escena del nacimiento de Cristo en un establo porque no había gente en aquel tiempo que lo acogiera.
Este hecho, la ausencia de espacios a Dios, a «Algo-más-grande» en nuestras vidas podría ser la nota que caracteriza el mundo de hoy, incluso, sorprendentemente, tantas veces, el mundo religioso.
Al igual que hace 2000 años, la escasa existencia de espacios abiertos a Dios, aunque se represente de tantas formas tan bellas en los belenes de nuestras casas e Iglesias e incluso en las plazas de las ciudades, trae como consecuencia desoladora la soledad y la tristeza.
Este es el sentimiento preponderante en estas fechas para tantos amigos y conocidos que, bien sea por la pérdida de los seres queridos o por abruptas rupturas matrimoniales o familiares, han perdido la inocencia e ingenuidad de una experiencia en familia y comunidad.
Me ha sorprendido muchísimo la última canción de Shakira «Monotonía». Si había una pareja perfecta, con absolutamente todo a favor y sin ningún obstáculo insalvable para acceder a ese extraño brebaje llamado Felicidad, era la del recién disuelto tandem Shakira y Piqué. «No fue culpa tuya, ni tampoco mía (...) de repente ya no eras el mismo, me dejaste por tu narcisismo, te olvidaste de lo que un día fuimos»
«No me saben a nada tus labios». ¡Qué experiencia tan común en el mundo adulto y maduro de hoy! Decepción y tristeza.
¿Existe esperanza? En un mundo donde todo se intenta calcular, medir y pesar, hasta el espíritu humano y por supuesto también el espíritu de la navidad, hay todavía espacios, pocos, que no están determinados ni sometidos al poder controlador de esta mentalidad moderna.
Al igual que hace 2000 años este espacio de vida está escondido, vetado a la gran mentalidad común. El mundo de hoy busca su espacio en el dinero y el afán de control sobre situaciones (sociedad, nación, relaciones internacionales, política, deporte, empresa), personas (familia, amigos, compañeros de trabajo) y cosas (dinero). El ansia de poder y de control de la persona ha invadido casi todos los espacios del actuar humano y provocando la guerra, violencia, tristeza y soledad a raudales.
La gran enfermedad de nuestro tiempo va a ser y es ya hoy la enfermedad mental. Un mundo productor de este tipo de anemia del alma y agotamiento de lo humano.
En aquellos espacios sociales (Handlungräume) donde este ansia no prepondera ni prospera por decisión firme, voluntaria y decidida y no han sido invadidos por esta mentalidad de control de la vida, lo humano vuelve a florecer.
El servicio, como siempre, ha sido y es el gran antídoto contra este ansia de poder que todos llevamos por dentro.
Tengo un amigo que me decía que tenía que «controlar», «manejar», «organizar» mejor Bocatas, caritativa que desde hace 25 años realizamos un grupo de amigos. De nuevo otro intento de sustituir la organización por la insustituible tensión y amor hacia el prójimo. De nuevo un ansia de nosotros mismos y no del servicio y atención al prójimo.
Mientras me decía eso, prácticamente entre dos amigos, atendíamos una multitudinaria cena de menas, inmigrantes sin papeles y simples voluntarios de Bocatas «sin un duro» en el centro de Madrid.
De vez en cuando en este mundo se abre una pequeña rendija a esta increíble mirada de ternura y gratuidad.
Esto le escribía a un directivo de marketing de una gran multinacional para solicitarle unas cosas para bocatas que atendió rápidamente: "Es nuestra vocación, cuidar a los que nadie quiere, a los más débiles, a los que nadie da un duro por ellos ni merece la pena dedicarles un minuto ni una acción de marketing ni nada de nada porque además el mundo de la droga es brutalmente violento, malo e inhumano.
Nosotros aportando eso a la sociedad en al que vivimos, estamos profundamente contentos. Gratuidad y ternura. Quién no desea recibir eso."
El otro factor liberador de esta prisión narcisista del yo además del servicio es un grandísimo atajo para quien se topa con él: el sufrimiento. Baste como pequeña muestra la última película de Tom Hanks El peor vecino del mundo. Recientemente decía en una entrevista el gran cantautor Nick Cave: «La muerte de mi hijo me desmanteló. Vivir cerca de la catástrofe te hace más amable, hace que te enamores de la gente. Hoy me siento capaz de un amor que sé que nunca antes había sentido, especialmente hacia las heridas de los demás»
Sí, Dios se ha hecho carne y responde al deseo individual y social pero hace falta la gracia, la experiencia y la sabiduría para saber verlo. Está en un pesebre, no en los palacios. Increíble.
¿Dónde estoy en tu Belén?
No me veo en el Belén, voy perdido
por todas las carencias, pobre de mí
cuantas veces tu presencia vendí
y cuantas por mí fuiste vendido
Me veo en el hijo pródigo herido
me veo con Herodes al que temí
en el pastor que me dice, no te vi
en el hermano mayor no corregido
Pero te miré y tu mirada me decía
me quieres porque te he amado
¡Abre tu corazón alma mía!
Y vi a pastores, reyes de amor regalado
vi en alegría a José y a la Virgen María
vi a ángeles y al Niño en amor sublimado.
Compuesto por mi amigo José Manuel Medina en diciembre de 2022