Lo que no son cuentas, son cuentosSamuel Díaz

El sueño de los jóvenes españoles es ser funcionario

«¿Cómo se explica este fenómeno?»

Cuando somos niños soñamos con la idea de dedicarnos a aquello que nos apasiona, luchar por ello y poder dedicar el resto de nuestros días a lo que realmente nos gusta, que no es ni más ni menos que potenciar e innovar dicha idea. Lamentablemente con el paso de los años todo afán e interés, por lidiar con la incertidumbre del día a día, luchar por esa idea que tanto te quitaba el sueño, se desvanece, se esfuma… pero ¿por qué motivo, por qué razón?
En nuestro país la gran mayoría de los jóvenes universitarios tienen en mente optar a un empleo público, y, ¿saben qué? Que lo veo totalmente razonable, ya que los que ahora tienen 18-22 años se han criado con un panorama económico de crisis y recesión, han crecido y crecen en un país donde la coyuntura económica no acompaña y lo que es peor aún, que las perspectivas sobre la economía, no son positivas, créanme, no lo son.
Según el índice Doing Bussines , que mide la facilidad para hacer negocios, clasifica a España en el puesto 30 por detrás de «potencias económicas» como Kazajistán, Letonia, Estonia o Macedonia. Y concretamente, en el apartado de facilidad para iniciar un negocio, España se sitúa en el puesto 97, detrás de países como Ruanda, Armenia o Azerbaiyán.
Si hablamos de fiscalidad, El IEE (Instituto de Estudios Económicos) en su informe el think thank de CEOE, advierte que España, como economía, ya realiza un esfuerzo fiscal superior en un 52,8% al de la Unión Europea. Ninguna economía semejante a la nuestra se acerca a los niveles de esfuerzo fiscal que acometen los ciudadanos españoles.
Por si fuese poco, según el INE, de media, las nóminas de la administración pública alcanzan los 2.800 euros/brutos, 900 euros más que el sector privado. Un empleado público cobra de media un 32% más que un trabajador en el sector privado. La gran diferencia es que los salarios del sector público no se rigen por la ley de la oferta y demanda, ley que rige todos los precios de una economía, y como tal, los salarios también ya que son el precio del factor trabajo. Los salarios públicos se configuran con arreglo a un presupuesto (deficitario) que se aprueba cada año, por lo tanto, da igual si la empresa pública arroja beneficios y da igual si sirve bien los intereses de los ciudadanos.
Por último, la rigidez tan grande que posee nuestro mercado laboral hace que la tasa media de paro en nuestro país desde 1980 se sitúe entorno al 17%. También el tejido empresarial no ha ganado la robustez que podría haber alcanzado debido a la fiscalidad nada competitiva que se encuentran todo tipo de empresas cuando intentan pasar la barrera de los 49 trabajadores, por ejemplo. Como vemos, las rigideces en el mercado laboral eliminan cualquier incentivo al crecimiento empresarial en nuestra economía.
Con todos estos datos y argumentos encima de la mesa, ¿Que loco rematadamente loco iba a ser capaz de preferir el sector privado al público? Muchos atribuyen este fenómeno a la actitud de los jóvenes frente al trabajo, a la búsqueda de la seguridad sin importar el que o el cómo… Pero yo lo atribuyo al caldo de cultivo económico-social generado por el poder político en nuestra economía durante los últimos 20 años. Y como consecuencia de ello, el sector privado se está perdiendo y seguirá perdiendo a verdaderos profesionales que podrían aportar ingentes cantidades de creatividad e innovación para la generación de mayor productividad y prosperidad en nuestra sociedad. Que gran parte de los españoles prefieran trabajar para el sector publico y no privado, no es responsabilidad de los españoles: es culpa del sobredimensionado poder público y político.