tribuna libreLuis Marín Sicilia

Comparsa del separatismo

«La última aventura de este ventajista sin escrúpulos es la que hoy se decidirá en una consulta electoral en la siempre amable y apacible Galicia»

Actualizada 05:00

En las elecciones vascas de 2001 se vivió un momento histórico que debería haber remarcado la trayectoria, por parte de los dos grandes partidos de ámbito nacional, en defensa del orden constitucional y la vigencia de España como una nación de ciudadanos libres e iguales ante la ley. El PSOE liderado por Nicolás Redondo y el PP con Mayor Oreja al frente, decidieron unir sus fuerzas para hacer frente a un nacionalismo cada vez más empeñado en disolver la nación en pequeños reinos de taifas, retrotrayéndose a planteamientos cuasi tribales en pleno siglo XXI. Los 32 escaños conseguidos por ambas fuerzas resultaron insuficientes para acceder a la gobernación de aquella autonomía, pero el empeño puesto en la necesidad de que había que contrarrestar el desafío disolvente que ya se atisbaba en las propuestas nacionalistas debiera de haber seguido vigente, aunando esfuerzos los constitucionalistas y buscando puntos de encuentro ante los previsibles desafíos que ya se intuían en los planteamientos rupturistas.
Dos años después, en el Club siglo XXI, los dos protagonistas recordaban la efemérides, haciendo hincapié Redondo en como se iniciaba entonces el debilitamiento del espíritu de concordia que consagró la Constitución, constatando que «las tareas comunes que nos propusimos se han debilitado», mientras Mayor Oreja advertía de que «el enfrentamiento entre constitucionalistas sería un suicidio para los valores que defendemos».
Por desgracia, los temores de aquellos políticos decentes y coherentes se han ido cumpliendo a raíz del mandato de Rodríguez Zapatero, un inesperado presidente del Gobierno que en su misma investidura se olvidó de la concordia constitucional con el pretexto de una memoria para uno de sus abuelos, resucitando viejas querellas de la guerra civil que habían decidido perdonar y olvidar todos aquellos que tenían víctimas de uno u otro bando. Era todo ello consecuencia del secuestro inconsciente del PSOE que fue víctima de la insolidaridad disolvente de los nacionalismos, cuya ofensiva se fue realizando al ralentí, a cámara lenta pero constante, buscando el cansancio y el agotamiento hasta provocar el desistimiento de la sociedad española en defensa de los valores constitucionales.
El Pacto del Tinell, el Plan Ibarretxe, el Estatut, el Proces,… la derogación de la sedición, los indultos a golpistas y la amnistía en ciernes son etapas de un camino que conduce a la derogación por la puerta falsa del mayor ejemplo de concordia, paz y convivencia suscrito jamas por los españoles. Todo ello está siendo posible porque el PSOE de Sánchez ha decidido, siguiendo la estela de Zapatero, jugar a la confrontación desde un frente popular que nada bueno puede traer para la estabilidad, el progreso y la convivencia.
Olvidando los consejos de quienes peinan canas en el PSOE, Sánchez se ha embarcado en una aventura divisoria de la sociedad española que antes o después le pasará factura. Lo grave del problema es que para ello está sometiendo a la ciudadanía a una espiral de enemistades innecesarias, porque piensa que lo único importante hoy en España es que Pedro Sánchez siga residiendo en la Moncloa. Y se ha rodeado para ello de una legión de incondicionales cuya única misión es no perder el abrevadero asignado por el jefe, para lo que cambian de opinión cuántas veces sea necesario, siguiendo las directrices, en una vergonzosa y deprimente sinfonía sincronizada, en función de los intereses del momento.
El maridaje del sanchismo con los separatistas, a cuyas pretensiones se doblega sin el más mínimo pudor, ha llegado a tales límites que ningún socialista que se precie de serlo puede seguir al personaje sin vomitar el veneno destructivo del egoísmo insolidario al que se ha entregado para permanecer en el poder. La última aventura de este ventajista sin escrúpulos es la que hoy se decidirá en una consulta electoral en la siempre amable y apacible Galicia. Está dispuesto a celebrar que una fuerza constitucional sin mácula, como el PP, sea desalojada del poder en beneficio de una opción separatista amiga de los de Bildu y los de ERC. Si esta hipótesis se produjera, para lo que ha apostado con esmero, España se va a enfrentar en un breve espacio de tiempo a un auténtico desafío de quienes solo les interesa el resto de los españoles si siguen cediendo a su ambicioso egoísmo.
España no se va a romper, pero la España de ciudadanos libres e iguales, que ya es una entelequia tras las concesiones a los separatistas catalanes y vascos, habrá dejado de existir. Ya dicen los del BNG que no quieren a policía ni guardia civil, siguiendo el ejemplo de catalanes y vascos. Quieren un cuerpo propio mejor pagado y que sea una profesión de riesgo, como ertzainas y mossos de escuadra y no como los leales policías y guardiaciviles que están para defender a todos los españoles hasta pagarlo con su vida, entre el abandono y la desconsideración del socialismo sanchista que se niega a homenajear en aquellos territorios a las últimas víctimas del narcotrafico.
Sánchez no quiere ganar en Galicia; quiere que ganen los separatistas para que le sigan manteniendo en la Moncloa, tal como hacen los homónimos vascos y catalanes. ¿Y que va a pasar con los votantes socialistas del resto de España? ¿Van a seguir poniendo la cama y pagando el prostíbulo a mayor gloria de Sanchez? España, es cierto, no se romperá pero si continúa la deriva sanchista será otra España, desigual e insolidaria.
Cualquiera que sea el resultado de hoy en Galicia, el futuro del PSOE será servir de comparsa al separatismo, en un papel secundario, sin protagonismo, en los feudos donde el egoísmo separatista sienta sus reales y donde, al socaire de una respetada y respetable identidad lingüística, se pretende construir una montaña de privilegios. Lo que antes eran unas siglas de un partido socialista obrero español, hoy es un acrónimo donde PSOE solo significa que hay que optar entre «Pedro Sánchez O España», entre un ambicioso, sectario y mentiroso o una España democrática de ciudadanos libres donde la ley sea igual para todos y donde se respete la división de poderes. Esto es lo que está en juego. Hoy en Galicia y muy pronto en toda España.
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