firma invitadaJosé María Castilla Martínez

La parodia de las ratas

Actualizada 05:00

Todos sabemos que las primeras en abandonar el barco en llamas son las ratas, pero lo que yo no sabía que en realidad no abandonan la nao, sino que transitan desde sus nidos de las bodegas a la cubierta en un intento desesperado de no ser abrasadas, si bien no se arrojan a la mar, ya que de hacerlo morirían por ahogamiento.
Estamos viendo estos días el lamentable ejercicio de indecencia del promiscuo Ábalos amparado por su jefe político, con todo el cacareo de ministros sin educación, sin descanso y sin vergüenza, montando un paripé mediático de chichinabo con el siniestro personaje que ha sido el hacedor de una trama institucional y de partido, montada presuntamente para saquear nuestros bolsillos de manera inmisericorde, como el tiempo la pondrá al descubierto, y todo ello con el agravante de ejecutarlo en una situación de crisis y muerte por causa del maldito coronavirus, argumento falazmente utilizado por Sánchez el eróstrato en el inexistente caso del hermano de la Sra. Ayuso, rechazado por la fiscalía española y europea, muy a su pensar.
Esto no es nada nuevo para los sexagenarios que no hemos sucumbido a la amnesia inoculada por la maquinaria pesoística durante estos últimos 30 años. La corrupción de nuestra joven democracia vino de la mano del PSOE a mediados de los años 80, por más que se esfuercen en hacernos creer que la derecha, antes Alianza Popular y ahora el PP, es la única que practica el ejercicio del cohecho propio e impropio, amén de una retahíla de delitos de corrupción. Solo el robicidio de los ERE, planificado y ejecutado por dirigentes socialistas al amparo de la Junta de Andalucía, todos ellos condenados y convictos, representa más del 80% de toda la corrupción de la democracia.
El descubrimiento de aquellos desfalcos fue merced a la prensa independiente tras el periodismo de investigación que entonces sí se hacía a mitad de la década de los 90 y la inestimable ayuda de los algunos empleados cabreados, con una organización delictiva de diputados, senadores y otros mamporreros del poder, prestos a sablear a todas las grandes empresas del momento, como ocurrió en el caso de Filesa, Malesa y Time Export (1.000.000 ptas. de las de entonces).
Después de estos casos la lista es legendaria, larga y voluminosa, como podemos recordar en el expolio de la construcción del ave a Sevilla y los pellonados como unidad de corrupción en la Expo´92; el caso Juan Guerra, el hermanísimo; los dineros alemanes del ni Flick ni Flock; los fondos reservados para los GAL; lo ocurrido en el Madrid de Tierno Galván, la urbanización de la costa de Doñana, con el cuñado de González de chambelán en el universo del pelotazo urbanístico; el encarcelamiento del Gobernador del Banco de España; la directora del BOE enchironada; y un sinfín de casos circunscritos a los Ayuntamientos periféricos y como botón de muestra la condena y encarcelación de la alcaldesa socialista de Marbella Marisol Yagüe por el caso Malaya y suma y sigue hasta el más reciente caso de las mascarillas.
Y ahora resulta que, según el ínclito eróstrato, los socialistas son el paradigma de la regeneración y la transferencia de la gestión pública, ¡¡ver para creer!! Nos queda el consuelo de que ya sabemos cuando el presidente miente: al mover los labios.
Visto lo visto, es inevitable que ante la situación en la que de nuevo ha entrado el PSOE y sus dirigentes más destacados tras develarse el caso Ábalos, algunos socialistas empezarán a subir a la cubierta de su nave envuelta en un pasado y un presente demoledor de corrupción, sin saber que una vez estén en la cubierta junto al trinquete y el timón de la desvergüenza, solo tienen una alternativa al abrasamiento: arrojarse a la inmensidad de la mar brava y agitada.
José María Castilla Martínez es abogado.
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