editorialLa Voz de Córdoba

Más caras

Actualizada 05:00

La penúltima trama corrupta del socialismo español tiene a sus soldados tratando de cerrar filas para proteger al líder y lanzar fuegos de artificio que desvíen la atención hacia otro lado. El nuevo caso PSOE, un partido que una vez presumió de atesorar cien años de honradez y firmeza («Y 40 de vacaciones», que dijo Tamames) desde esa atalaya de superioridad moral que les caracteriza, también ofrece escenas para el rídículo, como la que ha protagonizado en la capital cordobesa el portavoz socialista municipal, solicitando por enésima vez las facturas de las mascarillas compradas por el equipo de gobierno de Bellido durante la pandemia, mientras otros sí hacían negocio espurio con la tragedia. El alcalde de Córdoba no solo ha recordado que ha dado información de las mismas en varias ocasiones cuando se le ha solicitado sino que ha puesto encima de la mesa el informe del Tribunal de Cuentas que demuestra que el Ayuntamiento de la capital no solo compró a mejor precio sino incluso menos cantidad de las denominadas ‘mascarillas insolidarias’ por el Gobierno de Sánchez, de las que el entonces alcalde socialista de Sevilla, Juan Espadas, actual secretario general del PSOE andaluz, llegó a realizar ocho pedidos más que en Córdoba y tres euros más caras que las adquiridas por el consistorio cordobés.
Pagar más por lo mismo en el actual contexto conocido invita, cuando menos, a la sospecha. Y si el portavoz socialista posee información que los cordobeses debieran conocer, su obligación es mostrarla y no lanzar preguntas retóricas al aire en un intento de desviar la atención hacia lo que claramente mancha de nuevo a su partido y no solo a algunos nombres propios.
La jugada evidentemente no les ha salido bien ya que al día siguiente los socialistas andaban muy preocupados por las exhumaciones de represaliados en los cementerios de la capital, y de las mascarillas más caras ya no se supo. Así andan, buscando justicia en el pasado, juzgando la historia bajo un sesgado prisma y mirando para otro lado ante su propio espejo, el que les muestra la imagen también histórica de la corrupción y el pelotazo.
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