El primer emprendedor
El romano, hombre listo y cabal, tuvo claro desde el primer minuto que la urbe iba a hacer historia, pues su río llevaría al mar los productos de la fértil huerta y de las ricas minas hasta los barcos que la esperaban en la costa
En el año 1979 los Monty Python dieron a luz una de las sátiras históricas más delirantes, acertadas y punzantes que jamás se hayan filmado. «La vida de Brian» es una obra maestra en la que el humor, la sátira y el sarcasmo hacen un perfecto retrato de las contradicciones de nuestra sociedad. Tan buena es que hoy en día hay pasajes enteros que deberían ser de obligada docencia en los colegios (y en lugares donde señores y señoras trajeados supuestamente deciden nuestro futuro, pero eso es otro cantar). A lo que íbamos, que los humoristas ingleses parieron una película que contiene escenas antológicas. Una de ellas es aquella en la que los protagonistas están reunidos y el líder pregunta, crítico e indignado, «¿y qué nos han dado los romanos?». «La sanidad, -responden sus seguidores- el acueducto, el alcantarillado, los baños públicos, la educación...» y un largo etcétera que demuestra que, aunque crueles y sanguinarios, los romanos también hicieron sus cositas buenas.
Y se preguntará usted, sufrido lector, qué tiene esto que ver con nosotros. Pues un poquito de historia.
Corría el colorido año 169 antes de Cristo cuando un exitoso cónsul romano decidió que eso de ganarles batallas a los íberos estaba muy bien, pero que ya iba siendo hora de encontrar un sitio donde plantar los reales y descansar de cuando en cuando para coger fuerzas. Iba Claudio Marcelo en su caballo (o litera, que lo mismo es) cuando vio unas tierras fértiles, con un caudaloso río que las atravesaba y unas posibilidades extraordinarias. Y convencido de sus potencialidades allá que fundó Corduba.
El romano, hombre listo y cabal, tuvo claro desde el primer minuto que la urbe iba a hacer historia, pues su río llevaría al mar los productos de la fértil huerta y de las ricas minas hasta los barcos que la esperaban en la costa. Vamos, que el hombre vio diáfano que eso que hoy en día llaman logística iba a darle de comer a mucha gente por estos lares. Luego ya vino lo de la cultura y los árabes, pero eso lo dejamos para otro día.
Y si ha llegado usted aquí se puede preguntar: «¿qué tiene esto que ver conmigo?». Pues verá, fácil y sencillo. Vivimos en el año 2025, Córdoba afronta un momento clave -si, lo sé, ya lo ha oído usted muchas veces, qué le vamos a hacer-. Córdoba ha pasado por etapas de fulgor y por otras de languidez hasta llegar a ésta que vivimos hoy, en la que las oportunidades se suceden, las ideas parece que florecen y hasta existen cabezas emprendedoras dispuestas a darle a la provincia el impulso que contiene en su interior. Y todo ello explotando algo que ya vieron los romanos: que estamos en el sitio adecuado, que tenemos los condicionantes perfectos y que, ahora sí, parece que es el momento indicado.
Pues de esas cosas es de lo que quiere tratar esta columna que debuta hoy en nueva plaza tras unos breves, pero intensos, años de exilio. De Córdoba, de sus propuestas, de su gente emprendedora y de la necesidad de creerse lo que somos porque fuera lo tienen bastante claro. Tanto como Claudio Marcelo, el primer emprendedor de estas tierras.
Literal, que dirían mis niños.