¡Ánimo, Pedro! Convoca elecciones
«Hoy España vive una enorme crisis de confianza institucional, de credibilidad política y de ejemplaridad pública»
Montesquieu afirmó que «la descomposición de todo gobierno comienza por la decadencia de los principios sobre los cuales fue fundado». En el caso del Gobierno de Sánchez, dicha descomposición se inició nada más constituirse, tras la moción de censura más infame que se pueda concebir, ya que en su entorno más cercano estaba presente un gen dominante que aboca a lo pútrido y corrompido. Un gen transgénico que ha convertido al Partido Socialista en un híbrido cancerígeno, para estupor de una vieja guardia que hoy deambula tímidamente por los platós de televisión reclamando la mutación de la Pedrocracia imperante en aquella socialdemocracia desahuciada por unos okupas de puño en alto y mano al bolsillo.
Tan sencilla es la cosa como que no había principios sobre los que fundar nada, excepto los que surgen del contubernio de un grupo de trileros ávidos de poder, privilegios y chistorras. Con esos principios han tenido la poco honorable habilidad de conseguir que en este país se relativice todo, en función de su conveniencia, para ubicar el estado de estupefacción colectiva en un invernadero ilegal de adormidera, y así poder traficar sin escrúpulos con la sangre, el sudor y la dignidad de cuarenta y siete millones de personas a las que en 2018 engañaron vilmente con promesas de regeneración, transparencia y decencia política.
Es en momentos como este cuando se pone a prueba la fortaleza moral de un país. Como recordó el jurista estadounidense Charles Evans Hughes, «la verdadera prueba de una democracia no es su eficacia en tiempos de calma, sino su capacidad para mantener la libertad en tiempos de crisis». Y hoy España vive una enorme crisis de confianza institucional, de credibilidad política y de ejemplaridad pública, con mandatarios en el poder que tratan de doblegar las reglas y fagocitar cualquier atisbo de discordancia, interna o externa.
Hoy, y aunque pueda parecer desmesurado afirmarlo, la democracia española está en peligro, y peligro corren nuestros derechos fundamentales ante la sonrisa del Joker que desprecia ad infinitum al adversario político y da rienda suelta a todo tipo de estrategias que sumergen los intereses generales en un lodazal en el que el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el Tribunal Constitucional, Radio Televisión Española y todo el espectro gástrico social comunista chapotean y responden al unísono a las consignas del ejército apostado en Moncloa para garantizar la supervivencia del hombre enamorado, del personaje maquillado, del líder desnutrido, del espécimen veloz que huyó de Paiporta, del contorsionista de pasarela o del candidato ignorado por los herederos de Alfred Nobel. También la del portavoz de la chulería que, en la sesión de control del pasado 8 de octubre, y ante la comunicación de su próxima citación en la comisión de investigación del Senado por parte de Feijóo, buscó la carcajada lisonjera de su bancada con un jocoso y despectivo: «Ánimo, Alberto».
Esto es lo que hay con un presidente que no raya la burla en sus intervenciones en la cámara baja, sino que traspasa holgadamente la raya de la burla. Un presidente sin límites éticos. Un buscón del siglo XXI que, a pregunta también del líder de la oposición sobre la decencia de su Gobierno, fue capaz de responder sin titubear que tiene «uno de los gobiernos más decentes, estables y eficaces de Europa».
Efectivamente, tan decente como la ley del «Solo sí es sí», las saunas prostíbulos, los fajos de billetes en Ferraz, las sobrinas de Ábalos, la ejemplaridad fiscal del hermanísimo, la nueva vivienda de Cerdán o la cátedra de Begoña. Un Gobierno decente que penaliza al que cumple mientras premia al que chantajea, y que ha convertido a España en un país «caro para el trabajador y barato para los sinvergüenzas», como le espetó Feijóo.
Mas si hablamos de estabilidad y eficacia, el tema emigra de la aciaga realidad a pura comedia, donde actores de la talla de Puigdemont, Rufián, Mertxe Aizpurua, Aitor Esteban, Óscar Puente, Napoleonchu, Mónica García, Marlaska o Yoli, entre otros muchos, cobran vida para representar La comedia más triste del mundo.
Ante este panorama, y con los últimos resultados de la encuesta del CIS, me atrevo a emular al director de la obra y sugerirle: ¡Ánimo Pedro, convoca elecciones! Sinceramente, creo que los españoles no entenderíamos tanta generosidad por parte de su excelencia si no aprovecha los quince puntos de ventaja que le otorga el horno de Tezanos. ¡No quiero ni pensar en la epidemia de frustración que se avecina si el líder más valorado del espectro político nacional no recoge pronto el fruto de tanta admiración!
Por tanto, hay que estar preparados para defender nuestra democracia, porque como también dejó escrito Montesquieu «para que no se pueda abusar del poder, es preciso que el poder detenga al poder». Evidentemente, el poder de las urnas.