Pecados capitalesMayte Alcaraz

Rufián, pero no tonto

Con Rufián y con Otegi comenzó la vocación del presidente socialista por hacerse perdonar la vida por los que odian a España sin recato. En el averiado termómetro moral de Sánchez, Rufián es un personaje válido, mientras Abascal y Feijóo son fascistas. Este es el nivel

Diez años hace que Gabriel Rufián dijo con el aplomo de un charnego camuflado de independentista que «en 18 meses dejaré mi escaño para regresar a la República Catalana». Pero se ha quedado. Entre tener que ir a aguantar al pelma de Salvador Illa robándole votos a su partido con sus ñoños discursos de Gandhi con barretina, y seguir mamando de la teta sanchista, aunque la ubre no esté pletórica de leche sino de corrupción y machismo, ¿quién dijo regeneración? Por Pedro cualquier cosa. Hasta Gaby, tan preocupado por las víctimas de la dana, fue incapaz de solicitar la suspensión del pleno y negarse a votar al candidato de ERC en el nuevo consejo de RTVE, cuando los telediarios vomitaban cadáveres de la riada. Luego, súbitamente, volvió a transmitir una sentida preocupación por esos fallecidos el día que se lanzó cuál alimaña contra el cadáver político de Mazón, en la comisión de investigación de la tragedia. Mira que tiene amigos delincuentes, estos sí sentenciados e incluso encarcelados, a cuya familia política pertenece, y termina disparando contra un político, que evidentemente fue negligente el 29 de octubre de 2024, pero que no descerrajaba tiros en la nuca de inocentes ni es ningún asesino.

Este es Rufián, nuestro Demóstenes de Santa Coloma, que ha devenido en psicópata político contra la derecha, pero que persevera en ser un corderito de Norit con su jefe de Moncloa, por quien ha hecho el sacrificio de quedarse en el infierno de Ayuso. Ha descubierto que después de ser el pagafantas de Sánchez, lo mejor es… seguir siéndolo. Este figura, al que el sanchismo ha dado alas, se permite hablar de corrupción cuando ha tenido que tragar con Ábalos, Koldo, Santos y Salazar y lo que esté por venir, y tiene en casa un buen puñado de compañeros que han pasado por la cárcel por sedición y malversación –o sea, por robar dinero de todos– y que solo han conseguido salir por la impunidad otorgada por el jefe de la banda.

Reconozco que con Gabriel no termino de asombrarme. Lo más sorprendente es que haya llegado tan lejos y que de él haya dependido todo un Gobierno de España, hasta que le quitó el puesto Puchi con sus siete votos. Graduado social como toda titulación, se metió en política cuando estaba en paro para llenar la nevera. Sin hablar ni papa de catalán, se hizo con un puesto en ERC donde la xenofobia obligaba a conocerlo perfectamente. Con él hizo una excepción y lo terminó mandando al Congreso de portavoz. Ahora, Oriol Junqueras, al que odia, teme que le monte un partido «españolista», con Iglesias y compañía. Pero para eso hay que trabajar y olvidar los egos. Y Pablo y Gaby no conocen lo primero y les sobra paladas de lo segundo.

El todavía portavoz de la ultraizquierda catalana es uno de los responsables de que el macarrismo se haya instalado en la Carrera de San Jerónimo. Sus malos modos, su tono chulesco, han sentado cátedra en una institución que solo podía empeorar, y lo hizo, cuando colocó a Francina Armengol de presidenta. Con Rufián y con Otegi comenzó la vocación del presidente socialista por hacerse perdonar la vida por los que odian a España sin recato. En el averiado termómetro moral de Sánchez, Rufián es un personaje válido mientras Abascal y Feijóo son fascistas. Este es el nivel.

El tal Rufián lleva una década en Madrid y ha aprendido mucho. No hay templo gastronómico de la capital que se le escape. Aquí ha encontrado pareja y ha sido papá, aquí ha levantado o bajado el pulgar al presidente cuando le reclamaba votos a cambio de cesiones, aquí ensucia de insidias la tribuna del Congreso, aquí ha alimentado una campaña personal contra Yolanda Díaz de la que habla pestes desde que se enfrentaron cuando ERC no apoyó la reforma laboral de la vicepresidenta y aquí se queda, en su enésima trola, tras fracasar como candidato a alcalde en Santa Coloma en las pasadas municipales.

Como no le creo masoquista, igual el que no se haya marchado a su tierra, tiene que ver con que levanta 113.468,60 euros como diputado del Reino de España. Yo creo que si los suyos terminan convocando un referéndum, votará no a la independencia. Porque somos de ultraizquierda separatista hasta que nos dan a elegir entre sentarnos en el banco de la oposición en Santa Coloma o vivir como un pachá en la capital de la «metrópoli» y echarse un baile con Esther Expósito. Es rufián. Pero no tonto.