En estas fechas es común recibir a través de las redes sociales las felicitaciones de Navidad que antes se recibían en cristmas. Sólo ha cambiado el formato, porque la intencionalidad viene a ser la misma: si antes se escribía a mano y firmaban los miembros de la familia ahora se ve que el mensaje está personalizado, lo cual se agradece; si antes se enviaban en serie e impresos, acaso con una ligera rúbrica, ahora aparece encima el ‘reenviado’ delator.

La versatilidad de las redes sociales frente al antiguo tarjetón es muy superior y permite añadir imágenes, animaciones y vídeos. Algunos incorporan fotografías familiares, de paisajes, con frases relamidas; otros, en cambio, que saben de qué va esto, con un simple ‘Feliz Navidad’ cumplen con creces su objetivo sin necesidad de acrobacias mentales para parecer que se aparenta lo que no se quiere hacer.

Hay quien castiga con un vídeo del burrito sabanero o quien deleita con algún fragmento del ‘Oratorio de Navidad’ de Bach, porque músicas hay para todos los gustos y lo que nunca falla es un villancico popular, de los de toda la vida.

Todos somos testigos de esta evolución navideña en la que, como decía McLuhan, el medio sigue siendo el mensaje. No es lo mismo una foto que otra, un vídeo que otros. Quien dice ‘Felices Fiestas’ se encuadra a sí mismo porque no es lo mismo que decir ‘Feliz Navidad’, que es lo correcto.

En esta evolución se ha incorporado este año el vídeo de un villancico del que desconozco si lleva años circulando por ahí, porque en estos días es la primera vez que lo veo. Se llama ‘Feliz Navidad mi España’ y detrás de él hay una firma llamada Modo Basado que vende una serie de productos de los que la extrema izquierda no tarda un ápice en calificar de «fascistas». Pero esto es lo accesorio, ya que lo fundamental es el villancico, su música pegadiza de rumbita buena y, sobre todo, su letra, además de una impecable producción.

En ‘Feliz Navidad mi España’ se defienden las formas en que tradicionalmente se ha celebrado esta fiesta entre nosotros, con sus valores eternos y también con sus amenazas. Hace una defensa de la familia, de lo que no se debe perder y de lo que nos debe unir.

Este villancico, como decía, está circulando por las redes sociales y me ha llegado, curiosamente, a través de dos personas a las que aprecio sobremanera y que cuando las conocí hace décadas ya tenían el carnet del PSOE en el bolsillo. El medio es el mensaje. Esta felicitación enviada por ellos es mucho más que una felicitación al uso, es toda una declaración de intenciones, es la exteriorización de las convulsiones que se viven en el seno de esta formación que han llegado a fracturarla.

Si estos socialistas, que no están ya edad de pedir favores a nadie, no tienen rubor alguno en posicionarse de esta manera es la mejor prueba de que algo está empezando a cambiar en la base del partido.

La radicalización del PSOE de los últimos años le ha llevado, como sabemos, a no reconocerse a sí mismo en el espejo. Los asquitos y los escrúpulos de todo lo que tiene que ver con lo que antes defendían les han conducido a posiciones que ahora no reconocen ni los suyos. Así me explico que esta semana arrugaran la nariz y se agarraran a una débil excusa para no cantar el tradicional villancico en el Parlamento de Andalucía, cuando ellos eran los que cantaban más alto que nadie en los años en que había enfermos que morían en los pasillos de los hospitales.