ilustracionLu Tolstova

Carta pastoral

El obispo denuncia la «mentalidad antinatalista y antivida generalizada»

En su misiva semanal, Demetrio Fernández realiza una defensa de la familia como «cuna del amor»

Como las fiestas de empresa, la música alta, los disfraces varios y las comidas excesivas nos camuflan y hacen olvidar la esencia fundamental de la Navidad, el obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, la recuerda en su carta pastoral de esta semana titulada La familia, cuna de educación al amor.
Y es que el pastor expone en la misma, desde el principio, el centro mismo del misterio de Belén: la familia que allí crece y se consolida con el nacimiento de Jesús. «Aparece inmediatamente la realidad de la familia humana, en cuyo seno ha nacido y se ha criado el Hijo de Dios hecho hombre, Jesucristo. En torno al Niño está su Madre, la que le ha traído a este mundo, dándole su carne y sangre. Y junto a los dos está José, padre no biológico, pero ciertamente padre en el pleno sentido de la palabra. Jesucristo ha santificado esta preciosa realidad de la familia humana, donde todos los vínculos de amor ayudan a nacer, crecer y madurar el amor como vocación y destino del hombre», escribe el obispo.
Y es en el seno de esa familia surgida del amor donde los vínculos hacen al hombre, y lo prepara adecuadamente para el mundo. Pero siempre, eso sí, desde el amor, como recuerda monseñor, porque «cuando, por el contrario, los egoísmos de los padres se cruzan, quien sale perdiendo siempre es el hijo».

Las familias de hoy frente al egoísmo legislado

Es a partir de la denuncia que monseñor Fernández hace del egoísmo imperante cuando en la carta se pueden disfrutar los párrafos más claros de lo que el prelado y el propio magisterio de la Iglesia enseña, y que es un mensaje a contracorriente con la sociedad actual y un pensamiento que se ha convertido en hegemónico, en el que el hombre se coloca como centro del mundo, el fin en sí mismo.

Monseñor Demetrio FernándezDiócesis de Córdoba

«Se ha generalizado una mentalidad antinatalista y antivida, por la que los hijos en lugar de recibirlos como un don de Dios se convierten en un producto humano, regulable a capricho del consumidor. En las fecundaciones in vitro se fecundan y se eliminan embriones como un simple material genético, que no tiene en cuenta la persona que ha sido engendrada en cada uno de ellos. Se han generalizado los métodos anticonceptivos para usar y abusar de la sexualidad a capricho, eliminando su sentido procreativo responsable. En el final de la vida o cuando esa vida es dependiente, se tiende a eliminarla en lugar de mimarla con toda la ternura que merece. El egoísmo que consume lo que le apetece y descarta lo que le estorba ha llegado a traspasar la línea del respeto a la persona». Puede resultar incómodo a los ojos de ciertos sectores, pero el obispo plasma una realidad que por muy normalizada que se pretenda, es una realidad objetivamente mala para la persona. Y eso suele escocer.

Sí, una familia con un padre y una madre

El obispo pide que se fije la mirada en la familia de Nazaret y en cómo el Hijo crece gracias a ser amado «por sí mismo». Y recuerda el prelado los roles que padre y madre, desde ese amor , desde el afecto diario y sincero, ejercen en la formación de su Hijo. «El esposo y padre tiene la función de transmitir fortaleza, seguridad, cobertura y capacidad creativa. La esposa y madre tiene la función de envolver con su ternura a todos los de la casa, de enjugar las lágrimas, de aportar un calor que sólo puede ofrecer un regazo materno. La cultura contemporánea que llega a plasmarse en ley, pretende en aras de una igualdad destructiva borrar todas las diferencias enriquecedoras y complementarias que tiene una convivencia familiar, que responde al plan de Dios sobre el matrimonio, la familia y la vida».
Y advierte monseñor que «alejarnos del plan de Dios va contra el hombre, convirtiéndole en un monstruo de la manipulación humana, que tiene a su servicio los avances de la tecnología y de la biomedicina».
Y concluye diciendo que el domingo 8 de enero, «celebraremos la fiesta de la familia y de la vida, las bodas de plata y oro de tantos matrimonios, la acción de gracias a Dios por nuestras familias. Hagamos que nuestras familias sean lugar privilegiado para educar en el amor, fortalezcamos los lazos familiares, no dejemos que nos roben la familia».
Pueden leer la carta íntegra en este enlace.