El ARFID es un nuevo trastorno alimentario

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El alarmante aumento de trastornos alimenticios en niños y adolescentes

Uno de cada tres alumnos de instituto sufre un TCA y el resto tiene riesgo de padecerlo

Bulimia, anorexia, atracones o restricciones. Los tipos de trastornos de la conducta alimentaria (TCA) han aumentado de forma exponencial en los últimos años, una alarma social que se ve agravada por las redes sociales y los cánones de belleza. Se estima que un 4% de los jóvenes de entre 12 y 21 años la padecen, aunque el estigma social, la vergüenza que produce en las victimas o la dificultad de detección insta a que el porcentaje diste de la realidad.
Más allá de los mencionados anteriormente, Ángela Baena, psicóloga del centro Multidisciplinar METÓDICA, indica que «un TCA es toda mala relación con la comida. Solo con el pensamiento, con la obsesión podemos desarrollarlo». No se trata de una llamada de atención, una rabieta de niños o un problema buscado, la especialista lo define como una vía de escape «una solución disfuncional que encuentran los pacientes para huir de un problema que no son capaces de gestionar». Se trata «de una consecuencia, no un origen. Es un problema que no se ha gestionado, una emoción que se ha bloqueado y deriva en un abuso de control sobre la alimentación».

Redes sociales

La eterna operación bikini, los batidos detox o los filtros de Instagram. Hoy en día, se busca la perfección de forma rápida, casi instantánea, con alimentos para reducir unos centímetros, golpes de bisturí o productos de maquillaje. Los vídeos de tiktok o las publicaciones más demandadas hablan de dietas, trucos de belleza y retoques estéticos, la finalidad es llegar al canon estético establecido «con un molde cada vez más estrecho. Un físico ideal, que no es real. Buscamos encajar en un molde que no está al alcance de todos».
Ángela ya experimenta en su consulta un preocupante descenso de la edad de los pacientes. «Ya hay niños con 8 años que sufren trastornos de la alimentación por una sobreexposición a las redes sociales, donde están en constante contacto con términos o estereotipos como ‘princesita’ o ‘ guapa’».

Presión social

Beber con amigos, las 5 comidas recomendadas al día o celebrar cualquier acontecimiento alrededor de una mesa. El ser humano está constantemente rodeado de estímulos alimenticios en todas las etapas de la vida. Un factor clave que aumenta el riesgo de sufrir un TCA «es muy fácil caer porque estamos expuestos a la comida continuamente. A hacer un uso o mal uso de la alimentación. No nos estamos preocupando en enseñar en qué consiste una buena alimentación, los tipos de alimentos que hay y las funciones de estos».
Actualmente, la sociedad ha fijado dos personalidades: los que se cuidan mucho o los que viven y comen «porque de algo hay que morirse» o «sólo se vive una vez». Para las personas que intentan dar un giro a sus hábitos se torna muy complicado, a veces casi imposible, encontrar un equilibrio social, laboral o familiar en el que se respeten las decisiones alimenticias. Desde los progenitores que obligan a sus hijos a comerse todo el plato y, si no, les castigan hasta los tardíos horarios en los que se queda para cenar, que van más allá de las 21 o 22 horas. Atormentando de sobremanera a los que pretenden desterrar hábitos no probados científicamente, pero que «se han hecho toda la vida» y llevando a algunos niños, adolescentes o adultos a ceder ante la presión social, abocándoles a la soledad del vomito o la restricción de comida.
«Se acepta la sobre ingesta de alcohol, pero no el cuidarse. Es nadar a contra corriente». Hay una gran exigencia por todo, por la imagen, por ver quien levanta más pesas en el gimnasio, quien está más delgado o quien liga más. Todo se traduce en un número, una talla, «sin saber su historia. Se juzga por el envoltorio», sentencia Ángela. «Asociamos belleza con delgadez y delgadez con salud. Y es hábitos saludables con salud».

Detección

«Reconocer un TCA cuesta muchísimo, hay pacientes que llegan a consulta sin saberlo. Porque no se le ha diagnosticado previamente o porque piensan que todo el mundo tiene una mala relación con la comida. Hay gente que se echa a temblar al hablar o pensar en comer».
En una sociedad en la que los niños y adolescentes desayunan, almuerzan y meriendan fuera de casa, se hace muy complicado detectar cambios conductuales que estén directamente relacionados con la comida. La psicóloga apunta las claves para reconocer un TCA en los hijos o un familiar: «si empieza a decir que no quiere salir a cenar, que ya ha merendado fuerte… que evita la comida, exponerse a comer o que juega con la cuchara. Así como que le cambia el carácter antes y después de las comidas».
Además, los TCA tienden a tener objetivos diferentes según el género «ellas buscan la belleza inalcanzable o encontrar en el cambio físico la solución a un problema sin gestionar, y ellos resguardarse de la ansiedad, del estrés, la frustración ante el perfeccionismo y la autoexigencia».

Prevención

Prestar atención a nuestros hijos, escuchar a los familiares o preguntarles como se sienten. Unos actos tan sencillos, pero a la vez tan poco habituales en una sociedad en la que prima la celeridad y la inmediatez. El principal camino para prevenir y proteger a los niños y adolescentes de un trastorno alimenticio es la educación, «hacerles partícipes de la comida. Preguntar qué les apetece, qué les gusta más, qué menos. Nunca obligarles ni usar la comida como un castigo, un premio o una moneda de cambio. Hablar de comida o de TCA no debería de ser tabú».
Para minimizar el riesgo, Ángela aboga por preguntarles. «Cómo se sienten con su cuerpo, si están cómodos, si les gusta cómo se come en casa y cómo es su relación con la comida». Un trastorno de la alimentación «da vergüenza y necesita de una red de contención, así como una parte social, familiar y profesional para que el tratamiento tenga la mayor probabilidad de éxito». La intervención precoz supone un 50% de probabilidades de superar el TCA y un 30% para una mejoría parcial.

Amor propio

La experta estima que «en una clase de instituto de 30 personas, 1 de cada 3 sufre un TCA y el resto está en riesgo de padecerlo». Los adolescentes creen firmemente que «se les va a aceptar si están más delgados, que les va a abrir puertas». Pero, el principal fallo es que, aunque usen filtros para sus fotografías, «el amor propio viene de dentro hacia fuera. Buscan en las manos del hombre la solución, y es el autoconcepto donde se encuentran las carencias. Es esencial aprender a mirarnos y trabajar en aceptar lo que vemos. Acompañar a nuestro cuerpo a un cambio físico, para cambiar hábitos desadaptativos por hábitos saludables, es decir, que el cambio en la imagen corporal sea el resultado de caminar hacia una vida más sana.».
El camino hacía el amor propio, la aceptación y el autocuidado pasa por desecharse de viejos creencias, clichés y afrontar lo que somos, «adaptar tu realidad, tu vida real» y, sobre todo, dejar de castigarse por no llegar a los objetivos, la excelencia o la notoriedad o viralización. «Eres tú y tus vivencias. Eres el protagonista de tu vida, no un personaje que cumple el papel que la familia o el entorno ha escrito para ti».
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