El centro de la ciudad de Madrid, tan abarrotado como alegre, ha enterrado por completo la sensación de vacío que asoló al mundo durante la pandemia de coronavirus. Con del puente de la Constitución, locales y aceras estaban repletas de turistas y vecinos.
El ambiente matutino ha desterrado las consignas de distancia social y mascarillas de la COVID-19, con miles de turistas y vecinos paseando, tomando fotografías y comprando.
Las bajas temperaturas tampoco han disuadido la necesidad de volver a hacer vida normal. Gorros, chaquetones y guantes forman parte de esta postal madrileña a las puertas de la Navidad, aderezada con el olor a chocolate y churros y el murmullo incesante de miles de conversaciones abigarradas.
Triunfan, especialmente, los clásicos madrileños; establecimientos de bocadillos de calamares, pastelerías centenarias y bares de tapas, en los que a pie de barra y a leves empujones, los turistas devoran platos de callos y patatas bravas.
También los puestos de lotería, con colas sin fin en algunos de los puestos más reconocidos de Madrid, como Doña Manolita.
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