Escultura de Francisco de Quevedo en la calle Escritorios, 11Elena Pastor Curiel

Alcalá de Henares

Un paseo por Alcalá de la mano de Francisco de Quevedo, uno de sus más ilustres (y revoltosos) estudiantes

Cuando pensamos en Francisco de Quevedo, todos visualizamos a un señor con aspecto solemne: gafas, bigote, pelo canoso y cruz de Santiago. Cuesta imaginarlo como un joven universitario, que se dedicaría a meterse en líos y probar todas las tabernas de la ciudad, siempre acompañado de su espada y de sus amigos. Puede que ese no sea el Quevedo de los cuadros, pero desde luego que ese Quevedo existió. Y hay una ciudad en concreto que fue testigo de muchas correrías universitarias del famoso autor. ¿Querríais preguntarla qué recuerda ella de Quevedo? Es una ciudad situada a tan solo media hora del centro de Madrid, es una ciudad patrimonio de la humanidad… Es Alcalá de Henares.

Esta ciudad podría contarnos cientos de cosas: allí nació Miguel Cervantes, se entrevistaron por primera vez Colón y los Reyes Católicos, y el Cardenal Cisneros fundó el primer campus universitario del mundo en 1499. ¿Pero la primera universidad no fue la de Bolonia, que se fundó varios siglos antes? Sí, pero el primer campus, ese concepto de crear un área exclusivamente universitaria en las afueras de una ciudad, con su propia muralla y administración; fue una idea de Cisneros.

Calle Escritorios de Alcalá de HenaresElena Pastor Curiel

Si queremos seguir las huellas de Quevedo por Alcalá, primero habrá que dirigirse al colegio mayor donde residía. Debemos ir a una de las principales calles de la ciudad: la calle Libreros, una vía peatonal enmarcada por balcones y árboles, repleta de terrazas y cafeterías. En el número 23 nos encontramos una placa que señala el lugar donde vivió el famoso autor. El edificio es conocido como el Colegio del Rey: lo mandó construir Felipe II en 1559 con el propósito de alojar a hijos de miembros del servicio real.

Durante los reinados de los Austrias el colegio fue muy popular debido a su cercanía a la corte, situada ya en Madrid. La fachada principal, sobre la que se sitúa la placa, es la original. El arco principal muestra el escudo de los Austrias y una inscripción sobre Felipe III. Su claustro también es original del siglo XVI y es visitable cuando hay exposiciones temporales. En la actualidad el edificio es la sede de honor del Instituto Cervantes, pues su interior fue restaurado y acondicionado para las oficinas de esta institución. Con sus torres alzadas hacia el cielo, coronadas por nidos de cigüeñas, el edificio nos permite imaginarnos el aspecto que tendría la ciudad en el siglo XVII.

Exterior del Colegio del Rey, lugar de residencia de QuevedoElena Pastor Curiel

La madre de Francisco de Quevedo estaba al servicio de la infanta, así que el poeta ingresó en este colegio mayor en 1596, con 16 años. En las aulas alcalaínas obtuvo un título de Bachiller y una licenciatura en artes. En 1601 estaba matriculado en Teología, pero por alguna razón incierta huyó inesperadamente a Valladolid, se cree que por un problema amoroso. La fama que acumuló Quevedo en su etapa estudiantil debió ser inmensa, pues existen innumerables leyendas sobre sus aventuras.

Por ejemplo, según el ensayo «Historia de las Universidades» de Vicente de la Fuente, rector de la Universidad Complutense en el siglo XIX; Quevedo componía versos ingeniosos hasta en las peores situaciones: «Según la tradición de Alcalá, D. Francisco Quevedo se quedó una noche encerrado en el Colegio Mayor, después del toque de oraciones, hablando con los colegiales. Como las puertas no se podían volver a abrir hasta la mañana siguiente, hubo que descolgarle en un cestón por uno de los balcones, como solía hacerse y estaba mandado. A la mitad de la bajada, y a bastante altura, tuvieron los colegiales la humorada de atar la cuerda y dejarlo en el aire columpiándose en el cestón y cantando. Pasó el Corregidor con su ronda, echó el «¿quién va?» y Quevedo respondió: «Francisco de Quevedo, que ni sube ni baja ni está quedo».

Placa sobre Francisco de Quevedo en el Colegio del Rey en Alcalá de HenaresElena Pastor Curiel

En estos casos, es difícil distinguir entre leyenda y realidad. Pero hay una prueba irrefutable de que Quevedo se llevó una impresión muy especial de Alcalá de Henares. Echemos un vistazo a su obra «Historia de la vida del Buscón don Pablos»: novela cumbre del siglo XVII de género picaresco. Este libro describe la vida de un pícaro llamado Pablos, que viene a la Universidad de Alcalá a servir a un estudiante adinerado.

Ambos se alojan en una residencia de estudiantes fuera de la muralla: «Salimos del mesón a la casa que nos tenían alquilada, que estaba fuera de la puerta de Santiago, patio de estudiantes donde hay muchos juntos» Al Buscón le ocurren toda clase de peripecias. Nada más llegar es víctima de varias novatadas: le cubren de salivazos, le llenan la cama de heces… Pero luego él empieza a hacer de las suyas: roba las espadas a una ronda de vigilantes y se embarca en una persecución por toda Alcalá.

Hay algo en las calles alcalaínas que aún recuerda aquel tiempo. Esas columnas en la Calle Mayor, las cúpulas de conventos e iglesias, la fachada plateresca de la universidad, las vigas y balcones en las casas… Tan vivamente podrás imaginarte a Quevedo, que incluso lo verás asomándose a un balcón en el número 11 de la Calle Escritorios, pues allí ha quedado inmortalizado en una estatua.