Simulacro en Metro de Madrid

Metro de Madrid ensaya simulacros de emergencias en la Línea 6 antes de su automatización

En la línea más transitada por los madrileños, aun en plena obra, el suburbano ha empezado a organizar los simulacros que se harán antes de abrir la línea al público

En los túneles cerrados de la Línea 6 un tren inmóvil y equipos de emergencia que simulan un incendio son ya parte del calendario habitual de Metro de Madrid. Estos ensayos, realizados sin viajeros y antes de cada gran remodelación, permiten ajustar tiempos y procedimientos antes de que la línea vuelva a abrir al público.

El suburbano trabaja ya en un proyecto técnico centrado en los futuros simulacros de los que formarán parte miles de madrileños cuando finalicen las obras de automatización. La planificación fija 2027 como el año en que se hará el primer simulacro integral.

Mientras ese hito llega, la actividad continúa en el resto del suburbano. Metro lleva a cabo unos 20 simulacros anuales, cada uno asociado al plan específico de la instalación donde se realiza. Este año, uno de ellos tuvo que cancelarse, pero el ritmo habitual se mantiene.

Entre los más recientes figura el del pasado jueves, 6 de noviembre, en el recinto de Loranca, centrado en la asistencia sanitaria y pruebas de equipos médicos. Una semana más tarde, el 13 de noviembre, el recinto de Canillejas acogió un ensayo de incendio, con despliegue de extintores, evacuación guiada y control de humo.

Estos ejercicios movilizan a personal técnico de la propia empresa y, en ocasiones, a compañías externas especializadas. En la actualidad, los usuarios no participan. Según el responsable de Seguridad de Metro, Samuel Pizarro, hacerlo sería inviable.

El cargo del suburbano ejemplifica de la siguiente manera: «Si tú estás trabajando y vas en Metro por la mañana y te paramos para que hagas un simulacro, llegarías tarde a tu trabajo. Y eso, multiplicado por miles de personas, sería imposible».

Por ese motivo, todos los ensayos se realizan fuera del horario de servicio, en recintos cerrados o trenes retirados, de modo que no alteren la circulación ni perjudiquen a quienes usan el metro en su día a día.

Simulacro en Metro de Madrid

La financiación de estas pruebas funciona de forma distinta a la de otras obras públicas. No existe un presupuesto cerrado para los ejercicios de la Línea 6 ni para los futuros ensayos de automatización. El coste se determina por fases: primero se licita, después se aplican rebajas y ajustes según los materiales necesarios.

Pizarro señala que «aproximadamente hablamos de millones, pero no sabría decir exactamente cuántos. Solo el material sanitario, desfibriladores y equipamiento básico, ya supone cerca de dos millones de euros». Con esas referencias, la estimación ronda los 60 millones, aunque Metro insiste en que no es una cifra cerrada y que variará a medida que avance el proyecto.

Más allá del impacto económico, los simulacros cumplen una función que no suele verse, pero que determina cómo funciona el Metro cuando algo falla. Los trabajadores aprenden a coordinarse con equipos externos, a comunicarse en escenarios de estrés y a reaccionar en segundos. Cada ejercicio se evalúa después para medir tiempos, revisar procedimientos y detectar fallos que, de otra forma, solo aparecerían durante una emergencia real.

Los usuarios, aunque no participen, sí reciben sus efectos. Señalización más clara, personal con más práctica, protocolos más afinados y una red que, pese a su tamaño, mantiene un ritmo de respuesta alto incluso en las horas más complicadas. Metro lo resume como una cadena que se ajusta por dentro, pero que protege por fuera: cuanto mejor practican los equipos, menos notan los viajeros lo que ocurre bajo tierra.