Más que un género musical, el flamenco es una forma de contar la vida. Para sentirlo de verdad conviene ir a sus cunas: Sevilla, Jerez de la Frontera, Cádiz o Granada. Peñas, tablaos, festivales y veladas improvisadas en barrios como Triana o Santiago permiten escuchar palos muy distintos, desde la seguiriya a la bulería. Lo ideal es combinar una noche de tablao con una visita a una peña local y, si se puede, alguna fiesta popular donde el flamenco salga de manera espontánea.