Con la llegada del invierno la calefacción se convierte en uno de los sistemas más utilizados en los coches con motor de combustión. Puntualizamos con razón lo de motor de combustión, porque en los híbridos y eléctricos es muy habitual que los conductores no enciendan nunca la climatización para incrementar la autonomía del vehículo. Conviene saber que el uso de la climatización en un coche eléctrico puede reducir la autonomía en torno a un 20 %. Pero lo que no es tan conocido es lo que ocurre en los coches con motor de gasolina y diésel cuando encendemos la calefacción y en qué medida afecta al consumo de carburante. Para empezar conviene matizar que en los coches con motor de combustión la calefacción tradicional no influye apenas en el consumo. Hay que tener en cuenta que la calefacción de un coche obtiene el calor que introduce al habitáculo del propio motor. El funcionamiento del motor genera calor en exceso, de hecho por eso disponen de sistemas de refrigeración, con lo cual la calefacción lo único que hace es redirigir parte de ese calor del motor al habitáculo. El problema está en los coches en los que al activar la calefacción se enciende además el aire acondicionado, lo que no significa que produzca aire frío, un sistema que sí lastra el consumo de carburante por encima de un 10 %. Este problema es muy habitual en los coches con climatizador, en los que automáticamente activa el aire acondicionado para evitar que haya humedad en el ambiente, pues así el aire es más seco y evita que se empañen los cristales. En este caso basta con pulsar el botón que apaga el aire acondicionado pero sin quitar la climatización, de manera que en la mayor parte de los coches vamos a mantener la calefacción sin que afecte al consumo. Hay que poner atención en caso de que se empañen los cristales del coche, pues entonces conviene activar el aire acondicionado para que se desempañen rápidamente.
