editorialla voz de córdoba

Una amenaza real

Actualizada 10:17

Un domingo como el de hoy y en un medio como este, de vocación local, tocaría hablar de la nueva idea que el Ayuntamiento de Córdoba tiene para regular las viviendas de uso turístico o cómo las cruces de mayo, por mucho que se apele al civismo, han entrado en una dinámica difícil de controlar, porque es precisamente el civismo y la educación más elemental lo que se ha perdido hasta a la hora de enviar un mensaje telefónico, en el que ya ni se saluda educadamente. Pero tras el último espectáculo del presidente del Gobierno y todo lo que está sucediendo en torno a esta estudiada estrategia, no podemos sino advertir acerca de lo que, por otra parte, resulta cada vez más evidente a poco que haya ciudadanos que de verdad tengan un sentido honesto y no sectario ni partidista de lo que es la democracia.
Porque de manera objetiva, sin análisis marcados ideológicamente, en los últimos años hemos asistido al derrumbe de los más elementales estamentos de la democracia liberal que disfrutamos en España, una nación que presencia una nueva vuelta de tuerca en su destrozo.
Controlados los poderes fundamentales y disuelta de facto su separación, es ahora el turno para acabar con la libertad y el derecho de información, que al final ha demostrado una vez más que es el verdadero contrapoder ante la corrupción, la traición y los ataques a las instituciones.
La jugada, perfectamente prevista y diseñada desde hace años, consiste en eliminar cualquier atisbo de crítica libre y necesaria en democracia, y de hecho las fuerzas de izquierdas ya piden el cierre de medios que no ‘contrasten’ su información. Nada nuevo,por otra parte, viniendo de aquellos que entienden la libertad como un patrimonio único, propio y sin disidencias. El totalitarismo de toda la vida.
Las adhesiones inquebrantables de estos días no son sino frentepopulismo, uno de los cánceres de los que España parece no poder librarse. Y no quieren la disidencia, solo obediencia al líder y a su causa, que no es otra que derribar un régimen y toda una nación libre.
Hay otro problema quizá mayor en todo esto, y es que desde los sectores conservadores y liberales se ha pretendido encontrar siempre posturas razonables y dispuestas al consenso entre el socialismo, sus representantes y sus votantes. Es imposible. Los hechos demuestran que eso no existe y hay que asumir que casi media España sencillamente no quiere a la otra mitad. Y que están dispuestos a tragar con todo lo que haga falta para que su razón y visión se impongan.
Así que toca pelear sin ambages ni componendas por la libertad y por lo que soberana y libremente decidió el pueblo español que defendió con las urnas la democracia, la superación de diferencias y la defensa de un futuro próspero con garantías para todos.
Porque el próximo paso, advertimos otra vez, será tratar de callarnos en nombre de su concepto de democracia. La que ha arruinado la vida de millones de personas en otros muchos países.
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