La caza de siempre y el corzo

A medida que mejoraban las técnicas y el conocimiento del medio, lo venatorio sirvió para capturar especies salvajes y, una vez amansadas, ponerlas al servicio del hombre dando origen a la ganadería

Corzos en la provincia de Soria.Europa Press

Tengo para mí que la caza ha sido el instrumento con el que la humanidad ha conocido la naturaleza, en un principio como defensa, si ahora con un calibre 450 en las manos todavía hay animales que nos impresionan profundamente no quiero ni pensar lo que debieron sentir los cazadores del paleolítico con una humilde hacha de sílex. Luego la cacería debió de ser fundamental para la alimentación, serían los bisontes de Altamira los que proveían de proteínas a nuestros antepasados como siglos más tarde lo hicieron a los siux y soshones de Norteamérica.

La medicina nació, sin duda, de las plantas que se recolectaban durante las partidas de caza; aún recuerdo a los pigmeos que nos acompañaban en un safari en la selva ecuatorial recolectar toda suerte de vegetales (también de gusanos) y como perdían la disciplina si se trataba de colmenas o papayas silvestres.

A medida que mejoraban las técnicas y el conocimiento del medio, lo venatorio sirvió para capturar especies salvajes y, una vez amansadas, ponerlas al servicio del hombre dando origen a la ganadería para trabajo y alimentación, al caballo como transporte, actividad que se ha mantenido durante siglos, al perro para custodia y compañía e incluso a las rapaces para apoderarse de las aves del cielo que eran inaprensibles.

Pasados los años, la caza sirvió para entrenar a la realeza y los nobles en el arte de la guerra

Pasados los años, la caza sirvió para entrenar a la realeza y los nobles en el arte de la guerra: el esfuerzo que exige, la incertidumbre que comporta, lo inesperado de sus acciones suponían el mejor sino único entrenamiento e hizo exclamar a Cervantes por boca del Duque en la historia de Don Quijote, que los eruditos dicen ser el de Villahermosa: «La caza es una imagen de la guerra: hay en ella estratagemas, astucias, insidias para vencer a su salvo al enemigo; padécense en ella fríos grandísimos y calores intolerables; menoscábase el ocio y el sueño; corrobóranse las fuerzas; agilítanse los miembros del que la usa y, en resolución, es ejercicio que se puede hacer sin perjuicio de nadie y con gusto de muchos.»

Y todavía seguimos aprendiendo gracias a lo cinegético pues conozco un clan de médicos con varias generaciones entregadas al juramento de Hipócrates, urbanitas de pro, que distinguen perfectamente la cebada del trigo porque los jabalíes y los corzos prefieren el segundo y ellos han aprendido a buscarlo en sus recechos.

Estas consideraciones me han venido a la mente en un aguardo vespertino en busca del primer capreolus de la temporada. En la quietud de la tarde escuché las campanas del reloj de la parroquia vecina que cantaba las siete, los viejos relojes saben festejar hasta doce sin veleidades de veinticuatro, gracias a Dios. Atardecía sereno, sin viento, sólo de tanto en cuanto una ligera brisa acariciaba el rostro; el sol decaía pero se notaban aún sus rayos y no había más sonido que el de alguna torcaz al posarse con ruido en las ramas de las encinas próximas.

Tenía enfrente un regato con poca agua y silenciosa y sus riberas se alargaban hasta el monte prieto de enfrente, de allí había de surgir mi esperanza. El tiempo perezoso se demoraba y permitía que bajara la luz para que, cuando al fin asomara el corzo, ya fuera sombra todo aunque sombra luminosa.

De pronto, ¡ahí está! Dudando antes de salir a lo limpio. Al fin se decide y pasito a pasito va ganado terreno aunque parándose para levantar la cabeza y mirar a todos lados. Me tranquiliza que ya está decidido y si no hago movimientos bruscos bajará hasta cerca del arroyo.

Lo sigue una hembra que, excepcionalmente, se ha retrasado respecto al macho, y con los dos en el prado tengo segura la presa. Levanto despacio el rifle y cuadro al corzo en el anteojo… espero a que dé el costado… es el momento. Ha desaparecido con el disparo y no tengo prisa en acercarme, ahora ha llegado la calma.

El marqués de Laserna es Académico de Honor de la RA de la Historia