La apasionante vida de Roy Chapman Andrews
El mayor éxito de Andrews se produjo en la expedición de 1923 cuando en un profundo cañón llamado Urtynn Obo, empezaron a encontrar innumerables restos de dinosaurios perfectamente conservados

Expedición de Andrews en 1923 cruzando la frontera de China con Mongolia bajo la vigilancia de la caballería China.
Hoy vamos a conocer la vida y andanzas de un valiente e intrépido explorador americano de nombre Roy Chapman Andrews... Una vida que parece más de ciencia ficción que realidad. Con estas palabras empezaba su libro autobiográfico Under the lucky star, que le dio fama mundial.
«Yo nací para ser explorador. Jamás hubo nada que decidir, no habría sido feliz dedicándome a otra cosa... Para mí, el deseo de ver nuevos lugares, de descubrir nuevos acontecimientos, en definitiva la curiosidad de la vida, siempre ha sido una irresistible fuerza impulsora.»
Esta historia podría comenzar el 26 de enero de 1884 en Beloit, Wisconsin. Andrews era una persona sociable y amante de las diversiones, con sentido del humor, simpática y con gran don de gentes, tenaz y muy nerviosa. Aun no siendo un gran estudiante, se licenció en la Universidad de Beloit en Historia Natural.
Pero lo que más marcó su juventud fue su increíble perseverancia y decisión para ser explorador y conseguir trabajar algún día en el Museo de Historia Natural de Nueva York. Su gran día se presentó el sábado 7 de Julio de 1907 cuando le recibió el director del museo en su despacho en la calle 79 de Nueva York. Hermun Bumpus escuchó con indulgencia al impetuoso joven pero le dijo que en ese momento no tenían ninguna vacante de científico. Sin embargo Andrews insistió, diciendo que entraría encantado hasta para barrer los suelos. Ante tal estallido de pasión juvenil el director accedió a contratar a Andrews como ayudante de los departamentos de taxidermia.
Sus primeros trabajos para el museo lo enviaron a Long Island, entonces una simple y humilde base ballenera para el estudio, disección y recolección de estos cetáceos. En el año 1916, tuvo la oportunidad que le dio fama mundial. Fue enviado por el museo como jefe de campo y zoólogo encargado de organizar la que se llamaron las Expediciones Centroasiáticas-Americanas del Museo de Historia Natural
Roque Armada penetrando en el Gobi siguiendo la ruta de Andrews
Cinco grandes expediciones al interior del Desierto de Gobi de varios meses de duración cada una
El director del museo, Henry Fairfield Osborn organizó un ambicioso plan de cinco grandes expediciones al interior del desierto de Gobi de varios meses de duración cada una a desarrollar en los primeros años de la década de 1920. Para la exploración en el Gobi, Andrews contaba en cada viaje con ocho o diez científicos de renombre, y con una caravana de automóviles tipo Dodge, Ford y camiones Fulton, aún un invento reciente en la década de 1920.
Los científicos solían reunirse en primavera en Pekín. Desde ahí salían por la carretera de Ulan Bator. Al final del otoño regresaban a Pekín donde preparaban todos sus hallazgos para ser enviados por barco a Nueva York, donde se estudiarían en profundidad. Según los acuerdo firmados con el Gobierno de Mongolia se hacían reproducciones de todo el material enviado a América, que se regalaban al museo de Ulan Bator. Ahí siguen y las he podido observar en varias ocasiones.
Asimismo se comprometió a hacer un estudio de la fauna del Gobi, entonces diezmada por la matanza indiscriminada por carne. Especialmente los ciervos gigantes, los 'marales', estaban al borde de la extinción. Sus cuernas eran consideradas reconstituyentes por la medicina tradicional China.
Las expediciones pronto empezaron encontrar enormes yacimientos de dinosaurios que pronto hicieron ver al mundo que el Gobi era la mayor reserva de la Tierra de estos fósiles. Pero el mayor éxito de Andrews se produjo en la expedición de 1923 cuando en un profundo cañón llamado Urtynn Obo, empezaron a encontrar innumerables restos de dinosaurios perfectamente conservados.
Pero el hecho que le lanzó a la fama mundial fue un descubrimiento aun más sorprendente, que llevarían a estas expediciones a todos los medios de comunicación y científicos de la época. El 13 de Julio de 1923 cuando todos estaban reunidos par almorzar George Olsen anunció que había encontrado un huevo fosilizado de dinosaurio. Con lo cual se demostraba que este era el medio de reproducción de esos animales, cosa que nadie había podido probar hasta la fecha.
Buscando restos de dinosaurios por las llanuras del desierto de Gobi
Los periódicos del mundo entero se hicieron eco de la aparición de los huevos de dinosaurio, la reacción ante tal noticia fue descomunal. Como una curiosa mezcla de explorador, conferenciante, diplomático, hombre de sociedad, deportista, aventurero y científico, la fama de Andrews había alcanzado cotas inimaginables. Su fama mundial se afianzó al máximo cuando el retrato de Andrews apareció en al portada de la revista Time en Octubre de 1923.
Tanta fama mundial a los dirigentes comunistas de la nueva Republica de Mongolia les valió de excusa par acusar a Andrews de espía y parar las siguientes expediciones. Mongolia quedó cerrada a los extranjeros y sometida a un régimen comunista, antirreligioso durante sesenta años. El comunismo feroz dejó Mongolia en el atraso y falta de desarrollo que bien hemos podido observar, quienes hemos viajado y conocido ese bonito país.
Entretanto Andrews fue nombrado presidente del Club de los Exploradores de Nueva York. Este prestigioso club fue fundado en 1905 y en su lista constaban los más famosos exploradores de la época como Peary, Shakelton o Amundsen.
Continuaba con sus obligaciones en el museo hasta que en enero de de 1935, le propusieron ocupar el puesto de director del Museo de Historia Natural de Nueva York. Un bonito destino para alguien que se había ofrecido a barrer los suelos con tal de trabajar ahí.
Increíblemente, a finales de la década de 1950 la Mongolia comunista abrió la caza deportiva de sus increíbles carneros, marales e íbices. El carnero más caro del mundo para un cazador deportista fue el Ovis Amón o Carnero del alto Altái. Se llegaron a pagar 60.000 dólares por la licencia de un solo macho viejo.
La dura matanza por carne y despojos de 'maral' quedó totalmente detenida. Los mongoles vieron «caer oro del cielo», en forma de sueldos, permisos y jornales de las expediciones de caza. Donde antes solo veían unos kilos de carne, ahora les daba para construir una escuela, un consultorio médico, una línea de teléfono o una carretera. Prohibieron la matanza indiscriminada de todo macho joven, hembra o cría de cualquier especie, de su fauna.
Roy Chapman Andrews murió de un infarto mientras dormía en marzo de 1960 a la edad de setenta y seis años. Probablemente no sabría, que gracias a sus expediciones, sus cacerías para el museo y la caza deportiva que siguió consiguió salvar la increíble fauna de Mongolia de la extinción.
- Roque Armada es director de Armada Expediciones y de la Escuela de Tiro de Trofeo e Iberalia TV