Vallas para cortar el paso al perímetro de seguridad por la peste porcina africana en la provincia de Barcelona
El discurso ecologista defiende el gran error del que alertan los expertos al arrinconar la peste porcina
La prioridad en estos momentos es concentrar los casos en el menor espacio posible para que el virus no llegue a cerdos domésticos
La falta de control de la fauna salvaje se ha atacado desde el campo como uno de los mayores problemas que afronta la agricultura y la ganadería en los últimos tiempos.
Los destrozos causados por especies convertidas en plaga, como los conejos que tiran por tierra siembras enteras en numerosas regiones, han alcanzado su máximo nivel de popularidad en años después del brote de peste porcina africana detectado en varios jabalíes en la sierra de Collserola, en Barcelona.
Las autoridades nacionales y europeas todavía desconocen cómo llegó al virus a España después de 30 años sin la enfermedad, eso sí, han reconocido que la preocupación por la sobrepoblación de jabalíes en el país. Este exceso resulta el mejor de los contextos tanto para la propagación de enfermedades zoonóticas –como la brucelosis o la tuberculosis que sí pueden transmitirse a los seres humanos–; como para enfermedades no zoonóticas, como la dermatosis nodular contagiosa, la enfermedad hemorrágica epizoótica o la propia PPA, que sin afectar a la salud humana hace que el miedo se haya instaurado en el porcino español, el sector ganadero más valioso en cifras, con ventas al exterior de 8.783 millones de euros en 2024.
Los cazadores, conocedores de su valor como herramienta de conservación, han trasladado al Ministerio de Agricultura, las comunidades autónomas y los servicios de sanidad animal su disposición para colaborar en todo lo necesario cuando sea posible, ya que la prioridad ahora es evitar la dispersión de los jabalíes situados dentro del perímetro de seguridad de 20 kilómetros en torno al foco. El objetivo actual es concentrar los casos en el menor espacio posible para que el virus no llegue a cerdos domésticos.
El planteamiento prohíbe en toda la zona de infección, que afecta a 20 kilómetros y 91 municipios, la actividad forestal, la caza, el acceso a parques naturales, zonas boscosas, rieras, prados, campos de cultivo, parques y caminos fuera de la zona urbana hasta el 14 de diciembre; mientras que en regiones limítrofes como Aragón y Comunidad Valenciana se han activado incentivos para reducir la población de jabalíes.
Estas medidas siguen las directrices marcadas por los máximos expertos en sanidad animal del continente, que insisten en la importancia de molestar lo menos posible a los jabalíes localizados en el radio de seguridad de 6 kilómetros para evitar su desplazamiento y reducir las probabilidades de transmisión; sin embargo, el discurso ecologista incurre en el mayor error del que advierten los especialistas, que insisten en tomar decisiones que partan de la ciencia y no de la política.
Ecologistas en Acción indicó en Efe que «puede estar justificado el aplicar medidas de control de jabalíes en el foco», pero pide no extender las iniciativas de forma preventiva «con la excusa de que hay superpoblación» a otros lugares. La actuación en el foco para acabar con los jabalíes de la zona cero es la peor de las opciones según los expertos, que insisten en dejar que se produzca una matanza pacífica –que los jabalíes mueran de forma masiva en el área de 20 kilómetros en cuestión– y arrinconar la peste porcina africana de forma centrípeta; es decir, con la caza desde los territorios alejados hasta el foco.
Jaume Grau, portavoz de Ecologistas en Acción, achaca el aumento del contacto entre fauna silvestre y población humana al crecimiento urbano y poblacional desplegado en «una ocupación exagerada del territorio» con urbanizaciones en pleno monte y segundas residencias en costa y montaña. Los datos de la Fundación Artemisan, la Sociedad Española para la Conservación y Estudio de los Mamíferos (Secem) y las federaciones de caza cuestionan este planteamiento y muestran que la población de jabalíes en España ha pasado de 200.000 ejemplares en 1990 a más de 1.300.000 en 2024, lo que supone un incremento del 550 % en 34 años.