Luka Modric y Rodrygo se enfrentaron este sábado en el Croacia-Brasil

Luka Modric y Rodrygo se enfrentaron este sábado en el Croacia-BrasilEFE

«Te quiero, hijo», las palabras de Modric a Rodrygo que definen el deporte verdadero

El croata se fue a consolar a su compañero en el Real Madrid tras haber fallado su penalti en la tanda que decidió la eliminatoria de cuartos del Mundial

Hay formas y formas de entenderlo todo. De la política mejor no hablar por la escasez, casi la inexistencia, de unas. En el deporte, mayormente en el fútbol, esas mismas formas van desapareciendo a grandes pasos. La educación, el heroísmo, el arrojo, la compasión. Incluso el amor.
Se ha visto, por ejemplo, a la selección argentina mofarse de la holandesa tras eliminarla en los penaltis. Subsiste una deportividad subjetiva, pero real, entre peloteros, aunque, como en todo en la vida, haya individuos de comportamiento bajo: las malas formas que se extienden sin que nadie haga (ni pueda hacer) verdaderamente algo.
Se ve en la persecución a Vinicius, un bullying futbolero que los propios «tutores» alientan mirando a otro lado. También sucedió en el pasado con Cristiano. Futbolistas a los que primero se les atribuye mediáticamente una mala fama descarada para propiciar la cacería desatada posterior.
Pero entre la mofa argentina o la mofa repugnante de cierto «deportista» innombrable español (en las filas del Cádiz, por dar alguna seña) que en su cuenta de Twitter insultó al brasileño madridista por la eliminación ante Croacia en el Mundial poniendo dos caras de mono que luego borró alegando que no se entendía lo que quería decir (peor la rectificación alevosa que el insulto animal), entre estas cosas, estas formas deleznables, se decía, malas, malísimas, hay esperanza.
Al término precisamente de ese partido, Rodrygo, roto de dolor de verdad («igual» de roto que los autocomplacientes jugadores españoles tras su propia eliminación), lloraba sin consuelo por haber perdido y por haber fallado su penalti.
Y entonces fue cuando apareció Luka Modric, rival ese día y compañero de equipo en el Real Madrid, para abrazarle y decirle palabras de amor auténtico, palabras deportivas, cultas, hermosas, bondadosas, lo mejor del deporte y de la vida, sin cursilería alguna, el contraste entre la fealdad que asedia a los hombres y la belleza que resiste como los que resisten en el campo y en la vida.
Luka Modric le dijo a su rival y también compañero, 37 años frente a apenas 20, mientras le abrazaba: «Vamos, a animarte, ¿eh? Tú eres más fuerte que esto. No pasa nada, ¿eh? Tu eres más fuerte que esto. Todos fallan. Todos fallan. Vas a volver fuerte, ¿eh? Te quiero. Te quiero, hijo». En realidad, este gesto y estas palabras establecen la diferencia entre lo que es deporte y lo que no lo es.
Una lección magistral (como una plantita entre la devastación, como el invencible cardo tártaro del que escribía Tolstoi, que no había forma de arrancar de la tierra) ante nuestros ojos poco acostumbrados a la belleza y al honor en un mundo y en un deporte devastados. A la demostración de amor eterno de un «padre» a un «hijo», como si estuviésemos asistiendo al mismísimo final de 'La Carretera' de Cormac McCarthy sobre un campo de fútbol qatarí.
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